La Europa creciente
El Correo, 24-05-2006La Unión Europea no ha conseguido salir de su parón constitucional ni adoptar las reformas económicas necesarias, pero se dispone a crecer en número de Estados miembros. En pocos años la UE podría pasar a estar formada por cerca de 35 países y nadie se atreve a afirmar que detrás no vengan nuevos candidatos. Por una parte, este crecimiento vertiginoso es una prueba del éxito de la Unión, a pesar de los pesares: los europeos que están fuera hacen todo lo posible para entrar en un espacio todavía sinónimo de libertad y prosperidad. Al mismo tiempo, este proceso de ampliaciones rápidas y seguidas pone de relieve la debilidad de Bruselas para profundizar en la integración política y exigir el cumplimiento de estándares políticos y económicos a los candidatos. Como ocurrió en 2004, esta mutación se va a producir sin mucho debate y casi por inercia. Tiene algo de huida hacia adelante y lo peor es que provoca intentos de paralizar este crecimiento con argumentos poco concordantes con el espíritu europeo, desde el egoísmo nacional a la xenofobia.
Los primeros Estados que verán cumplido su sueño europeo serán con toda certeza Bulgaria y Rumanía, que, a pesar de sus problemas para establecerse como Estados de Derecho, estarán dentro en 2007 o a lo sumo 2008. En seguida llegará Croacia, que negocia la adhesión desde el pasado otoño gracias al patrocinio de Austria. A continuación podrían entrar Serbia, Bosnia, Albania, Macedonia y, tras su polémico referéndum, Montenegro. La mayor parte de estos Estados son muy pequeños y frágiles y añadirán complejidad a una Unión en la que sólo hay cinco países considerados grandes. Kosovo es todavía una incógnita, que puede resolverse en unos meses si este territorio logra una independencia vía referéndum, una consulta será también utilizada por el nacionalismo vasco como valioso precedente. Turquía es un enigma aún mayor y todo indica que puede quedarse esperando mientras entran los demás aspirantes, aunque su solicitud date de 1987 y haya dado pasos de gigante hacia la Unión. Pero el enorme tamaño del país y el carácter musulmán de la mayor parte de su sociedad asustan a Estados miembros como Francia, Holanda o Austria y, cada vez más, a Alemania. Así que la Unión puede que pierda la oportunidad estratégica de integrar a Turquía. Posiblemente al decir no a Ankara se decida cerrar a la vez la puerta a Ucrania y Moldavia, candidatos asimismo complicados por razones geográficas.
A la vista de esta avalancha, los europeos deberíamos plantearnos las preguntas obligadas y difíciles: ¿Están todos los aspirantes preparados para participar plenamente en un proceso de integración complejo y exigente? ¿Tiene capacidad real la actual Unión de recibirlos? Pero esta generación de líderes europeos rehúye los debates de fondo y además ha relajado los criterios de admisión en la pasada ola de adhesiones de los países del Este. A diferencia de lo que ocurrió hasta 1995 (que se lo pregunten a los negociadores españoles de principios de los ochenta), ahora parece que se confía en que los aspirantes puedan resolver sus problemas de identidad, convivencia y viabilidad dentro de la Unión y no como condición previa a su entrada.
Los estudiosos de las ampliaciones pasadas afirman que cada vez que Europa ha crecido se han generado oportunidades y se ha avanzado en la integración. El panorama actual, sin embargo, contiene todos los elementos para desafiar estas conclusiones optimistas. En las pizarras de los analistas europeos, la alternativa para poder profundizar y ampliar al mismo tiempo son las teorías de la Europa a varias velocidades, pero no tienen validez práctica más allá del euro o de la defensa. La otra vía para afrontar las ampliaciones es aprobar la Constitución europea, que haría menos amenazante este crecimiento vertiginoso en número de Estados, pero no es nada seguro que el miedo a las ampliaciones vaya a permitir relanzar la Carta Magna en 2007. En todo caso, sin debates y reformas en los candidatos y en la propia Unión, no será posible gestionar con eficacia y aceptación social una Unión de 35 países, en la que habrá diferencias abismales en cultura política y en niveles de desarrollo económico y social.
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