Reencuentro con las raíces

La Voz de Galicia, 22-05-2006

No hay relato de emigrantes que no se refiera a las malas condiciones que atraviesan en sus entornos. Son historias similares y parecen tener el mismo hilo común. El declive de sus economías los expulsa como balones de aire hundidos en el agua. Carlos Alberto Herrero López, y miles como él que tienen la etiqueta de emigrante, es una víctima más del anacronismo en que se sumen sus vidas.

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Ha decidido, con 47 años, empezar de nuevo. La vida es cíclica y es un eterno comienzo. «En mi país – afirma – sufrí el desempleo durante cuatro años. No encontraba trabajo porque allí consideran vieja a una persona de 34 años». Es evidente el mal crónico de los países en vías de desarrollo, en los que el que sufre más no es nunca quien sustenta el poder. «Estábamos mal pagados, pues allí los sueldos son muy bajos», afirma.

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Eso y más cosas, como por ejemplo el futuro de su hija, recién llegada a Galicia, hicieron crecer las alas de este hombre, que voló alto. Atravesó el mar huyendo de aquella vida. Estaba determinado a empezar de nuevo. «La idea era venir yo primero, como cabeza de familia, sentar las bases, encontrar empleo, lograr después los objetivos de poder reagrupar a la familia. Me ha esforzado – afirma – por buscar para ella una calidad de vida».

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En este propósito lo ayudó su hermano, que es español. Le mandó el dinero del billete y lo albergó en su casa mientras buscaba situarse. Pero él tenía un as en la manga. Es español. Gallego. Hijo de españoles, padre andaluz y madre gallega, que emigraron huyendo de la Guerra Civil. Esto explica por qué pisó dos veces Galicia: primero en 1978, gracias a un programa llamado Venezuela 5000. «Era una manera accidentada de conocer la tierra de mi familia materna, pero no llegué a conocer a ninguno de ellos»; luego, volvió en 1985 como turista. Después, todo cambió.

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Aunque ha pasado por el aro del desempleo, tiene guindas para esta tierra en la que el inmigrante no siempre es bienvenido. «Lo pintan allá como algo fácil, pero hay muchas paredes gigantes con las que hay que luchar. Entiendo que muchas personas no lo ven muy bien, que vengan inmigrantes, pero hay una gran mayoría que lo apoyan».

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De Galicia valora sobre todo la tranquilidad, la seguridad que da el buen estado de la sanidad pública y también el hecho de que es una tierra generosa: «Los gallegos, cuando te dan algo, lo hacen sin miramientos, sin escatimar esfuerzos», dice Carlos Alberto. De ahí su agradecimiento para la familia gallega que lo acogió en esta tierra de agua, hórreos y gaitas.

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