OPINIÓN // MIRADOR

LOS TRAJES DE SAMUEL ETOO

El Periodico, 17-05-2006

No hay tertulia radiofónica o televisiva que pueda compararse con la bulla que todos los días importantes se organiza en uno de los bares del mercado de la Concepció. O sea que ayer, día de excitaciones, en ese bar se hablaba del Barça, es decir, del número de africanos que todos los meses llegan a Barcelona, ciudad que, según el alcalde, tiene el alma escrita en verso. Seiscientos africanos en cinco meses. Eso decía ayer este diario.
Si uno asocia los goles con algunos de esos inmigrantes africanos es porque, así nos lo aseguran, en los bolsillos vacíos de muchos de ellos solo llevan un papel muy doblado en el que se lee la palabra Barça. De modo que, una vez más, se vuelve a demostrar que eso que llaman el efecto llamada tiene mucho que ver con el Barça, es decir, con Etoo, que es el rey de Camerún o quizá de África. Se ve que por aquellas tierras creen que toda Barcelona o Catalunya es el Barça y en cuanto le ven los relojes, coches y trajes a Etoo ya no hay quien los pare. A Barcelona, al Barça. Y si esos africanos, espoleados por el hambre y seducidos por los trajes del astuto camerunés, han llegado estos días a nuestra ciudad, comprobarán que no se han equivocado, que la parabólica no les engañó, que aquí todo es Barça.
El periodismo aristocrático se va a París a buscar la noticia, pero la noticia está en Barcelona, que, ya se ha dicho, son los 600 nuevos africanos que nuestra ciudad ha recibido en cinco meses. No obstante, ayer, en el mercado de la Concepció, lo que tenía más éxito era el satélite militar espía y los dos aviones de reconocimiento Orion P3, que, según la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, van a acabar con la invasión de los cayucos procedentes de Mauritania o Senegal.
España, ay, sigue siendo aquel guión que el director de cine Luis Berlanga le encargaba periódicamente a Rafael Azcona. Y cuanto más serios nos ponemos, es decir, cuanto más presumimos de satélites militares espías, más seguimos pareciéndonos a Pepe Isbert, aquella voz tan ronca.

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