Un colapso en los Registros Civiles

Canarias 7, 22-05-2006


Las Palmas de Gran Canaria


El fenómeno de la inmigración trae consigo una transformación de la sociedad que la recibe. Esos cambios tienen que ser asumidos por todas las instituciones y entre ellas los Registros Civiles. El juez Rafael Passaro explica que el Registro Civil «chirria por todas partes, está anticuado y no puede enfrentarse adecuadamente a una sociedad diferente con necesidades diferentes». No en vano, la legislación que regula a este órgano es del año 1957.

Y es que todo el mundo tiene que pasar por las oficinas de este órgano dependiente del Ministerio de Justicia para inscribir nacimientos, matrimonios, defunciones o solicitar la nacionalidad y no es sólo cuestión de gente sino de legislación. Los funcionarios del Registro Civil tienen que ponerse al día en lo que se refiere a las leyes de todos los países de donde proceden los miles de inmigrantes que acuden a realizar sus trámites.

«Sólo en las peticiones de nacionalidad hay que ser muy cuidadosos porque la obtención de la misma depende de otros países», señala Passaro.

También existe el problema de la documentación. Hay inmigrantes que aparecen con documentos que no cuentan con la seriedad que sería deseable. Los funcionarios se enfrentan a papeles que no saben si están en regla o que sí sirvan efectivamente de acreditación para la gestión que se desea llevar a cabo. Es en este momento cuando el trabajo con los consulados se hace imprescindible. «Trabajamos estrechamente con las instituciones consulares que nos ayudan a entender cómo y qué documentación se tramita en sus respectivos países», indica Passaro. «Lo cierto es que el trabajo que normalmente se hace en un Registro Civil se encuentra en estos momentos totalmente distorsionado», sostiene el juez, «por lo que se hace necesario más medios y, sobre todo, más personal». En el caso concreto de Las Palmas de Gran Canaria, Passaro ha tenido que tomar la decisión de incluir a una segunda persona en los trámites de nacionalidad, «esto supone que otra sección cuenta con alguien de menos y encima no es suficiente, la demanda es tal que necesitaría una tercera», señala Passaro.
Rechazados

Juntos doce días

Una juez del Registro Civil de Yecla consideró que una pareja formada por un español, y una marroquí no se conocían lo suficiente para crear una unión. La contrayente no sabía ni dónde ni cuándo nació su futuro marido, ni su primer apellido, ni tan siquiera su edad, se comunicaban por gestos y habían estado juntos sólo 12 días. El Consulado General de España consideró que el fin último del matrimonio era salir del Marruecos.

Casarse fuera

En este caso concreto se rechazó la petición de inscripción del matrimonio celebrado en La Habana en el Registro Civil español porque la pareja se había conocido tan sólo dos días antes de la celebración. Ella no pudo contestar ni una sola pregunta personal sobre su nuevo marido cubano. Tampoco mantuvieron relaciones epistolares o teléfonicas antes de ser presentados, por lo que el juzgado declaro el matrimonio nulo por simulación.

Una menor de 15 años

Un español de 40 años, divorciado, pretendía casarse con una niña marroquí de 15. Un hermano de la joven llevó a «su futuro marido» a su casa en Ksar El Kebir, visita que repitió una segunda vez. La muchacha no pudo contestar la procedencia de su pareja. Tampoco puede hablar con él porque no hablan el mismo idioma. Él, por su parte, afirma que la novia miente y que su futuro cuñado se fue a vivir con él y las familias acordaron el noviazgo. Fue rechazado.
El amor también puede llegar desde el otro lado de la frontera
(Foto: canarias7)AMPLIAR

Felices. Estefani y Mustafá viven felices desde hace 14 años.

Mustafá Sow y Estefani Morera llevan 14 años juntos. Años en los que se han tenido que enfrentar a los prejuicios de la gente, a la ley y a una situación económica difícil. Sin embargo, han podido con todo y disfrutan hoy de su hogar y sus dos hijos. «Todo el mundo pensaba que yo me casaba para obtener los papeles», cuenta Mustafá, «y no es sólo que llevemos tanto tiempo juntos sino que yo ni siquiera he solicitado la nacionalidad».

Estefani habla con naturalidad de los problemas a los que se han enfrentado. Con una sonrisa en los labios narra como conoció a Mustafá a los 14 años de edad «y ya no me dejó escapar». Ella ha tenido que escuchar que se casaba con Mustafá «por sexo o que yo le mantenía o que yo era una prostituta que acompañaba de paseo a un cliente», verdaderas barbaridades.

Ellos también tuvieron que lidiar con la sospecha de ser un matrimonio de conveniencia. Las autoridades canarias estuvieron a punto de expulsar del país a Mustafá después de haberse casado y ser padre de un niño. «Fue horrible», cuenta, «querían anular nuestro matrimonio». Afortunadamente, Ángela, una abogada de Telde se tomó muy en serio su caso y logró que todo se solucionara y pudieran seguir con su vida.

Mustafá llegó desde Senegal en 1992, «en aquel tiempo no había pateras y gracias a influencias logré un visado», sostiene. Su intención era mantener a sus siete hermanos y, no sólo lo ha logrado, sino que además encontró la felicidad y la estabilidad. «Mi mujer y mis hijos son mis amigos, por ellos y para que vivan bien hago lo que sea», señala. Para ello trabaja de traductor por las mañanas y muchos días se dirije a la zona turística del sur de Gran Canaria a vender relojes. Sabe que, por desgracia, se pasarán la vida teniendo que demostrar su amor, «y es que la gente te juzga sin conocerte ni tratar contigo, pero a palabras necias oídos sordos», resuelve Estefani. «Por eso», afirma Mustafá, «siempre quiero que Estefani vaya la más elegante y que no le falte de nada».

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