"Yo ya estoy en la cocina, no me hace falta ser el chef"
La Vanguardia, 14-05-2006Jordi Hereu acaba de tomar posesión del despacho que hasta hace dos semanas ocupaba Marina Subirats. Recién estrenados los cargos de quinto teniente de alcalde y portavoz del gobierno municipal, uno de los políticos mejor colocados en la carrera sucesoria de Joan Clos explica su visión de la ciudad en la que es su primera entrevista desde que asumió nuevas responsabilidades.
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- Para alguien que viene de los distritos y de dirigir un área específica (Seguridad y Movilidad), ¿qué representa la asunción de tareas de un calado político mucho mayor?
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- La obligación de estar mucho más al corriente de lo que pasa, de tener una visión más general del Ayuntamiento y de la ciudad. Lo afronto con ilusión, ganas de servir a los objetivos que me han encomendado y, como portavoz, con la voluntad de explicar qué hacemos y por qué. La labor realizada estos tres años en el Ayuntamiento es impresionante, pero, a veces, a los gobiernos nos cuesta comunicar, hay una cierta disociación entre las mil cosas que hacemos y la percepción ciudadana. Mi propósito es que esas cosas sean más visibles y voy a intentarlo con toda humildad.
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- ¿Será la cara amable del Ayuntamiento?
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- Nunca he tenido vocación ni de hombre duro ni de cara amable. Procuro ser yo mismo y eso significa establecer relaciones de sinceridad, hablar claro, defender nuestras posiciones y, desde la diferencia, llegar a acuerdos con los demás.
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- A un año de las elecciones, se supone que la mayor parte del trabajo ya debería estar hecho. ¿Qué cabe esperar hasta mayo del 2007?
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- Tenemos los deberes muy hechos o encarrilados. Hay proyectos que vienen de lejos y que eclosionan ahora, pero muchas de esas líneas de trabajo van más allá de este mandato: la lucha por la convivencia y el civismo, las políticas de vivienda, la mejora de la movilidad, la consolidación de los consorcios en ámbitos sociales
Todo esto no acaba en mayo del 2007.
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- ¿La economía juega a su favor?
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- Muchos indicadores económicos nos dicen que la ciudad pasa por un buen momento. Eso es gracias a la coyuntura, pero también a las estrategias que la ciudad se ha marcado. El 22@ es una buena opción estratégica y el turismo, también, aunque no ha de convertirse en monocultivo. Las ferias, la ampliación del puerto y el aeropuerto… Es un momento de crecimiento económico, pero también de cambios sociales que plantean nuevos retos. Estamos dando pasos importantes en la buena dirección, como la ampliación de los servicios ligados a la dependencia o al envejecimiento de la población que, por cierto, se ha comenzado a frenar, en parte gracias a la inmigración. En el 2000 los mayores de 65 años eran el 22,1% de la población de Barcelona; ahora, son el 20,7%.
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- Como nuevo responsable de las políticas de inmigración, ¿cuál es su diagnóstico de la incidencia de este fenómeno en Barcelona?
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- A diario se produce un milagro en esta ciudad: aquí acude gente de todo el mundo que, a base de mucho trabajo, se labra un futuro entre nosotros. Con políticas activas de servicios públicos, evitaremos el choque entre los sectores populares autóctonos y los recién llegados. Eso nos obliga a acertar con los modelos de convivencia y a defender un concepto de espacio público democrático, de todos, con reglas del juego muy claras, con deberes y derechos. Apuesto por la interculturalidad. Ni el modelo francés ni el multiculturalismo mal entendido, que en el fondo implica creación de guetos. Ese es un proyecto que, aunque parece tolerante, no es nada integrador. Pensar que en un ciudad diversa se puede hacer lo que se quiera, fomentaría la intolerancia y la xenofobia. Y en el otro extremo, el modelo francés – “a usted, ciudadano republicano, no le admitimos ni una sola diferencia” – ya se ha visto cómo acaba. Hay una regla elemental: no cuestionar los derechos de los otros. En 1968 tenía tres años, formo parte de una generación que, a diferencia de la del 68, ha disfrutado de altos niveles de tolerancia y libertad. Soy hijo de la normalidad democrática y, por tanto, el discurso de los deberes no me causa sarpullidos.
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- Entramos en temporada de verano. ¿Cómo la afrontan teniendo en cuenta el precedente del año pasado?
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- Con la oreja bien pegada al terreno, con una estrategia conjunta y coordinada que nos permita leer las realidades diferentes que se van dando en la ciudad y adaptarnos a ellas. Yo diría que estamos mejor que hace un año.
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- ¿Tiene la sensación de que el gobierno municipal se la juega con lo que pueda pasar este verano en el espacio público y con la respuesta que sea capaz de dar?
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- Hemos dado pasos importantes y valientes, y ahora hay que demostrar que son útiles, es el momento de la prueba práctica. Es importante tener todos los servicios municipales rindiendo a tope, como lo es que se distribuyan folletos en inglés advirtiendo a la gente de lo que no se puede hacer en Barcelona.
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- ¿Afectará la ruptura del tripartito catalán al tripartito municipal?
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- Lo de la Generalitat lo vemos con respeto y preocupación, pero nosotros tenemos una dinámica propia, que viene de lejos y tiene proyección. Quisiera destacar la gran estabilidad y normalidad y la voluntad de seguir desarrollando un programa de gobierno común.
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- ¿Es consciente de que los cambios introducidos por Joan Clos sitúan a Jordi Hereu en la primera línea de sucesión del alcalde?
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- Es un reajuste con rasgos de continuidad y de proyección. Lo importante es que en Sant Andreu me sustituya Sara Jaurrieta, una chica de 30 años. Demuestra que se equivocan los que piensan que, porque llevamos muchos años gobernando, no tenemos gente nueva y bien preparada. Yo destaco más el aspecto colectivo que el personal. Seguramente el apellido no me ayuda, pero yo nunca me he planteado esto.
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- ¿Le gustaría ser alcalde?
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- Yo y otros muchos como yo estamos apasionados por Barcelona. Me encanta la política urbana, desde cualquier responsabilidad. Es lo que más me gusta. Por eso no me planteo cuestiones como ésta. No es un tema de cargo, sino de proyecto.
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- Pero si le gusta el guiso, seguro que le encantaría ser su cocinero
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- Ya estoy en la cocina, no me hace falta ser el chef. En el socialismo barcelonés hay mucha gente preparada para asumir altas responsabilidades. Disfruto con lo que hago.
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- Más disfrutaría como alcalde.
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- No me lo planteo, de verdad. Trabajo en un gran proyecto, con un gran alcalde.
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- ¿Cuál es su ciudad soñada?
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- Una que sea modelo de integración, como en los años 50 y 60, y que las nuevas realidades se integren tan bien como la anterior oleada inmigratoria. Una ciudad con barrios mixtos, que no abandonen la actividad económica para centrarse sólo en la residencial, capaces de engullir el fenómeno de la diversidad. Y con reglas de juego. Barcelona es una ciudad tolerante, aunque unos pocos confunden tolerancia con ausencia de reglas de juego democráticas. Somos los líderes de la ocupación democrática del espacio público porque lo dignificamos, comenzamos a fomentar las fiestas mayores, las pruebas deportivas, las actividades culturales, cívicas y sociales en la calle. Somos los que, si el Barça gana la Champions, haremos posible que un millón de personas lo celebren en la calle. Se nos ha querido tachar de neoautoritaristas, pero somos los que gestionamos todo esto. Por ello queremos ganar la batalla del espacio público y defender ese concepto de espacio público para todos frente a quienes quieren apropiarse indebidamente de él.
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