España anda demasiado revuelta

La Voz de Galicia, 28-05-2006

Es como esos enfermos que no tienen un mal definido, pero sí malestar general. España no tiene una grave dolencia localizada, pero sí achaques varios que, en algún caso, podrían ir a más. De norte a sur y de este a oeste. Del relativo parón del proceso de paz vasco a la crisis de los cayucos en Canarias; de la preocupación catalana por el incremento de la delincuencia, o la trama valenciana para inflar el coste de Terra Mítica, al episodio de Lugo, que Cacharro considera casi ridículo, y el «manifiesto anticorrupción» de Baltar, capaz de reconocer por escrito que «corrupción ha habido, la hay y la habrá».

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Contra el dolor y el malestar, linimento Zapatero . Y jarabe De la Vega . No todo lo curan, pero algo alivian. El desespero del Gobierno canario por la continua llegada de cayucos no fue suficientemente atendido en la Moncloa. Cierto que la vicepresidenta habla a diario con el presidente Adán Martín , pero por más que Zapatero esté saturado había que recibirlo. Tuvo que intervenir el Rey , por teléfono, y al final Moncloa entendió que además de la atención diaria convenía una foto presidencial.
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Por el camino se han dicho tonterías varias en el Parlamento de Canarias, como reclamar a la Armada para blindar las islas y llevar remolcados los cayucos a sus puertos de origen. O sea, que se violen las aguas territoriales de Senegal, Mauritania o Marruecos, como si no tuviéramos bastantes frentes abiertos en política exterior. «Algo hay que hacer, porque es evidente que los cayucos no recorren 1.500 kilómetros durante seis días. Tiene que haber barcos nodriza que los sueltan a cincuenta millas de la costa, a la vista del relativo buen estado en que llegan sus ocupantes», explica a La Voz Francisco Palero , ex dirigente de Izquierda Unida que ahora lidera las pymes del archipiélago canario.
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Al final, la vicepresidenta convenció a la UE de que tiene que implicarse en la defensa del flanco sur del continente. En quince días habrá mejoría, se asegura, y todos contentos. Todos menos Acebes , pero eso ya es crónico y ahí no valen linimentos. Relacionar los cayucos con la ola de atracos en Cataluña o, en general, inmigración con delincuencia, no está a la altura de un ex ministro del Interior, que suele ser gente bien informada y con algún sentido de la responsabilidad.
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Del sur al norte, donde Otegi reclama atención a gritos porque «el proceso de paz se encuentra en estado de extrema gravedad». Por si acaso, Rubalcaba reforzó controles en aeropuertos y estaciones. Ramón Jáuregui , ex vicelendakari socialista, justifica el retraso en la aplicación de remedios: «Ellos tienen prisa porque han declarado una tregua permanente, se entiende que definitiva. Tienen que explicárselo a su gente, que está ansiosa y, de momento, no pasa nada. Pero hay que ser prudentes». Zapatero ahí, en vez se sacar el linimento, pisa el freno, esperando a Rajoy . El tiempo juega a favor del Estado y es imprescindible la unidad entre partidos, al menos entre los dos grandes. Por suerte para España, Rajoy no es Acebes. Ni Zaplana, que bastante ocupado está con el lío de las facturas falsas en Terra Mítica denunciado por los socialistas valencianos y del que ahora se ocupará el Tribunal Supremo.
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En Cataluña, entretanto, el nacionalismo no está en sus horas más gloriosas. Además de que el resultado estético del referéndum dependa de un leonés como Zapatero, resulta que cuando la delincuencia aprieta – y no es africana, sino eslava – hay que llamar a la Guardia Civil porque la policía autonómica no puede resolverlo. Entretanto, Maragall aún defiende el tripartito ante los empresarios – el pasado y el que pueda venir después de las elecciones – , pero su presidente, José Manuel Lara le reprocha que no ha tenido liderazgo y apuesta por la «socioconvergencia». O sea, Montilla presidente, y Mas primer consejero, o al revés. Y Maragall, a Turquía, o equivalente, aunque él amague todavía con seguir. Pero La Voz puede confirmar que la gente de Montilla ya funciona en clave electoral y con idea de abandonar Madrid en verano. «Nos vamos», anunció un hombre del ministro a este periódico, «pero antes hay que ganar el referéndum en condiciones». Por eso Montilla empieza su jornada laboral muy temprano en Madrid, participa cada tarde en un acto electoral en Cataluña, y regresa a Madrid de madrugada. Dios le bendijo con la necesidad de sólo cuatro horas de sueño al día.
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Esa prevista salida de Montilla del Ministerio para ser candidato a la Generalitat forzará la segunda remodelación del Gobierno. Ahí está Moratinos siempre en la quiniela, pero también los ministros «amenazados» con ser enviados a encabezar listas autonómicas o municipales, a lo que se resisten fieramente. Tanto López Aguilar, que no quiere oír hablar de Canarias, aunque ya Pepe Blanco lo anunciase, o Magdalena Álvarez para Málaga (ella preferiría la Junta de Andalucía, pero Chaves goza de excelente salud, física y política) o Carmen Calvo a Córdoba, que no aceptará a menos que Rosa Aguilar encabece la lista de Izquierda Unida en las generales. Claro que al final el que decide es el partido, o sea Zapatero, sin perder de vista que uno puede salir de ministro camino de ningún sitio, como parece que le ha sucedido a Bono .

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Corrupción municipal

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Y junto a la crisis de los cayucos, el parón en Euskadi, la madeja catalana que se desenreda y la trama valenciana de facturas falsas a favor de no se sabe quién, un pequeño seísmo, saludable, aflora casos de supuesta corrupción en ayuntamientos y diputaciones. Marbella es la capital, consentida, pero hay mil pequeñas Marbellas en España. Se anunciaba algo similar en Murcia, pero le ha pasado Alicante por delante. Y no sólo hay ediles del Partido Popular presuntamente implicados, como en Orihuela, o detenidos en Telde. También socialistas y de otras formaciones untando.

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Hay síntomas de denuncia generalizada, que si se hace con prudencia y datos, será positiva. Pero es imprescindible el valor, como para desarticular el fiasco del ciclismo español. Un tipo como Manzano, el primero que denunció la esclavitud médica de los ciclistas españoles, se echa en falta en cada ciudad, o al menos en cada provincia, en materia de urbanismo, del Cantábrico a Canarias, del Mediterráneo a las Rías Baixas.

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