Vox: ¿enfermedad o síntoma?

Diario de Navarra, Mikel Arana, 12-11-2019

Tras los resultados electorales cosechados ayer por Vox: 52 escaños, sorpasso a Ciudadanos y a Podemos y un escalofriante aumento de los votos con respecto a hace tan solo tres años (obtuvo 46.781 en todo el Estado, un ridículo 0,2%), cabe hacerse una pregunta: ¿todos los votantes de Vox son tan fachas como sus dirigentes? Esto es, ¿los millones de personas que han decidido acudir a su colegio electoral y meter la papeleta de Vox en la urna son todos y también todas, ojo, xenófobas, homófobas, ultracatólicas, machistas, ultranacionalistas y nostálgicas del franquismo? Y si lo fueran, ¿por qué no se habían manifestado justo hasta ahora que los movimientos de extrema derecha están empezando a pinchar en Europa?

¿Cuántos de nosotros no hemos oído a gente más o menos cercana aquello de: “Yo no soy de Vox, es más, estoy en las antípodas ideológicas de Vox, pero en tal o cual tema tengo que reconocer que estoy de acuerdo con ellos”?

¿Qué hace que un partido que hace tres años no era más que un grupúsculo de falangistas con tatuajes neonazis y banderas españolas se haya convertido en el tercer partido del Estado? ¿Por qué ocurre esto, además, al contrario que en otros lugares de Europa en un contexto de aceptable bienestar económico y razonable paz social?

¿Alguien cree, de verdad, que para explicar la meteórica subida de Vox es suficiente con apelar al procés o a la mal llamada ideología de género? ¿O en su versión más simplista aún a que todos los españoles son unos fachas?

No, la responsabilidad es de todos aquellos que lejos de aislar, despreciar o en su caso ignorar al partido de Abascal, se han dedicado a entrevistar, ensalzar y negar su carácter ultra para, llegado el caso, gobernar con ellos donde sus votos fueran necesarios e incluso apoyar proposiciones no de ley de claro corte fascista. Si a un partido fascista en lugar de tratarlo como un todo lo parcelamos y blanqueamos llamando al racismo su postura sobre inmigración, violencia intrafamiliar al terrorismo de género, su propuesta territorial a lo que es el centralismo uniformizador, es fácil que haya gente que sin tener la sensación de que está votando a una suerte de falange del siglo XXI, encuentre algo es su programa (toros, caza, bajada de impuestos…) que le sea suficiente para, combinado con el hartazgo que le generan el resto de partidos, se anime a votar a un tiparraco como Ortega Smith.

Estamos a tiempo, el resultado de ayer no es irreversible, pero hagamos el favor de no cometer, otra vez, los mismos errores y establezcamos un cordón sanitario ¡ya!

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