Diez policías para mil desesperados
ABC, 18-05-2006
TEXTO: ERENA CALVO
LAS PALMAS. Animados por alcanzar un destino donde poder labrarse un porvenir digno, y como ellos mismos relatan, confiados en conseguir «unos papeles» como otros muchos de los suyos, miles de inmigrantes irregulares tratan cada año de alcanzar las costas canarias. Más de 6.700 lo han conseguido ya este año, superando en 1.300 los que lo hicieron en 2005. El goteo es constante. Ayer mismo llegaban a Tenerife tres cayucos con 116 inmigrantes a bordo, y una patera a Gran Canaria con unos diez marroquíes. Al cierre de esta edición se habían avistados otras dos barcazas que se dirigían al sur de las islas.
La segunda gran oleada de cayucos de este año ha dejado a más de dos mil indocumentados en tierras canarias, que permanecen internados en los tres centros de las islas, y el acuartelamiento militar de Las Raíces, en Tenerife, que ha permanecido cerrado sólo doce días.
«Una pena»
«Es una pena cómo están internados», se lamentaba ayer un agente de la Policía que trabaja normalmente con los inmigrantes en Las Raíces. Las condiciones no son las más óptimas en ninguno de los centros canarios, cuentan las mismas fuentes, aunque es en Tenerife «donde peor están». Allí permanecen internados ahora mismo 844 inmigrantes – 330 en el centro de Hoya Fría (con capacidad para 238) y 514 en Las Raíces (con capacidad para 800) – , aunque en la comisaría del sur de la isla más de 600 esperan detenidos.
«En la comisaría están totalmente hacinados, en un garaje, y con una sola ducha en el calabozo», dice un agente de la zona. Para que se entienda hasta dónde llega la saturación explica que se han tenido que habilitar «doce baños portátiles en el recinto policial».
De allí pasan a Hoya Fría o a Las Raíces. En el acuartelamiento el ambiente es «caótico», afirmaba un policía que estuvo allí ayer mismo. Las duchas, «situadas al aire libre no son nada higiénicas, el botiquín está lleno de basura, y todo son malos olores». El campamento se divide en dos zonas, con unas diez tiendas en cada una de ellas, separadas por 700 metros.
En el acuartelamiento han llegado a estar internados hasta mil inmigrantes, «vigilados» por «un número deficiente de agentes»: diez por cada uno de los tres turnos, según fuentes policiales. «Pertenecen a un subgrupo de la Unidad de Intervención Policial de Vigo, que ha tenido que ser trasladado». En Hoya Fría la situación es algo mejor. Aunque «esta semana las aguas fecales inundaban el edificio», según los mismos informadores, que aseguran que el hacinamiento provoca que «más de ocho inmigrantes tengan que convivir en celdas de diez metros».
En los centros de Las Palmas las condiciones tampoco son muy halagüeñas. En el centro grancanario de Barranco Seco, donde 168 inmigrantes ocupan sus 174 plazas, «hay carencias higiénicas»; y en El Matorral, con 858 indocumentados y una capacidad de 1.070, «hay un módulo sin ningún tipo de ventilación».
«Con lo que se ha avanzado mucho es con el control sanitario de los indocumentados», afirma Carlos Arroyo, vocal de Exclusión Social en la junta directiva de Médicos del Mundo en Canarias. «Sí que llegan inmigrantes con enfermedades contagiosas, pero no hay riesgo de epidemia». Durante la primera oleada sí que se detectaron «varios casos de hepatitis, sífilis, sida y tuberculosis», según fuentes policiales. Pero este capítulo sí que se ha reforzado; y los doctores del Cuerpo Nacional de Policía cuentan con la ayuda de Cruz Roja, que visita los centros durante dos o tres horas diarias. En Tenerife además se ha contratado una empresa que «les hace extracciones de sangre para diagnosticar su estado de salud».
Asistencia sanitaria
La mejora de la asistencia sanitaria contrasta con las denuncias de Cear y Médicos del Mundo sobre la información que reciben los inmigrantes para acogerse al derecho de asilo. «En Gran Canaria ha mejorado en los últimos tiempos, pero en Tenerife sigue siendo una asignatura pendiente», comentan.
A pesar de las dificultades, «a ellos se les ve contentos, porque han conseguido alcanzar su destino, y no lo dan todo por perdido», relatan testigos directos. «Son personas muy educadas y disciplinadas». Incluso, explican, se organizan entre ellos, y en todas las tiendas o habitaciones cuentan con un «cabecilla» – «chairman» en el argot – , que suele hablar español y que «es el que lleva las riendas de ese pequeño subgrupo». «Da mucho coraje estar a su lado y saber lo poco que puedes hacer por ellos».
(Puede haber caducado)