"Hablaba con tremenda crueldad"

La Vanguardia, 17-05-2006

En septiembre del 2004, la familia García Permanyer estaba “descompuesta, prácticamente no dormíamos”. La causa, la desaparición de Anna. Mientras todos estaban “movilizados” en su búsqueda, en su casa se recibieron tres llamadas, pidiendo un rescate para dejarla libre. José Manuel García, el esposo, describió ayer al jurado el tono de uno de los interlocutores: “Hablaba con tremenda crueldad”.
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El juicio contra las dos personas acusadas de querer cobrar un rescate y aprovecharse de la familia García Permanyer terminó ayer. Los acusados son dos ciudadanos paraguayos: Enri Wilson y Gabriel. El primero acepta que hizo la última llamada y fue a recoger el dinero, pero asegura que actuó influido por el segundo, que niega su participación en los acontecimientos. Lo que sí queda descartado es que tuvieran intervención en el secuestro y en la muerte de la psicóloga.
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Ahora bien, pidieron que se dejaran 100.000 euros en un punto de Molins de Rei a cambio de liberar a una persona a la que no tenían retenida. Mientras la policía se desplegaba se conoció el hallazgo del cadáver en Gavà. Minutos después, Enri era detenido con las manos en la bolsa del dinero. A los agentes les dijo que, en realidad, necesitaba el dinero para liberar a su compañera, a su vez retenida por unos inexistentes marroquíes. En su teléfono movil estaban registrados los dos teléfonos facilitados por los familiares de Anna
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Permanyer para posible ayuda, bajo la misma palabra: “Desaparecida”.
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Enri Wilson y Gabriel habían sido amigos, pero ahora ni si hablan. Tal diferencia entre sus versiones causó que sus respectivos letrados fueran, a la vez, el defensor de uno y el acusador del otro. Una compañera del piso donde vivían ambos declaró que los había acompañado a los dos hasta Molins de Rei, aunque no sabía para qué. Y en cuanto a la pareja entonces de Enri, que asegura que ya no lo es, también señaló que estaba al margen de todo, y que su compañero le dijo que iba al locutorio a llamar a su madre a Paraguay. “Vuelvo en quince minutos”, le dijo, pero ya no regresó.
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José Manuel García, el esposo de Anna Permanyer, explicó ayer al tribunal: “Mi esposa desapareció el 27 de septiembre a las seis y cuarto de la tarde, cuando fue a ver a Carme Badia (inquilina de un piso de su propiedad y detenida por el asesinato). No supimos nada más”.
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Recibió tres llamadas pidiendo rescate, pero solamente pudo grabar la última, la que acepta haber hecho Enri. García piensa que las dos primeras fueron hechas por una persona (que hablaba con acento extranjero, árabe, quizás latinoamericano, muchas expresiones no entendió) que le dijo cosas horribles, como que iban a descuartizar a su mujer. Eran comunicaciones “muy amenazantes. Éste me infundió terror”. La tercera era otra voz, más amable.
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A finales de septiembre del 2004, la familia García Permanyer estaba descompuesta. Mucha gente se ofreció a ayudarles, hasta algunos videntes que obraron de buena fe. Incluso alquilaron un helicóptero para la búsqueda. Pero en medio recibieron tres llamadas, crueles, terroríficas, de alguien que quiso aprovecharse del sufrimiento.
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