La Europa del miedo

ABC, 19-05-2006


RAFAEL L. BARDAJÍ

El miedo tiende a producir conductas anómalas y desaconsejables. Y Europa tiene miedo. De hecho, parece desbordada por sus temores. Tómese el último ejemplo, de la hasta ahora diputada holandesa Ayaan Hirsi Ali. Amenazada de muerte por denunciar la opresión que sufre la mujer en el Islam, un juez la obliga ahora a abandonar su hogar, amparando a unos vecinos aterrorizados ante la posibilidad de ser víctimas colaterales de un atentado contra ella.

Demasiado incómoda, Holanda se la quita de en medio aduciendo que Hirsi Ali mintió hace años al solicitar asilo y residencia en el país.

El miedo de Europa a la violencia árabe y musulmana no es algo nuevo. Por temor a un atentado palestino Alemania excarceló a los terroristas de la matanza de Munich, como los italianos dejaron escapar a los secuestradores del Achille Lauro años más tarde. Pero que yo sepa nunca antes se había castigado a la víctima en lugar de a sus verdugos. Una tendencia muy preocupante si recordamos la reacción apaciguadora en el asunto de las caricaturas de Mahoma adoptadas por las instancias oficiales de la UE y de sus estados miembros.

Y es que va a ser verdad que en esta Europa en la que vivimos las víctimas resultan demasiado incómodas. Intolerables para la conciencia de los bienpensantes que niegan, por ejemplo, el horror del Holocausto judío; intolerables para quienes prefieren pactar con los terroristas antes que derrotarlos; intolerables para quienes están dispuestos a enterrar el crucifijo para no ofender a los barbudos, al velo y a la burka.

Con perspectiva histórica se puede decir que Europa no ganó la Guerra Fría, la ganaron los Estados Unidos de Ronald Reagan. Nosotros los europeos hubiéramos elegido el acomodo y no la confrontación. ¿Recuerdan aquello de mejor rojos que muertos? De hecho, si Europa tuviera que librar hoy la segunda Guerra Mundial, no la lucharía. Se rendiría ante el Hitler de turno.

Ayaan Hirsi Ali escapa para refugiarse en los Estados Unidos como tantos otros tuvieron que hacer ante los horrores del siglo pasado. Huye de una Europa enferma y débil, que ha perdido el coraje y la dignidad. Mientras ella se va, el asesino de su amigo el cineasta Theo Van Gogh, víctima del terror islamista a finales de 2004 por haber dirigido una película considerada ofensiva por los fundamentalistas, entre rezo y rezo en su cárcel, grita a todo el mundo que lo volvería a hacer y que Alá es grande. ¿Demasiado grande para Europa?

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