¡LA CULPA ES DE GUINEA CONAKRY!

ABC, 18-05-2006


«SOMOS la envidia de la Unión Europea» en materia de inmigración, afirmó hace uno año el ministro de Trabajo, cuando sacó adelante su «papeles para todos». Estaba exultante Caldera. Ya por esa fecha se le dijo que esos procesos de regularización masiva no traen buena cosa, pues confunden el entendimiento y colaboran muy eficazmente a que por este mundo globalizado se extienda la idea de que todo el que llega a territorio español se queda. Desde entonces se han vivido hasta tres crisis de inmigración importantes, con muchos muertos de por medio, bien en las aguas del Atlántico bien en las vallas de Ceuta o Melilla, donde hubo que recurrir al Ejército para evitar las avalanchas de subsaharianos dispuestos a desollarse la piel en la alambrada con tal de alcanzar el otro lado. No siempre el hambre da más cornás.

Debido a que «somos la envidia de la Unión Europea», en lo que va de año el Gobierno ha enviado a la península más «simpapeles» que en todo 2005. La llegada del buen tiempo hace prever que el fenómeno se multiplique en lo que queda de primavera y en el verano, lo que anticipa que lo peor está por llegar, pues los distintos planes organizados por el Ejecutivo de Zapatero para paliar estas crisis han ido fracasando con una sobresaliente contumacia.

Así las cosas, además de ser «la envidia de la Unión Europea» parece que somos «un chollo» para las mafias que trafican con humanos y que se frotan las manos ante la vulnerabilidad del indecente parcheo puesto en práctica por tan «envidiables» gobernantes. Faltan radares fijos, los que hay no funcionan las 24 horas del día, no ha habido aumento de los medios humanos y materiales para la vigilancia, la asistencia en las playas tiene lagunas (convenios con la Cruz Roja, institución imperturbable y ejemplar) y aún no se sabe ni el lugar donde se va a instalar el Lanzarote el centro de internamiento que la vicepresidenta prometió al Gobierno canario.

Más hacia el espanto que hacia la envidia conduce tanta mala noticia que llega desde nuestra frontera sur, tanto desde el punto de vista humano como del engaño al que se está sometiendo a la opinión pública. ¿Dónde reside el motivo de envidia que según Caldera despierta la estrategia (¿) de España para hacer frente al problema de la inmigración? Habremos de acudir a la bricomanía parlamentaria que el ahora ministro utilizó en sus tiempos de oposición para desfigurar los datos reales (fue sorprendido mutilando documentos del «Prestige»), si queremos hallar alguna hechura de sensatez en el proceder gobernamental.

A falta de una lumbrera, aquí tenemos al menos dos, que nos iluminan sobre el asunto. Despunta estos días como clarividente analista José Segura, delegado del Gobierno en Canarias, que ha afirmado que la llegada masiva de cayucos a las costas del archipiélago se debe a que «fallan» los gobiernos de Mauritania, Senegal, Mali, Guinea Conakry y Nigeria, «que – sostiene este fenómeno del pensamiento político – no son capaces de desarrollar sus economías». ¡Óle! Segura es el complemento perfecto para Caldera. Uno dice que España es la envidia y el otro, que la culpa de todo la tiene Guinea Conakry. Gente mala, sin duda, esa que gobierna en Guinea Conakry. Gente envidiable, desde luego, esta que gobierna España. Tan bien lo está haciendo Jesús Caldera que igual en las próximas elecciones puede presentarse por alguna circunscripción canaria, porque tras lo del expolío del archivo tampoco es el tipo más popular de su Salamanca natal.

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