VICIOS DE LA CORTE
VICIOS DE LA CORTE: El cayuco
El Mundo, 20-05-2006Antes de que André Gide descubriera que lo más profundo que poseen los hombres es la piel, las mujeres de los plantadores en Haití palpaban los cojones de los negros bozales para comprobar si su piel era sana; luego se lavaban las manos en palanganas. El vasallaje estaba en su esplendor desde que los negreros holandeses trajeron en un barco hasta la costa de Virginia un cargamento de 20 hombres en 1620. Recordémoslo, además de los españoles, las figuras de la trata fueron los holandeses, los portugueses y los ingleses, que fletaban los barcos para capturar a los negros.
Aún hay quien idealiza a los europeos, a pesar de su guerra interminable, a pesar del colonialismo, de la esclavitud, del fascismo; aún hay quien embellece la condición de esos ciudadanos que exigen derechos de los árboles, que asisten a los partos de sus compañeras, esos feministas que van al supermercado a comprar yogures, pacifistas de las guerras del otro hemisferio, antifascistas contra Pinochet.Cuando llevaron el timón de la Historia los antecesores de los héroes del pensamiento correcto, se comportaron como rufianes.Los esclavos que en América un día recolectaron el algodón, están a punto de elegir a un presidente negro, pero aquí la sociedad vive en el balneario, en el Imserso, en el pensamiento flojo.Aquella Europa que capturó en Africa hasta 20 millones de seres humanos, que aniquiló en las travesías oceánicas a otros tantos, la que inventó las criadas de piel canela, los prietos braceros del azúcar, la que esclavizó a los descendientes de Cam, aquellos salvajes maldecidos por Dios y por el padre Bartolomé de las Casas, la Europa que los trató como a salvajes que se aparearon con los monos, como a pueblos sin historia, no sabe qué hacer ante esta avalancha. Y el caso es que necesitamos mano de obra barata para cosechar las fresas, para lavar el culo de los puretas y para culminar nuestro milagro económico.
Los negreros son los precursores del capitalismo. Sin esclavitud no habría algodón, sin algodón no habría industria moderna, sin esclavitud no habría llegado el oro a Sevilla. Sin la patera, sin el cayuco – que significa barco caribeño de una sola pieza, sin quilla, que se gobierna con el canalete – , España no sería hoy el país que más crece de Europa. Los secretos fundamentales del milagro español son el dinero negro y los nuevos esclavos negros, ecuatorianos o africanos, argentinos o rumanos. Y hay miedo e inseguridad, pero también hay un inmenso cementerio marino o Auschwitz planetario, equinoccial, que tiene su horno crematorio en el Estrecho de Gibraltar; los cadáveres de los nuevos esclavos voluntarios aparecen en Barbados, empujados por la corriente del Golfo desde las costas españolas. La esclavitud sigue siendo la esencia, el pilar, el secreto del capitalismo. Lo decía Marx y antes lo había proclamado Robespierre, aunque Napoleón, con sensato instinto, restauró la esclavitud para construir la Europa de los Derechos Humanos.
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