LA PRESIÓN MIGRATORIA >> REPORTAJE
Devueltos al infierno
El Periodico, 20-05-2006A cientos de kilómetros de sus casas, sin dinero, agua ni comida. Esta es la situación de 11 jóvenes subsaharianos deportados por España a Mauritania y abandonados a su suerte por las autoridades mauritanas en Rosso, la frontera con Senegal. “Creíamos que tras los 40 días de detención nos dejarían en libertad y podríamos intentar ganarnos la vida en España. La policía nos dijo en Las Palmas que nos liberarían al llegar a Madrid. Pero cuando nos esposaron comprendimos que nos devolvían a África”, explica Kefalla Syllah, de 30 años y de Guinea Conakry.
Él y sus 10 compañeros llegaron a Fuerteventura el 5 de abril, en una patera que salió de El Aaiún (Sáhara Occidental), y fueron ingresados en un centro de acogida de Gran Canaria.
Penoso retorno
Según su testimonio, el lunes les trasladaron a Las Palmas y el miércoles a Madrid, formando parte de un grupo de 60 inmigrantes que en la misma noche fue deportado a Nuadibú (Mauritania). En la pista del aeropuerto les esperaba un camión al que fueron subidos 27 de ellos en la madrugada del jueves para cruzar el país de norte a sur en un viaje de 15 horas hasta Rosso.
Ya en Senegal, los naturales de este país emprendieron el camino a casa. Pero los demás – – gambianos, costamarfileños, malienses y guineanos de Conakry – – permanecían ayer a unos 200 metros de la valla, intentando protegerse del sol bajo un chamizo improvisado con maderas, cañas y una alfombra. A más de 45°, hambrientos, agotados y hostigados por la policía senegalesa, mostraban a los periodistas los documentos que probaban su paso por España.
Bakary Koné tiene 25 años, y una malformación en una pierna que le impide caminar con ligereza. Abandonó Costa de Marfil “por la guerra”, dice, pero afirma que nadie le informó en España de que podía pedir asilo político. Ahora está a unos 1.800 kilómetros de su casa. Ismael Fofona, también costamarfileño, asegura tener 17 años, aunque en la orden de devolución figura que tiene 18. “Queríamos ir a España porque creíamos que era un país hospitalario, pero estamos decepcionados. Si no nos permitían quedarnos, al menos deberían habernos devuelto a nuestro país”, dice Kefalla, quien afirma que volverán a intentar llegar a las Canarias: “No tenemos otra opción”.
Un centenar de kilómetros al oeste, en Saint Louis, aunque muchos no quieren hablar, todo el mundo sabe lo que está ocurriendo. De esta ciudad y de los 178 kilómetros de costa prácticamente despoblada que la separan de Dakar, la capital senegalesa, salen la mayoría de las embarcaciones que llegan en estos días a Canarias.
Viajes más caros
La febril actividad de los constructores de cayucos se percibe a simple vista en el barrio de Guet Endar, y los precios del viaje aumentan: “Hace unas semanas te podías ir por 350.000 francos. Ahora, te piden 400.000 unos 600 euros”, añade.
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