La imparable inmigración
La Vanguardia, 28-05-2006El desafío determinante de nuestro siglo es la inmigración. En Estados Unidos, el 13% de la población ha nacido fuera del país, y el presidente Bush intenta en vano mediar entre los sectores xenófobos y la vasta coalición, que va desde los empresarios hasta la Iglesia católica, que considera el libre flujo de la mano de obra como un corolario del siglo XXI, la era los capitales y de las informaciones transnacionales. En Europa, el 6,4% de los ciudadanos ha nacido fuera de la Unión, y la fobia contra la inmigración ha sido quizá el factor que más ha dañado a la Constitución.
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La inmigración no se parará, ni con muros ni con expulsiones ni con panfletos. Pero para evitar que la opinión pública occidental, especialmente la de los sectores populares que no goza de los servicios de los inmigrantes y que constata el impacto de éstos en el trabajo y en los barrios, se rebele con sentimientos racistas, hay que administrar la inmigración con criterios razonables, compasivos, equilibrados y rigurosos. Julio es el mes más propicio para que los desesperados se echen al mar. El ministro Amato se bate estos días para que sea Europa la que asuma las competencias sobre la inmigración clandestina, pero es dramáticamente consciente de que el Sahara Occidental, desde Senegal hasta Mauritania, ve a miles de inocentes morir en el camino hacia una vida mejor.
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Con sentido de responsabilidad, Amato ha repetido que seguirá aplicando la ley vigente, la ley Bossi – Fini, hasta que se aprueben nuevas reformas, porque cree que se puede regularizar a los inmigrantes que tienen ya un contrato de trabajo. Mutilada la entrada de inmigrantes, nuestra economía se detendría hoy mismo. Sin fronteras controladas, Europa se lanza a un conflicto peligroso. Yel vía crucis de los condenados de la Tierra no es el mejor terreno para buscar un nuevo título.
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