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Cayucos en el paraíso turístico

El Periodico, 22-05-2006

Sensación de vivir. La playa de Los Cristianos podría ser el escenario de uno de esos anuncios que venden refrescos exaltando la dorada juventud. Aguas cristalinas, cuerpos al sol y jóvenes jugando a voley playa componen un paisaje de ensueño en uno de los enclaves con más gancho turístico de Tenerife.
Aquí, los turistas son bien recibidos. Esta localidad, donde los hoteles mastodónticos han pisoteado las extintas casas de pescadores, está pensada para ellos. El pueblo está lleno de restaurantes con rótulos en inglés y alemán y de pubs ingleses. Por las calles, pasean jubilados británicos dispuestos a arriesgarse a un cáncer de piel con tal de aprovechar el último rayo de sol y la noche es coto de hooligans amantes de borracheras y peleas.
La oleada de cayucos desata aquí un contraste entre el primer y el tercer mundo. A Los Cristianos, uno de los escenarios de ocio y relax de la rica Europa, llegan cientos de subsaharianos fugados de la cárcel sin futuro en que la pobreza convirtió África. En resumen, sensación de vivir contra sensación de sobrevivir en un pueblo a donde nunca llegó una patera y que, de pronto, en el 2006, ha recibido a 2.500 inmigrantes.

Movilización
Para evitar que la inmigración tenga efectos negativos en el turismo, Canarias se ha movilizado. El consejero de Turismo del Cabildo de Tenerife, José Manuel Bermúdez, explica que sus delegaciones en Alemania y Gran Bretaña ya han entrado en contacto con los grandes operadores turísticos. “Nos preocupa la imagen que la prensa amarilla británica o alemana ofrezca de la llegada de inmigrantes”, dice. El temor es que den la idea de que los cayucos son un peligro para el turista.
“Transmitimos a los operadores que la situación es de normalidad”, explica Ricardo Fernández de la Puente, el gerente de Ashotel, la asociación de hoteleros. “Por ahora, no ha habido ninguna cancelación”.
José Alberto González Reverón, el alcalde, alerta de que “la ola de cayucos no es una imagen deseable para un pueblo que vive del turismo”. La inquietud es grande. “La tragedia de los inmigrantes me conmueve, pero si los turistas cogen miedo y se van, los que moriremos de hambre seremos nosotros”, dice la dueña de una heladería.
Para los turistas, los cayucos son una atracción. Cada vez que uno arriba al puerto, decenas de extranjeros se agolpan para ver el desembarco. “Me dan mucha pena”, dice una inglesa, que añade: “Al verlo en directo cambia tu idea de los inmigrantes. Descubres lo que sufren”. A su lado, un jubilado de Zaragoza reconoce “el valor” de los inmigrantes y se pregunta: “¿Cómo se soluciona esto?”

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