Vuelco mortal. Viajaron desde Bruselas al enterarse del accidente del autocar el pasado domingo, pero los familiares de uno de los fallecidos tuvieron que esperar en la calle la llegada de nuevas noticias, porque en el hotel de las víctimas no querían que estuvieran en el 'hall'

'Invitados' a abandonar el hotel

El Mundo, 24-05-2006

El Founchi Mohamed falleció el pasado domingo. Viajaba en el autobús que volcó en la carretera de Burgos a la altura del término municipal de Pedrezuela. Fue uno de los siete muertos. La noticia llegó por teléfono a sus familiares, que residían junto a él en Bruselas.Como es de imaginar, el accidente destrozó a la familia. Inmediatamente, Radia Amenian, su mujer, cogió a sus cuatro hijos, tres chicas y un chico, y se dispuso a marchar rumbo a Madrid lo más rápido posible. Tras mucho buscar, consiguieron plaza en un vuelo. Lo cogieron sin mirar el precio. No dudaron. En el viaje le acompañaba el hermano y la hermana de su marido fallecido.


Finalmente, a primera hora de la mañana de ayer llegaron al Aeropuerto de Barajas. El primer lugar al que se dirigieron fue al Anatómico Forense. Después de reconocer el cuerpo de su marido, padre y hermano, la familia Mohamed se dirigió a la mezquita para orar juntos en su honor. Tras varias horas de rezo, cuando ni cuerpo ni alma podían más, buscaron algún lugar donde descansar. Todas las voces a las que preguntaron le señalaron el sitio al que debían ir: el Hotel Sancho.


Este hotel había sido el elegido por la Comunidad de Madrid para albergar a todos los heridos del accidente. Pero Radia y familia elgieron mala hora para acercarse a él. Eran las 16.11 horas.Pocos minutos antes habían entrado los conductores del autobús siniestrado tras prestar declaración ante el juez. Le siguieron diversos familiares de distintos puntos de Europa, como Said.«Vengo de Holanda a ver a mi padre, que ha sufrido diversas heridas», decía. «Anoche durmió fatal en el hospital. Por eso quiero que se venga conmigo a este hotel, porque con 73 años, está en shock y sólo habla francés. Si se aloja aquí conmigo estará más tranquilo».Pero sus esperanzas se verían interrumpidas drásticamente.


Justo cuando Said entraba en el hall del hotel Sancho, lo hacían tras él tres familias, entre ellas la de El Founchi. La diferencia era que mientras los demás allegados de las víctimas iban en ropa de calle, Radia y compañía lo hacían con vestimentas musulmanas: hiyab y chilabas de diversos colores. La imagen no debió gustar a los encargados del recinto.


Todos juntos duraron en el hall del hotel 10 minutos. Pasado ese tiempo, la dirección del hotel les invitó a abandonar el mismo. Pero como la mayoría no entendía el español y sólo hablaban árabe y algo de francés, el «¡fuera, fuera!», tuvo que ser traducido con vistosos gestos por una miembro de Emergencia Social. Lo hizo según sus palabras para que «la cosa no pasara a mayores», pero para los que fueron invitados a salir ya había pasado.


«¡Los han echado del hotel, les han dicho que se largaran!», gritaba un voluntario que se ofrecía a llevar a la familia de El Founchi a su propia casa «porque nadie les hace caso». «Los han echado sin más y aún no sabemos por qué. He oído que porque no estaban registrados en el hotel y no tenían dentro a ningún familiar, pero es que el suyo se ha muerto ¿Tienen culpa de eso? ¡Ellos también son víctimas!», gritaba haciendo aspavientos con las manos.


Mientras, Rhimo Harrous, voluntaria de la Asociación Churouk, intentaba calmar a Radia, la madre, que había roto a llorar.«Somos su familia, lo era todo para nosotros ¿Cómo quieren que no viniéramos todos? ¡Era mi esposo! ¡Su padre! Ellos han sufrido como los que más ¿Qué querían que se quedaran esperando?», se preguntaba Radia entre sollozos mientras la obligaban a sentarse en una silla de la terraza del Restaurante León, situado al lado del hotel. Pero ella no era la única que pregonaba su perplejidad sentada en una silla de metal. Dos mesas más arriba, Rachib, natural de Tánger, no sabía qué hacer. Estuvo hospedado en el Sancho, pero el malestar por la heridas y las fracturas le hicieron volver al hospital, que ya le había dado el alta dos veces. No le atendieron una tercera y decidió volver al hotel por sus propios medios. Pero tampoco le dejaron entrar. Emergencia Social tuvo que trasladarlo a otro. «Es una pena que tres días de trabajo puedan quedar emborronados por un incidente que nos es ajeno», comentaba un sanitario.


Finalmente, la llegada de Laura Ruiz de Galarreta, directora de Voluntariado y Promoción Social de la Comunidad, y de Gilles Heyvaert, ministro – consejero de Asuntos Políticos de la embajada belga, acabó por solucionar las cosas. Los familiares consiguieron alojamiento y las repatriaciones se aceleraron. Ayer por la noche, Radia pudo viajar a Marruecos acompañando el cadáver de su marido, pero la dirección del hotel no ha querido hacer ningún tipo de declaración acerca de por qué les echaron del hall.

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