Los hijos desubicados
En Marruecos son los españoles y en España, los marroquíes. De padres inmigrantes, se debaten entre dos lenguas, dos religiones, dos culturas
Diario Sur, 21-05-2006«AL final no saben bien dónde se sitúan. Hemos visitado Marruecos para ver qué concepto tienen de ellos allí y en muchos casos no están muy bien vistos. Se acentúa aún más con las chicas, sobre todo sin van vestidas de forma occidental».
Cristóbal Ruiz, profesor del departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Málaga es el autor de una tesis doctoral en el que se analiza la construcción de la identidad por parte de los hijos de inmigrantes marroquíes que viven en la provincia. El análisis, en cuya elaboración ha participado un equipo de investigación del departamento y Málaga Acoge, se ha efectuado a partir de casi un centenar de entrevistas y del seguimiento durante un año de cuatro adolescentes.
Los resultados ponen de manifiesto los conflictos y dificultades a los que se enfrentan por nadar entre dos culturas – a veces contrapuestas, a veces excluyentes – y también que los handicaps son menos cuanto mejor es la posición socioeconómica de partida. Los nombres han sido modificados para evitar su identificación. Estas son parte de sus historias de vida.
CASO ALI
El chico sin amigos
«Tuve un problema con una niña que me gustaba. Delante mía no le decían nada por no parecer racistas, pero por detrás le decía que se pensara eso de salir con un moro. Cuando llamaba a su casa por teléfono y preguntaba a su madre por ella sin decir mi nombre sí estaba, pero cuando decía mi nombre, nunca estaba ¿no te parece raro? Por eso, por miedo a ser rechazado no me lanzo muchas veces a hablar con la gente, por si pasa algo y me dicen: mira el moro ese, o algo así». Ali tiene 17 años, lleva siete en España y resume de esta manera lo que en su caso es el asunto que más está afectando a su vida: el rechazo que siente por parte de los chicos, y especialmente, de las chicas. Tanto, que llega a ver en su trabajo temporal un refugio contra la soledad de los fines de semana, vacaciones y festivos: «No salgo, no tengo amigos».
El adolescente ha neutralizado los rasgos que le identifican como diferente, y así le gusta aparentar la misma imagen que sus compañeros: «Cuando me dicen moro parece que soy de otro mundo».
Educado en un modelo patriarcal en el que el respeto a los mayores es el valor fundamental, el adolescente apenas presenta conflictos en su casa. Asume lo que el padre dicta, y lo hace aún en los casos en los que no está de acuerdo. Al chico le hubiera gustado llegar a la universidad, pero, a fuerza de escucharlo en casa y en la escuela, ha interiorizado que no vale para los libros:«Me gustaría seguir estudiando y ser alguien importante, pero no valgo», dice. La investigación pone de manifiesto que en ningún momento se cuestionan ni las dificultades económicas ni los posibles déficit de un modelo educativo que tendría bastante que decir en un fracaso escolar que el chico ha asumido como parte de su identidad. Ali acude a clase de religión católica, y su padre no ve problema en ello: «La religión se lleva en el corazón. No se estudia o se memoriza en la escuela. Me da igual que mi hijo aprenda religión cristiana».
CASO YUSRHA
Entre dos mundos
De los cuatro, el de Yusrha es el caso que mejor ejemplifica las contradicciones a las que se puede enfrentar una chica criada en España pero perteneciente a una familia de inmigrantes con arraigadas tradiciones musulmanas. La adolescente, de 15 años, ha asumido los valores familiares impuestos, que han formado su identidad como mujer.
El padre de Yusrha ejerce un fuerte autoritarismo: toma decisiones por los miembros de la familia y dicta las normas del día a día. En su casa, por ejemplo, está prohibido poner música española, y la adolescente sabe que bajo ningún concepto su padre aceptaría que ella se casara con un español. Pero hay cosas más graves. En casa de Yusrha sólo se habla árabe. Sus padres, a pesar de los 14 años que llevan aquí, no han aprendido español, y la chica, que lleva en España desde el año y medio no habla árabe. Hay una casi absoluta incomunicación entre ellos: «Yo en mi casa apenas hablo. Hablan mis hermanas mayores con mis padres porque ellas sí sabe hablar árabe, pero yo no, porque como llevo mucho tiempo fuera de Marruecos pues…». Según el estudio, la tensión por esta falta de comunicación provoca en la Yusrha un estrés crónico.
Aunque en este caso, también el medio escolar considera a la chica una mala estudiante sin tener en cuenta consideraciones externas, los profesores coinciden en valorarla por su conducta. Yusrha mantiene en el colegio el respeto hacia los mayores y la disciplina que le han inculcado en casa. Esta conformidad con las normas de la cultura académica hace que parte del alumnado la margine. Esta marginación también es detectada por la chica cuando quiere expresar signos de su identidad musulmana: «Los compañeros de clase dicen que es injusto, pero a mí me gusta llevar el pañuelo».
CASO SAID
Las claves del éxito
Said ejemplifica el peso vital que las condiciones socioeconómicas de partida tienen sobre la adaptación, evolución y éxito de un hijo de inmigrantes. Perteneciente a una familia de clase media alta de Casablanca en la que ambos cónyuges trabajaban, en el momento de la investigación el chico apenas lleva dos meses en Málaga, ciudad a la que el padre ha emigrado en solitario después de que quebrara la empresa en la que trabajaba en Marruecos. El deseo de que los hijos obtengan estudios universitarios es la motivación principal del proyecto migratorio de la pareja, que no ha dudado en separarse para ello y en realizar cualquier otro tipo de sacrificio.
Said viene de estudiar en un colegio privado marroquí, en el que ha alcanzado un buen nivel académico. Domina el francés a la perfección, lo que le facilita aprender de forma rápida el español. Además el chico ha adquirido buenos hábitos de estudio, por lo que su bagaje formativo es consistente.
«El caso de Said es la excepción que confirma la regla. Es el caso del único moro que estudia y que no da ningún problema en el instituto». De esta forma expresa una profesora del chico lo que opina respecto a él y al resto de inmigrantes. En pocos meses, el niño pasa del grupo considerado de más bajo nivel al grupo A, al que todos reconocen como el de los ‘empollones’, y que acogen a Said como uno de los suyos. El padre no ha dudado en aceptar que el chico esté inscrito en clase de religión católica, ya que era necesario para pasar de grupo.
La investigación pone de manifiesto la alta autoestima de Said, construida a partir de la valoración de su entorno y asentada en un modelo educativo basado en la comprensión. «Vive aquí, tiene que tener más libertad», asegura su padre.
CASO YAMILA
Rebelde con causa
El caso de Yamila es el más tremendo y dramático de todos los investigados debido a la realidad cultural, económica y social de la propia familia y a las violentas repercusiones que tienen sobre la adolescente, de 15 años.
La chica, hija de madre soltera en Marruecos, fue adoptada por una matrimonio muy pobre de una zona rural, que llega a España en patera y que recorre durante años diferentes ciudades para trabajar en el campo. La situación de los padres adoptivos hace que Yamila pase hasta por siete entornos diferentes, ya que se tiene que quedar al cuidado de familiares, y por cinco instituciones educativas. Las consecuencias del desarraigo sufrido por la chica pronto se empiezan a manifestar en forma de una rebeldía que, según la investigación, surge de las propias necesidades de supervivencia. La actitud de la chica hace que la familia la envíe a Marruecos para casarla, en un intento de hacerse con su control. Tenía sólo 12 años. Según narra en las entrevistas la propia protagonista, en Marruecos sufre reiterados sucesos de malos tratos por parte de su suegra, por lo que reclama a sus padres el regreso, algo que ocurre.
Ya en Málaga, Yamila y su familia viven en una casa sin muebles, ni luz, ni agua caliente… y con la humedad calada entre los huesos. La historia vital de Yamila y los sucesos que vive dentro del hogar – con episodios muy violentos que se generan por el deseo de la chica de participar de las costumbres de la sociedad de acogida – así como las circunstancias en las que se desarrolla su existencia conducen inevitablemente al fracaso escolar. Desubicada culturalmente, maltratada en el hogar y excluida de la escuela, Yamila, aún una cría, decide, tras cinco meses aquí, regresar a Marruecos con su marido.
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