Zapatero y Rajoy se enzarzan por el modelo de Estado y la inmigración y pasan por alto a ETA

Ambos dirigentes se acusan de carecer de proyecto político El líder opositor dice que la seguridad en España está «peor que nunca» y el presidente le censura su gestión cuando ocupó la cartera de Interior

El Correo, 31-05-2006

José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy intercambiaron en el debate sobre el Estado de la Nación un amplio catálogo de reproches políticos sobre su supuesta falta de un proyecto para gobernar o para hacer oposición. El presidente del Gobierno y el líder de la oposición prefirieron enzarzarse en ese terreno y polemizar sobre seguridad e inmigración y el modelo de Estado y evitar el debate sobre el alto el fuego de ETA, un asunto sobre el que pasaron de puntillas para no abrir fisuras en el frágil consenso que han labrado y porque el pleno monográfico sobre ese tema se producirá en junio.

Esta circunstancia motivó que la sesión fuera menos crispada que la del año pasado, cuando la acusación de Rajoy a Zapatero de «traicionar a los muertos» por plantearse un diálogo con la organización terrorista encrespó los ánimos como pocas veces. En esta oportunidad, los rifirrafes en los escaños se pudieron contar con los dedos de la mano y el único incidente reseñable fue la disputa que mantuvieron Rajoy y el Grupo Popular con el presidente de la Cámara, Manuel Marín, por el tiempo asignado para las intervenciones.

El presidente del Gobierno y el líder popular se acusaron mutuamente de estar instalados en la nada política. Rodríguez Zapatero reprochó a Rajoy capitanear «una oposición fallida» integrada por «profetas del desastre que son un desastre de profetas» porque ninguno de sus augurios «catastrofistas» se ha hecho realidad. Recriminó al líder opositor no haber presentado «ni una» propuesta en el debate sobre el estado de la nación de este año ni en el anterior. El PP, añadió, pudo elegir entre una oposición «útil» o esperar a que «vayan muy mal las cosas» al Gobierno, y optaron por la segunda vía, que ha demostrado ser «una senda que no lleva a ningún sitio».

El líder opositor contraatacó y acusó al presidente del Gobierno de no tener «ni ideas, ni prioridades, ni proyecto». La gestión de Zapatero, insistió Rajoy, se limita a «seguir en el poder» a cualquier precio, aún a costa de «excluir» al PP de cualquier acuerdo en una clara muestra de «sectarismo». El dirigente conservador afirmó que las actuaciones gubernamentales se limitan a que de vez en cuando «se le ocurren cosas», pero en ningún caso se puede hablar de una forma de gobernar. Y remató: el de Rodríguez Zapatero es el Gobierno «menos preparado» de la historia de la democracia.

Catarata de cifras

Junto a estas mutuas acusaciones, el jefe del Ejecutivo y el presidente del PP se arrojaron una catarata de cifras sobre índices de criminalidad y oleadas de inmigrantes. Rajoy sostuvo que la situación es «peor que nunca» y Rodríguez Zapatero dijo que no es para tanto; en todo caso, añadió el presidente del Gobierno, el panorama era más difícil cuando el propio líder de la oposición estuvo al frente de Interior en la pasada legislatura. En aquellos años, sostuvo, los casos de criminalidad pasaron del 45,5 por mil personas al 50,5 por mil. Lo mismo ocurrió con la inmigración: Rodríguez Zapatero rememoró que fue con el anterior Ejecutivo cuando se batió el récord de llegada de pateras. El líder opositor replicó que por cada inmigrante que llega a Canarias se cuelan cien por los Pirineos.

Otros flancos para la dialéctica fueron las políticas territorial y exterior. En este último terreno, según el presidente del PP, la actuación diplomática del Gobierno es «cabizabaja y errabunda» en Europa mientras apoya a los «populismos revolucionarios» en América Latina. «España ha desaparecido del mapa», sentenció Rajoy.

El debate sirvió también para comprobar que el idilio entre el Gobierno y CiU va ‘in crescendo’. Un lapsus de Rodríguez Zapatero describió la situación mejor que mil palabras, y en un reproche a Rajoy se le escapó que el PP busca el abrigo de CiU para entrar «en el próximo Gobierno de Cataluña». Un reconocimiento que Durán Lleida agradeció y, a su vez, se ofreció para que los nacionalistas catalanes se incorporen a un Gobierno central socialista, aunque el apoyo no será «gratis».

El presidente del Gobierno se preocupó de que la notoria mejoría de las relaciones con CiU no fuera motivo de celos de Esquerra Republicana, su socio preferente desde el inicio de la legislatura. Evitó replicar a las críticas más ácidas del portavoz Joan Puigcercós y, en cambio, tuvo palabras comprensivas para la postura de los republicanos contraria a la reforma del Estatut. Es más, vaticinó que en un futuro no muy lejano ERC se sumará al consenso estatutario aunque voten ‘no’ en el referéndum del 18 de junio, y dejó claro que el acercamiento a la federación nacionalista que preside Artur Mas no va a suponer el olvido de los republicanos catalanes.

ETA, de pasada

Fue un debate extraño a la par que, y de forma excepcional, tranquilo. El principal argumento de la política nacional quedó al margen por el acuerdo alcanzado entre el jefe del Ejecutivo y el presidente del PP para soslayar cualquier confrontación sobre el diálogo con ETA y la apertura de un proceso de paz. Rodríguez Zapatero y Rajoy convinieron en una conversación telefónica que no era el tema de este debate, y pese a que los portavoces de otros grupos hicieron referencias al asunto, ambos se limitaron a enunciar unos pocos principios. El presidente del Gobierno dedicó trece líneas en su discurso de 44 páginas para pedir que «todos actuemos con generosidad» ante la oportunidad abierta por el alto el fuego de la organización terrorista y se reafirmó en su «determinación» para lograr «el fin de ETA».

El líder de la oposición tampoco se explayó y su alusión al tema ocupó cinco párrafos. En ellos, brindó su apoyo al Ejecutivo para que hable con ETA con el único fin de «conocer sus intenciones y comprobar si existe una decisión irreversible de abandonar las armas, disolver la banda y pedir perdón a las víctimas». En ningún caso, añadió, tendrá el respaldo del PP para «pagar un precio político a ETA, a sus cómplices o a sus sostenedores».

Sentados estos principios, no hicieron más referencia al asunto en las tres horas largas de duelo dialéctico que mantuvieron. El portavoz de CiU, ajeno al pacto de discreción, intentó suscitar el debate al reclamar al jefe del Ejecutivo que no cayera en la tentación de arrogarse «protagonismos personales» en la búsqueda de la paz y aconsejó que diera un papel relevante en esa tarea al líder de la oposición y al PP. Josep Antoni Durán Lleida también quiso ser previsor y anticipó que si el proceso de paz es un fracaso «el único responsable» será «ETA y su entorno». Ni por esas entró al trapo Rodríguez Zapatero.

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