Juntos en la desgracia
La Vanguardia, 28-05-2006La inseguridad en el seno de los hogares ha despertado la alarma en el mundo rural catalán en las últimas semanas, pero los asaltos a las viviendas unifamiliares con sus propietarios en su interior es más un fenómeno que se consolida a nivel global que una novedad en el mundo de la delincuencia. La internacionalización del crimen organizado ha traído consigo en España la importación de delitos de habitual factura en otros lugares del planeta. Bandas del Este y de Latinoamérica han realizado en los últimos años oleadas de asaltos en lugares como la periferia de Madrid o las costas del Levante.
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Normalmente, el fenómeno ha saltado a los medios de comunicación cuando la oleada ha sido especialmente intensa o cuando la violencia empleada ha sido desmedida. Uno y otro factores han provocado la alarma ciudadana y alentado la psicosis entre los vecinos.
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Como la banda de rumanos que el mes pasado atemorizó la sierra Norte de Madrid. No sólo robaban en viviendas con sus dueños dentro, sino también los ayuntamientos de las pequeñas localidades, de donde se llevaban los ordenadores con todos los registros municipales. La Guardia Civil detuvo a mediados de mayo a 22 rumanos a quienes se acusaba de haber realizado 260 robos en los últimos meses. En los registros realizados se encontraron objetos por valor de 300.000 euros, dando por hecho que se habían desecho de la mayor parte de lo robado en las viviendas. En los últimos meses se han sucedido las detenciones de grupos albanos kosovares, búlgaros o rumanos que se dedicaban a ese mismo tipo de delito en las provincias del Levante español.
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Pero esta misma semana no se habla en Madrid más que de los secuestros exprés que se han registrado en el barrio de Moratalaz. Varios empresarios han sido raptados y puestos en libertad en cuestión de horas tras pagar un rescate. Todo ello conforma el dibujo de la nueva delincuencia que existe en países en desarrollo y que va llegando por oleadas a la Europa rica.
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Lo que quizá haya impactado más profundamente en la opinión pública es que esos hechos violentos se hayan producido en un entorno rural, donde, al menos en teoría, el nivel de delincuencia es menor. Y es que la realidad de las cifras nos muestra que la delincuencia en el ámbito rural ha crecido mucho más que en el entorno urbano en los últimos quince años. En el año 1992 el número de infracciones penales registradas por la Guardia Civil ascendía a 277.598, mientras que el 2005 concluyó con 581.256, según informaron fuentes del propio Instituto Armado. A principios de los años noventa, uno de cada seis delitos se cometía en el ámbito urbano. Hoy en día son uno de cada cuatro.
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Mientras la criminalidad española ha crecido del orden del 40% en estos catorce años, la conocida en el territorio responsabilidad de la Guardia Civil se incrementó por encima del 100%.
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El año pasado no fue un buen ejercicio para la Guardia Civil, pues el número de delitos y faltas ascendió un 4,7% con respecto al año anterior. En concreto, los robos con violencia e intimidación, entre los que estarían comprendidos los asaltos violentos a las viviendas, pasaron de 107.956 a 110.754.
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Pero quizá lo más preocupante es que del total de robos violentos denunciados en los puestos de la Guardia Civil, 94.954 no se esclarecieron. Un porcentaje muy alto que es preciso que las autoridades pertinentes estudien con detenimiento. VICENÇ LLURBA La Europa sin fronteras terrestres ha supuesto muchas ventajas para los ciudadanos, pero también para los delincuentes. Especialmente para los que llegan del este de Europa. Los criminales se traladan hasta una zona de España previamente escogida, cometen una serie de robos y, cuando consideran que el viaje ha merecido la pena, regresan a su país para transformar el botín en dinero contante y sonante que pueden blanquear, por ejemplo, comprando viviendas en sus países de origen.
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Aunque la cooperación policial ha avanzado mucho en los últimos años, la realidad es que los fenómenos de estas características resultan imposibles de prevenir. Las fuerzas de seguridad cuentan, eso sí, con la ventaja de que los ladrones suelen ser muy avariciosos. Y en muchas ocasiones esa avaricia les hace caer directamente en manos de los agentes policiales.
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