REPORTAJE
Barreras en Senegal
El Periodico, 28-05-2006Lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. El secretario de Estado de Exteriores, Bernardino León, insistía el martes en Dakar (Senegal) en que “no hay que olvidar que existen mecanismos para inmigrar legalmente”. Pero lo cierto es que hoy por hoy, si uno es senegalés y no tiene familia en España, más vale que lo olvide.
En el 2005, la embajada española en Dakar concedió unos 4.000 visados y rechazó otras tantas peticiones. De ellos, 2.400 estaban vinculados a permisos de residencia, la mayoría por reagrupación familiar, y el resto eran de corta duración, por turismo o negocios. Para obtener un permiso de residencia en España, pues, la principal vía es la reagrupación de la familia. La otra opción es un contrato de trabajo suscrito en España, algo obviamente difícil de conseguir sin moverse de Senegal.
Ha habido ya alguna experiencia de contratación temporal en origen para campañas agrícolas, pero muy limitada. Lo que un trabajador senegalés necesita para emigrar es que un empresario español le reclame a él en concreto, en un trámite que se hace a través de las subdelegaciones del Gobierno en cada provincia. Una posibilidad casi residual, supeditada a tener familiares o amigos entre los 50.000 senegaleses que residen regularmente en España y que éstos encuentren a alguien que quiera contratarle sin conocerle.
Tampoco es fácil lograr un visado de corta duración, para estancias de menos de 90 días, generalmente turísticas o de negocios. La lista de requisitos es interminable: billete de ida y vuelta, reserva de hotel, seguro de viaje, las tres últimas nóminas, extractos bancarios de los tres últimos meses… La clave es acreditar recursos suficientes para convencer al consulado de que el viajero no se quedará en España.
Más del 60% de las peticiones son rechazadas, pero aún así es sabido que la mayoría de los que piden el visado de turista viajan para ver si pueden encontrar trabajo.
Largo papeleo
Unas 40 personas hacían cola ayer por la mañana ante la puerta lateral de la embajada española en Dakar, con muy pocas ganas de hablar. Anne, una joven que tiene familia en Madrid y ha pedido un visado turístico de 21 días, no puede disimular su nerviosismo. “Hace dos semanas presenté el montón de papeles que me han pedido, y hoy sabré si me lo dan”, dice.
Sin que nadie se lo pregunte, se apresura a aclarar que ella regresará: “Tengo un buen trabajo aquí, no tengo por qué emigrar. Aunque mucha gente sí se queda”.
Un par de años atrás había que pasar la noche en la cola, pero ahora un sistema de cita previa telefónica evita las aglomeraciones. De paso, ha propinado un duro golpe al negocio de los embaucadores que llegaban a cobrar hasta 10.000 euros a los incautos haciéndoles creer que podían influir en la concesión del visado, que en realidad cuesta 54 euros.
Así las cosas, para los jóvenes senegaleses decididos a buscar una vida mejor en Europa, la única opción en la práctica es el cayuco. A los pescadores, habituados a campañas en las costas de Liberia y Sierra Leona que duran meses, la travesía de seis días hasta las Canarias no les preocupa en absoluto.
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