REPORTAJE

'Marock' rompe tabús

El Periodico, 15-05-2006

En la intimidad de un coche, una pareja de adolescentes. Guita (Morjana Alaui) es musulmana y Yuri (Matthieu Boujenah), judío. Ella fija la mirada en la estrella de David que cuelga del cuello del muchacho y le pregunta: “¿Es cierto que vosotros los judíos solo buscáis hacer perder la virginidad a las musulmanas?”. Yuri se quita el colgante y se lo pone a Guita. “Así dejarás de mirarlo”, le dice antes de besarla.
Esto ha sido suficiente para que Marock, la primera película de la joven directora francomarroquí Leila Marrakchi, sea anatematizada en los círculos islamistas de Marruecos. El periódico Atachdid, portavoz del teóricamente moderado Partido por la Justicia y el Desarrollo (PJD), llama – – sin demasiado éxito, por cierto – – a exhibidores y público a boicotear la película, a la que califica de “trabajo criminal y destructivo” que “tiende a una normalización con Israel e incita a una ideología sionista encubierta de tolerancia religiosa”.
Pero ¿qué es Marock? “Una peliculita que, con sus aires de fotonovela para adolescentes hijos de papá, socava más tabús que la mitad de la cinematografía marroquí”, escribe Karim Bujari en Tel Quel. Guita, su protagonista, no ayuna en Ramadán, bebe alcohol, se burla del celo religioso de su hermano – – “¿Te caíste de cabeza? ¿Te crees que estás en Argelia? ¿Te vas a convertir en barbudo? Oye, La Meca está para el otro lado”, le espeta al verle rezando – – y vive con intensidad la noche de Casablanca. La rebeldía es su opción para afrontar el choque entre modernidad y tradición, el conflicto cultural y de valores que viven los jóvenes de la francófona burguesía marroquí.
Para Atachdid, Marock “menosprecia los sentimientos y los ritos religiosos de los marroquís como el ayuno y la oración y contiene escenas eróticas contra la moral pública. El objetivo de esta película, financiada por extranjeros, es hacer publicidad de un nuevo modo de vida y una cultura indecente en la que no hay lugar para las virtudes y la religión”. A lo que Bujari replica que en el filme “no hay nada que no haya sido visto, sabido, conocido, vivido y oído por una buena parte de la juventud marroquí. Si desencadena tanta pasión, es porque nos pone ante las narices realidades indiscutibles. ¡Y por eso nos gusta!”.
Tras la presentación de Marock el año pasado en la sección Un certain regard del Festival de Cannes y en el de Casablanca sin mayores sobresaltos, fue en el de Tánger, en diciembre, donde se encendió la polémica.
El alboroto mediático ha arreciado con su estreno en Marruecos, el pasado miércoles. El diputado del PJD Amin Bujabza ha presentado una pregunta parlamentaria al Gobierno sobre los motivos de la autorización de este “insulto flagrante a los sentimientos de los marroquís y destrucción de sus valores”.
Estas reacciones “son las previsibles dada la naturaleza de estas personas”, dice Leila Marrakchi. “La lucha por un Marruecos libre y abierto merece la pena”, declara la directora al periódico Al Ahdaz al Magrebiya. Pero, a pesar del ruido, los primeros días de proyección de Marock en las salas transcurren sin incidentes. Y, quizá, gracias a él, con una gran afluencia de público.

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