Tras limitar a 30 horas adicionales el pasional debate sobre la reforma de inmigración planteada en Estados Unidos, el Senado federal ha llegado a un acuerdo legislativo con suficiente respaldo entre republicanos y demócratas como para combinar un mayor esfuerzo de seguridad fronteriza, un nuevo programa para la entrada de trabajadores temporales y una ruta para que millones de inmigrantes ilegales puedan eventualmente regularizar su precaria situación.

Las críticas han sido derrotadas por una mayoría bipartidista encabezada por figuras visibles como los senadores John McCain y Edward Kennedy, que no ha dudado en calificar la reforma como una de las decisiones más trascendentales para el futuro. Con todo, el consenso logrado no es más que el principio de una batalla adicional y aún complicada ya que, dentro del sistema legislativo bicameral de EE. UU., el texto debe ser conciliado con la versión aprobada por la Cámara Baja en diciembre.