«Llegar a España es fácil»

Si se sabe navegar bien, alcanzar las costas de Canarias «no es nada». Palabra de capitán de cayuco

Diario Vasco, 31-05-2006

RUFISQUE (SENEGAL). DV. Rufisque, ciudad vecina de Dakar donde la pesca es la vida, es desde hace semanas un hervidero de jóvenes con una única determinación: irse a España. En uno de los astilleros donde las piraguas se hacen artesanalmente, igual que hace siglos, los propios trabajadores son los primeros que tienen ese deseo de poner agua de por medio.

¿Quién quiere irse? Inmediatamente todos empiezan a levantar la mano gritando. «¿Yo, yo!». Hasta los más pequeños imitan el gesto de los veinteañeros que rodean a los periodistas como si pudieran ayudarles a preparar su viaje. «Ustedes ya nos han preguntado. Ahora seremos nosotros los que preguntemos», dice uno de ellos tras un rato de interrogatorio por parte de los informadores.

«¿Cómo están las cosas por allí? ¿Dónde tienen a los senegaleses que han llegado a España? ¿Han muerto muchos de Rufisque?.. ». Hacemos lo que podemos, sin darle más esperanzas a su ya de por sí irrefrenable deseo de partir. Se sabe que hay muertos pero la mejor forma de saber que alguien no se ha quedado en el camino es el aviso de su llegada a tierra, les explicamos.

En ese momento aparece en el corrillo un hombre no tan joven. «Muchos de estos chavales no saben lo que dicen», asegura. Mamadou Damsek es un capitán de piragua de 36 años que dice conocer bien el asunto. «Llegar a España no es nada, es fácil», explica ante el silencio de todos los que le rodean con los ojos abiertos.

Enumera entonces una serie de aspectos que tienen que controlar los organizadores de la expedición. Primero, «que la piragua esté en buenas condiciones y no se sobrecargue». Segundo, «que vaya mandada por alguien que conozca bien la mar». Cumplido eso, añade Damsek, «el máximo escollo será salvar la vigilancia de mauritanos y marroquíes más allá de aguas senegalesas».

Entre el grupo que rodea al capitán de cayuco se encuentra Omar, de 25 años, ataviado con una camiseta de la selección de fútbol de Nigeria y un gorro de lana. Escucha atento la explicación y sentencia: «Yo mismo lo intenté hace unas semanas y nos tuvimos que dar la vuelta porque estaban empezando a saltar las tablas de la barca tras varios días de travesía».

Omar nos muestra en la playa cercana al astillero la piragua en la que se fue con un grupo de chavales de Rufisque el 13 de mayo. «Salimos a las tres de la mañana y subimos hasta Fass Boye, unos 300 kilómetros al norte. Allí ya éramos 77. Cuando estábamos a la altura de las costas del norte de Mauritania el tiempo empeoró».

«Esperamos dos días en una playa a que el mar se calmase, pero el capitán no fue valiente y dijo que nos dábamos la vuelta. Yo sé que nunca hay más de tres días seguidos de mal tiempo», explica este joven casado y sin hijos que se gana la vida de carpintero o faenando en las costas de Rufisque.

Diez días en el mar

Desde entonces está de vuelta en casa, tras diez días en el mar. La barca permanece ahora amarrada a una boya a una veintena de metros de la orilla. No parece, desde luego, que sea de nueva factura.

Frente al astillero sí hay sin embargo una piragua pintada sólo en marrón y gris, sin el acabado multicolor que tradicionalmente adorna las embarcaciones senegalesas. Alguien la ha encargado con la clara intención de rentabilizarla con un viaje a España, nos aseguran. Omar se ha interesado por ella, porque quiere volver a intentarlo. Ya se ve trabajando «en el campo, de vendedor o en una fábrica».

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