«Queremos tener voz y sentirnos valoradas»
Llevan años trabajando en Gipuzkoa y se muestran indignadas por los horarios, los bajos salarios y el desamparo ante los abusos Cinco mujeres inmigrantes del sector de limpieza y cuidados reclaman igualdad de derechos
Diario Vasco, , 01-03-2019Son muchas. Cada vez más. Sin embargo, su visibilidad y repercusión social son prácticamente mínimas. Son las ‘chicas’ de casa, ahora también las ‘roma’, gracias a la oscarizada película de Alfonso Cuarón, que ha querido rendir homenaje y poner el foco en las empleadas del hogar y en la precariedad en la que la mayoría de ellas trabajan. Limpiadoras, cuidadoras de personas dependientes, internas, niñeras… Un colectivo muy grande que siempre ha tenido un hilo de voz muy pequeño a la hora de reivindicar sus derechos. Por esa razón serán uno de los ejes protagonistas en las reivindicaciones del próximo Día de la Mujer que se celebra el 8 de marzo y que espera volver a movilizar a millones de personas en todo el Estado.
Dentro de este sector, cada vez es más importante el número de mujeres inmigrantes. No es casual. Cinco mujeres latinoamericanas que trabajan desde hace muchos años en Gipuzkoa explican el porqué. «Cuando llegamos a un país nuevo, sin familia, ni amigos, ni recursos, necesitamos trabajar y no tenemos muchas más opciones. Porque, desgraciadamente, nuestra formación y experiencia laboral anterior deja de ser válida a los ojos de los demás».
Tienen la necesidad de expresarse, porque «muy pocas veces se nos da la posibilidad, y porque somos un colectivo que no hablamos por miedo a perder nuestro trabajo». Un trabajo, denuncian, precario, mal pagado y en el que sufren abusos constantes.
LAS FRASESOneida Sánez Nicaragua, 34 «El salario no compensa, porque a cambio entregamos toda nuestra vida» Elieta Blandón Nicaragua, 37 «Trabajé de interna en Donostia, vivía a cinco minutos de la playa y no la conocía» Wendy Rodríguez Honduras, 44 «Le digo a mi hija que estudie para que no pase por lo mismo que yo, es muy duro» Marlin Castillo Nicaragua, 42 «Se podría redactar una enciclopedia con todos los casos de abusos que conocemos» Sandra González Colombia, 46 «Necesitamos más presencia pública y que nos den los derechos que nos merecemos»
Aunque cada caso es distinto, muchas de ellas iniciaron su vida laboral en Gipuzkoa como cuidadoras internas de personas mayores. «Los primeros años tuvimos que pagar el peaje de vivir en precariedad», afirman. Elieta Blandón llegó de Nicaragua cuando tenía 23 años. «Entré en una casa para cuidar de dos ancianos y me pagaban 700 euros». En ese momento, reconoce, desconocía que ese sueldo no se correspondía ni de lejos con sus servicios. Durante un año trabajó casi las 24 horas del día, «porque uno de los ancianos se levantaba mucho por la noche y no podía dormir». Eso le impedía socializar y conocer gente. «Vivía en Donostia, a cinco minutos de la playa, y no la conocía. Esa experiencia me mató y me cambió por completo. Yo era una joven muy extrovertida y nunca he vuelto a ser como antes». Elieta admite además que ha renunciado a ser madre, «porque no tengo vida, ni para conocer a alguien ni para cuidar de un niño».
Todas denuncian las duras condiciones en las que viven las mujeres contratadas como internas, bien por experiencia propia o por casos cercanos. Oneida Saénz era periodista en Nicaragua, pero por mucho que intentó conseguir unas prácticas cuando llegó a Gipuzkoa con 26 años le fue imposible. Ahí comenzó a trabajar como cuidadora de hogar interna. «Las mujeres latinas no tenemos más opción. Miran la cara de extranjeras y ya nos ven con la escoba al lado. Y que se sepa que el salario que recibimos no compensa, porque a cambio entregamos toda nuestra vida». Oneida lanza un mensaje a quienes les señalan como culpables del abaratamiento de los sueldos en el sector. «Claro que lo somos. Porque tenemos que coger el peor trabajo, el peor pagado y el que nadie quiere, porque no tenemos derechos, ni familia, ni casa».
La reclamación de un sueldo digno y de horas de tiempo libre es continua durante la entrevista. Pero también salen a relucir los abusos «continuados» que aseguran sufren las trabajadoras del sector del hogar. «Se podría redactar una enciclopedia con todos los casos que conocemos», asegura Marlin Castillo, quien admite que sus experiencias «siempre han sido buenas».
Proposiciones indecentes
Esos abusos no solo se producen en el entorno laboral, también cuando tratan de acceder al mismo. Es llamativo cómo estas mujeres afirman al unísono que es más que habitual que entre los requisitos laborales se encuentren los servicios sexuales. «En cuanto ponemos un anuncio en un portal o en el periódico para trabajar como limpiadora o cuidadora, nos llaman varios hombres ofreciéndonos trabajo como prostitutas», denuncian. No solo eso. «Hemos ido a entrevistas de trabajo en las que entre las exigencias se incluía que teníamos que acostarnos con la persona a la que cuidábamos, exigencias que redactaba la propia familia», aseguran. Lo peor, señalan, es que la necesidad lleva a muchas chicas a aceptar esas condiciones. «Se aprovechan de nuestra vulnerabilidad y de que saben que no tenemos nada, y algunas aceptan por no quedarse en la calle».
También quieren reivindicar el trabajo que realizan, «porque está infravalorado, y no cualquiera lo hace bien. Hace falta tener paciencia y mucha sensibilidad hacia las personas que cuidamos. Al final no hablamos de un simple empleo, sino de la calidad de vida de una persona». Aseguran además que las competencias van mucho más allá de los meros cuidados. «Somos también sus psicólogas y sus enfermeras, y el vínculo es tan grande que llegamos a sentirnos como sus propias hijas». Y cuando la persona a la que cuidan fallece, «te quedas totalmente desamparada, por muchos años de tu vida que le hayas dedicado», afirma Wendy Rodríguez, hondureña que lleva 14 años trabajando como cuidadora de personas dependientes en el territorio. «Tengo una hija de 20 años a la que le digo que estudie y que se prepare, porque no quiero que pase por lo mismo que yo. Es muy duro», afirma.
La indignación por la precarización del sector «es general» entre las trabajadoras del hogar en Gipuzkoa. «Necesitamos tener más presencia en los espacios públicos, que nos den los derechos que nos merecemos, y para eso es importante que nos unamos, que seamos muchas las voces para que se nos oiga en todas partes», reclama Sandra González, que trabaja como limpiadora de hogar por horas para poder atender a su hijo. Es un sector que a pesar de «estar mal pagado, no sufre los abusos que denuncian mis compañeras».
Reconocen que lo que les consuela es «el trato y el cariño que recibimos en algunas familias», y aunque admiten que el trabajo tiene aspectos positivos, «no es relevante, porque no podemos destacar el hecho de que nos traten bien. Lo que no es normal es que nos traten como a perros, porque antes que trabajadoras del hogar somos personas».
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