Tribuna Libre. Menores inmigrantes

Canarias 7, 23-05-2006

Ha sido el Cabildo de Tenerife un ejemplo de administración cercana, resolutiva y ejecutora de las políticas de inversión necesarias, mucho más allá de sus competencias. Esta casa, la de todos los tinerfeños, ha financiado planes y programas a administraciones mayores y pequeñas, a instituciones sanitarias ó educativas.

En asuntos como la inmigración, en el que tampoco este Cabildo tiene competencias, su apuesta por programas de integración, cofinanciación de infraestructuras y acogida de menores inmigrantes está fuera de toda duda. La solidaridad de esta institución y por ende de los tinerfeños, no puede cuestionarse. Pero la situación de los menores inmigrantes no puede obviarse por incómodo que resulte a muchos hablar de ello e incluso por las interpretaciones malintencionadas que pudieran tener estas palabras.

A éstos, a los menores inmigrantes no acompañados, es a los que quiero referirme. Y es que, independientemente de que la legislación actual tenga como consecuencia que los mismos sean separados del grupo de adultos con el que viajan para pasar a la guarda de la Administración pública competente del lugar y ser acogidos en la Isla hasta su mayoría de edad, cuestión para la cual han de pasar en muchos de los casos años, no podemos continuar obviando algunos detalles para los que creo importante una reflexión más profunda, por supuesto, si como dice la legislación, el interés supremo es el del menor.

Quién asegura que lo que hay que hacer por su interés, cuando llega a tierra extraña sea separarle del grupo de adultos con el que viaja desde hace no se sabe cuanto tiempo, entre los cuales pueden encontrarse amigos, vecinos, conocidos nuevos ó conocidos viejos por los que han sido incluso protegidos – que probablemente conocen su origen y son el único eslabón posible para la reunificación familiar cuando los mismos ocultan sus datos – que conocen su idioma y les entienden, que pueden ayudarles y por tanto se han convertido en su único bastión de seguridad. Quién podrá atender el tremendo daño psicológico que esta situación nos produciría a cualquiera de nosotros. Incluso siendo adultos, sería difícil reponerse a una detención en un país extraño, con idioma desconocido y traslados lejos de aquellos de nuestro país con los que llegamos.

Vivir en un lugar desconocido, sufrir en tantas ocasiones miradas y palabras discriminatorias sin saber cuándo y a donde iré en el futuro. O si, quizá, después de tanta mala suerte, al cumplir los dieciocho vendrán a buscarnos para devolvernos al país de origen y nuestros esfuerzos y los de quienes me acogen habrán servido para bien poco, más bien para retrasarnos el destino y las esperanzas unos años y hacernos sufrir un poco más.

Los menores inmigrantes no pueden ser tratados con las mismas reglas que los menores nacionales acogidos por desamparo, su condición de extranjeros ha de garantizarles un trato específico y reforzado. Su situación es distinta, así como sus características y necesidades. Y aunque profesionales del sector han trabajado y trabajan para facilitarles una vida mejor, educación y apoyo psicológico, nos quedamos muy lejos de lo que habría que ofrecerles. A veces el idioma nos impide lo más necesario, lo más urgente, trabajar en la mejora de su bienestar emocional.

Sufriendo un doble desarraigo, el primero en origen y el segundo a su llegada aquí, generamos un doble problema difícil de superar. No sé si es un mal menor, no sé si es evitable y existen otras alternativas, pero la actual no termina de parecerme la mejor de las posibles y hago este ejercicio de reflexión en voz alta intentando a la vez convencerme de que hacemos todo lo que podemos hacer. Intentamos la única salida posible con las instrucciones actuales: la integración. Puede que la tan cacareada revisión de la ley del menor para abordar las especificidades de estos sea una buena oportunidad para dotarles de una legislación adecuada a su realidad.

Agradezco cada día más a cada uno de los barrios y municipios que les acogen y les reciben como otros vecinos más. En estos momentos de incesantes llegadas la colaboración vecinal se valora más que nunca. Espero poder agradecerles a todos públicamente su apoyo y ayuda.

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