El Supremo de EEUU decide si pone fin al sueño americano de los ‘dreamers’

TRUMP QUIERE ACABAR CON EL PERMISO DE RESIDENCIA DE LOS HIJOS DE INMIGRANTES SIN PAPELES CRECIDOS EN ESTADOS UNIDOS

Diario de Noticias, , 13-11-2019

Maricruz Abarca cumple hoy 32 años. Sus amigos quieren salir a celebrarlo, pero ella reconoce que tiene la cabeza en otra parte. Su futuro en Estados Unidos empieza a decidirse este martes en el Tribunal Supremo. Está esperanzada, pero es consciente de que es importante “prepararse psicológicamente para un fallo negativo”. Los nueve jueces de la máxima instancia judicial del país decidirán su suerte y la de alrededor de 700.000 dreamers, aquellas personas que llegaron de forma irregular a Estados Unidos junto a sus familias cuando eran unos críos.

Han vivido el miedo cotidiano de los sin papeles, han sobrevivido gran parte de sus vidas en la clandestinidad, pero los últimos siete años han sacado la cabeza y encontrado refugio en un programa creado por Barack Obama bautizado como DACA (las siglas en inglés de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) que, aunque no legaliza su estatus ni ofrece un camino hacia la obtención de la ciudadanía, los protege de la deportación y les garantiza acceso al mercado de trabajo o a la educación. La condición básica para solicitar DACA era haber llegado al país antes de 2007 teniendo 15 o menos años y ser menor de 31 en el momento de creación de DACA. Se calculaba que 1,3 millones de inmigrantes podrían haberse beneficiado. Maricruz aprovechó la oportunidad para apuntarse a la universidad, “en la que persigo mi sueño de convertirme en abogada criminal”. Llegó desde México con 15 años, vive en Baltimore y tiene un niño de 13 años y dos gemelas de 5. Nacieron en suelo estadounidense y, por lo tanto, tienen la ciudadanía.

Donald Trump quiere enterrar DACA y el Tribunal Supremo escuchará a partir de hoy los argumentos para concluir si la administración puede ponerle fin. La Casa Blanca anunció en septiembre de 2017 su suspensión en un plazo de seis meses, pero los tribunales inferiores han ido prorrogando su vida hasta este momento. El presidente defiende que el programa es inconstitucional porque fue aprobado mediante una orden ejecutiva que habría ignorado las leyes migratorias del Congreso, pero varios jueces han desestimado sus argumentos. Por ejemplo, los del exfiscal general Jeff Sessions, que adujo que DACA “niega trabajo a cientos de miles de estadounidenses” al dar acceso al mercado laboral “a esos extranjeros ilegales”. Los jueces han cuestionado “la crueldad y despilfarro de deportar a jóvenes productivos a países con los que no tienen lazos”.

SIN MEMORIANo los tienen porque han crecido y se han formado aquí. Muchos no recuerdan sus países de origen e incluso olvidaron el idioma. Enviarlos de vuelta sería mandarlos a un país extraño en el que, en muchos casos, no tienen a nadie. David Hall, de 25 años, tenía 7 cuando llegó con sus padres desde Taiwán. Y es que, aunque la mayoría son de origen latino (cerca del 80%, mexicanos), también hay asiáticos o africanos entre los DACA. Él vive en Atlanta y el viernes se sumó en Baltimore a una marcha de decenas de dreamers bajo el lema de Home Is Here (Nuestro Hogar Está Aquí) que partió el 26 de octubre desde la Estatua de la Libertad, en Nueva York, y llegó el domingo a Washington para manifestarse hoy frente al Supremo.

Eliana Fernández, ecuatoriana de 31 años y residente en Long Island, Nueva York, lleva marchando desde el día uno. “Ha sido un poquito duro”, reconoce, “pero la energía” de la gente “ha aliviado mucho el malestar” de un largo camino a la intemperie. Les ha llovido e incluso en Baltimore vieron los primeros copos de nieve del incipiente invierno, pero las dificultades no han sido nada comparado “con la montaña rusa de emociones” en la que vive desde hace dos años. Una etapa de “incertidumbre y confusión” en la que ha sufrido “mucha ansiedad”. Eliana emigró con 14 años, ha estudiado sociología y tiene dos hijos de 7 y 12 años. Mañana no se quedará a las puertas del Tribunal Supremo. Es una de las demandantes contra la administración. Lucha porque “no me imagino una vida sin mis hijos”.

Al igual que Eliana, Allyson Duarte, de 27 años, lleva más de la mitad de su vida en Estados Unidos. “Aquí es donde tengo mis raíces, mis conexiones, mis amistades y a mis familiares”. Vive muy cerca de la frontera con México, en la ciudad texana de McAllen, pero no se imagina tener que volver al estado de Veracruz, del que salió con 13 años. El momento de la decisión del Supremo podría coincidir con el final de un máster en filosofía y política social que espera acabar en mayo. Si la Justicia le acompaña, quiere hacer un doctorado.

Maricruz, Eliana, David y Allyson son la encarnación del llamado sueño americano, el relato estadounidense que promete que, si te esfuerzas, conseguirás aquello que quieras ser. Los llaman dreamers (soñadores) por el nombre de la Dream Act, un proyecto bipartidista de ley que desde 2001 ha dado vueltas sin suerte por el Congreso con una solución legal a su situación. Pero “el país de las oportunidades” es hoy el de las políticas antiinmigrantes de Donald Trump y los partidos están atrincherados. La tóxica retórica de la Casa Blanca ha dado alas a los xenófobos. De camino a Washington, algunos conductores se han parado a gritarles el nombre del presidente. “Es triste que ni siquiera son capaces de articular sus objeciones a lo que estamos pidiendo”, reflexiona Allyson. Solo necesitan gritar un nombre para explicar “su odio a las minorías étnicas”.

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