Ir a misa es una bendición para la salud
Diversos estudios afirman que mejora la circulación, reduce la
La Razón, 20-05-2006Madrid. Mucho mejor que el ginseng, las pastillas o la valeriana. Si usted
padece de hipertensión o sufre estrés por su ritmo de vida, la solución
pasa por un rato de conversación diaria con Dios o participar en una
eucaristía. Ésas son las conclusiones que se deducen de un reciente
estudio elaborado por la Universidad de Misisipi, en EE UU, y presentado
por la Sociedad Estadounidense de Hipertensión hace unos días. Después de
analizar a más de 5.300 personas, los autores de la investigación
concluyeron que «la integración de religión y espiritualidad, es decir, la
asistencia a misa y la oración, pueden proteger a los individuos expuestos
al estrés y demorar los efectos destructivos de la hipertensión». Unas
conclusiones sorprendentes que se ven reforzadas por un hecho: «las
disparidades cardiovasculares entre los afroamericanos son ampliamente
reconocidas» y por eso los investigadores decidieron que los 5.300
pacientes… fuesen de raza negra.
No obstante, y como señaló en un
comunicado el Centro Nacional de Medicina Alternativa de EE UU, «algunas
investigaciones anteriores ya han sugerido que la religión y la
espiritualidad pueden tener un efecto protector de la salud en otras
enfermedades». O lo que es lo mismo, que según ciertos informes ir a misa
puede tener efectos tan positivos para el cuerpo como para el alma.
Prevenir el Alzheimer. Un estudio realizado hace un mes por médicos
israelíes y canadienses, concluía que la práctica religiosa puede,
incluso, retrasar el avance de la enfermedad de Alzheimer. «Hemos
aprendido que los pacientes de Alzheimer con un alto nivel de religiosidad
pueden tener una progresión en el deterioro cognitivo significativamente
más lenta», afirmó en la web «Science and Technology News» Yakir Kaufman,
director de neurología del Hospital Sarah Herzog, de Jerusalén. También la
Universida de Chicago, como publicó el diario americano «Sun – Times» el
pasado mes de abril, ha asegurado tras un estudio que los pacientes que
creen profundamente en Dios son menos proclives a estar deprimidos que los
no creyentes. El doctor Harold Koenig, del Centro para la Espiritualidad,
la Teología y la Salud de la Universidad de Duke, también afirma que la
religión «proporciona esperanza, paz y bienestar que reducen las hormonas
estresantes que dañan la salud».
Y aunque no todos los
profesionales de la medicina están a favor de estos proyectos, un caso
significativo es el de la doctora Lynda Powell. En 2001 investigó buena
parte de estos estudios y se mostró escéptica ante sus resultados. Sin
embargo, más tarde publicó un informe en el «Wall Street Journal» que
mostraba unos datos demoledores: quienes asisten a oficios religiosos
semanalmente muestran un 25% menos de índice de mortalidad. Identificarse
con valores como la moderación, no fumar o la fidelidad redunda en un
beneficio para la forma física. Así, además de la vida eterna uno puede ir
ganándose una mejor salud mortal.
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