América, América

Diario Vasco, 13-05-2006

Está a un trocito así de pequeño de ser una película bastante grande, grande, muy grande. Tiene los personajes seriamente silueteados y bonitamente difuminados en sus sueños y pesadillas. Maneja el lenguaje cinematográfico, las elipsis, por ejemplo, con buena dosis de gallardía. Termina con sana inteligencia, sin masticar y regurtir todos los hilos de la historia al espectador. Contiene un puñadito de frases que cualquier día veremos atesoradas en algún libro de dichos célebres cinematográficos. Cuando el muchacho protagonista (Nació con ojos de adulto dice de él su padre) rechaza la oferta del traficante de esclavos (otro personaje de raza fílmica) que le transporta por mar de Malasia a Estados Unidos porque él lo que quiere es llegar a la Tierra de la Promesa, el negrero le espeta: «Te ofrezco una vida nueva y tú te aferras a un viejo sueño». Y es que Un lugar maravilloso plantea una historia que tiene todo que ver con las emigraciones clandestinas que nosotros no conocemos tan bien: la de las gentes de países asiáticos retenidas en campos de refugiados de Malasia, embarcadas en las sentinas de barcos gigantescos, arracimadas en catres ocultos en cualquier Chinatown de cualquier ciudad norteamericana. Presente en festivales de cuajo como Berlín y Tribeca, este filme producido por Estados Unidos y Noruega, narra también otro puñado de sensaciones: la del joven nacido de soldado enemigo y mujer del pueblo, la de la esposa que se piensa abandonada, la del niñín que tiene sed de agua y de madre en el barco inmundo, la del vaquero ciego que sueña con lugares maravillosos, la de la muchacha que se sabe muerta por dentro pero cuyo corazón nosotros notamos latir con hermosura…

El filme de Moland y de su equipo está filmado con señorío pero no tiene la menor intención de dárselas de película grande y aseñorada. Cuenta historias íntimas, chiquitas y muy sentidas. Sin derramar lágrimas fáciles, sin alardear de «mira qué bien lo estoy haciendo». Rematando las secuencias como las remata la vida, sin bordadillos ni hilvanados. Está a punto este filme de ser muy grande. Acaso sólo le falte haber sido más película – río, más densidad, más tiempo. Sólo acaso.

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