A DIESTRA Y SINIESTRA

A DIESTRA Y SINIESTRA: Espaldas mojadas

El Mundo, 22-05-2006

El Senado de EEUU aprobó la semana pasada la erección de un gran muro de casi 600 kilómetros de longitud en la frontera con México.Para erecciones, Bush. Gracias a ésta y a la quema multitudinaria de bibliotecas en Bagdad, auspiciada por eruditos marines, el presidente norteamericano podría pasar al ranking universal de monarcas megalómanos, uno de los tantos que levantan murallas y destruyen libros a gran escala. El antecedente supremo es Shih Huang Ti, aquel mítico emperador chino al que Borges dedicó dos páginas gloriosas, el mismo que ordenó erigir la Gran Muralla y borrar todo lo escrito antes de su nacimiento. Aparte de la destrucción de manuscritos coránicos y de otros documentos de incalculable valor, no hay ninguna otra relación memorable del presidente norteamericano con la literatura. La única vez que se le recuerda con un libro en las manos fue justamente en el momento en que ardían las Torres Gemelas. Estaba leyendo a unos niños un cuento titulado Mi mascota la cabra. Con esa anécdota y esa bibliografía, Borges no saca ni para una nota a pie de página.


Cayó el Muro de Berlín y con los pedazos se ha reconstruido media Europa. Pero con los muros pasa como con los michelines o con las arrugas de la alfombra: tiras uno en Alemania y sale dos décadas después en Israel. Paras la construcción y sale otro más gordo en la frontera mexicana. Mucho mejor, más duradero y limpio que los muros, son las fronteras naturales. En la que hay entre Suráfrica y Mozambique está el Parque Krüger: los emigrantes que se atreven a cruzarlo suelen acabar en las tripas de los leones. En España no tenemos por qué preocuparnos por alzar muros ni alimentar leones, porque nos rodea el océano y, como muralla, no se ha inventado nada mejor. Los castillos medievales tenían un foso para ahogar caballeros andantes y Canarias tiene las fosas atlánticas, que es donde van a parar los actuales caballeros andantes, esas familias de emigrantes perdidas, centrifugadas de ese interminable drama medieval de la peste, la guerra, el hambre y la muerte que se llama Africa. Hasta el Rey, nada menos, ha llamado al presidente canario, preocupado por la avalancha de cayucos. Tanto hablar de república y va la institución monárquica y muestra un repentino brote de conciencia social, como si fuese a prestar un ala del Palacio Real para que la habilitaran como campo de refugiados. Pero qué va. A quien prestaba su preocupación, apoyo y solidaridad la Familia Real era a los canarios. Lo bueno de tener un foso de agua no es sólo que te ahorras la pasta de levantar uno de piedra, sino también el trabajo de limpiar la conciencia a diario. Nuestros espaldas mojadas no son metafóricos: llegan mojados, reventados después de cientos de kilómetros de odisea marina, abrasados de sed, quemados por el sol, zarandeados por las olas. Caballeros andantes en busca de auxilio a los que Europa en general, y España en particular, les da (muy educadamente, eso sí) la espalda.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)