Familia rota, familia feliz

ABC, 21-05-2006


Sockna, ahora ya tranquila, cuenta que su hijo superó 1.500 kilómetros en cayuco para llegar a Canarias

TEXTO Y FOTO: LUIS DE VEGA

SAN LUIS (SENEGAL). El rostro de Sockna Der reflejado en el espejo del armario no aparenta los cincuenta años y ocho hijos que lleva a sus espaldas. El semblante triste de esta mujer se ilumina cuando explica que el mayor de sus descendientes ya no está con ellos. Ousman, nacido en 1980, se embarcó en uno de los innumerables cayucos que han partido en los últimos meses desde las playas de San Luis de Senegal, una cincuentena de kilómetros al sur de la frontera de Mauritania.

Hasta 28 miembros de familia Der viven agolpados en una casa del barrio de Leona Auclaire de este antiguo enclave de la Francia colonial. San Luis malvive de su glorioso pasado – fue declarada patrimonio de la Humanidad – con la llegada de turistas cuyas divisas parecen pasar por delante de las narices de la mayoría de la población local sin que ésta los huela. No es un caso raro en el continente africano, donde las inversiones a menudo llenan los bolsillos de unos privilegiados.

Sockna esboza una sonrisa y siente una especie de paz interior cuando cuenta la peripecia de su hijo, que tuvo que superar unos 1.500 kilómetros de Atlántico hasta llegar a las Canarias. Esta madre apenas se saca unos cuantos francos lavando y planchando ropa de otros. Su marido, conductor, no aporta mucho más. La casa es una algarabía de chiquillos que uno mejor no debe imaginarse sentados a la mesa y abriendo las bocas a la hora de comer.

Tras cuarenta días retenido, Ousman fue trasladado en avión a la Península. Un día llamó a casa diciendo que estaba en una estación y que se iba a algún lugar donde le esperaban unos amigos. Desde ese lugar, cuyo nombre desconoce la familia, llama a San Luis de vez en cuando para contar que las cosas le van bien de «comerciante», aunque no dispone todavía de un trabajo fijo.

«España es un buen país, hospitalario y con buen corazón, no como Francia o Alemania», dice Sockna, sabedora de que no hay (sólo podría haberlo) un acuerdo de repatriación entre Madrid y Dakar. Por ello, a la espera de saber si con su aplicación un día va a ser devuelto a casa, sabe que Ousman puede seguir en su actual destino. Por eso, los Der ya piensan en mandar vía cayuco a otros de sus hijos en cuanto ahorren para abonar el pasaje.

Ousman trabajó unos meses en el sector pesquero y conoció a los organizadores de las expediciones, por eso, comenta su tío Ablaye, pagó menos dinero. «Aquí todos los chicos se quieren ir a Europa para ayudar a su familia. Mi sobrino me contó un día que todos sus compañeros de trabajo se estaban yendo y que a él también se lo había ofrecido. Su madre aceptó». Era a finales de enero.

«¿Qué le pido a mi hijo? Que siga trabajando y que no robe. Y que sepa siempre que su familia está aquí», comenta resignada Sockna. Familia rota pero feliz.

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