«Me siento discriminada»

ABC, 12-05-2006


LOS ÁNGELES. Apenas pasan unos minutos de las diez de la mañana y el reloj no se detiene, aunque tenga que esperar a Salma Hayek. El silencio de Beverly Hills en la suite 221 del Hotel Four Seasons genera todavía más expectativas. «Me entretuve con otros periodistas», aclara con una seductora sonrisa muy fácil de perdonar. Pide agua y, con la mayor tranquilidad, acepta la propuesta de tratar temas tan diferentes como la discriminación racial en Hollywood, la influencia de los hombres en su vida o la eterna búsqueda de la felicidad.

– ¿Siempre estuvo orgullosa de llamarse Salma Hayek? ¿De chica nunca imaginó algún nombre más convencional?

– De chica no me gustaba mi nombre. Me sentía un poco incómoda con él. Quería llamarme Claudia. Cuando empecé mi carrera, en México, me dijeron: «Te lo tienes que quitar». Insistían en que nadie se iba acordar de Salma Hayek. En ese momento le tomé cariño a mi nombre. Nunca más lo quise cambiar.

Sólo ella pronuncia a la perfección la mexicana ciudad de Coatzacoalcos, donde nació el 2 de septiembre de 1966. Sí, cumple 40 dentro de muy poco tiempo. De origen libanés, «Salma significa algo así como bienvenido, en árabe», nos cuenta la actriz. «Y Hayek es una palabra que proviene de «hayito», que es como hermano. Así que yo vengo a ser como la «hermana bienvenida»». El apellido lo heredó de su padre, Sami, ejecutivo de una compañía petrolera. Su madre, Diana Jimenez Hayek, era cantante de ópera. «Todavía me consienten mucho. Fueron buenos papás. Todo lo que quería me lo daban». El único inconveniente es que sus padres no estaban de acuerdo en que Salma soñara con ser actriz. Pero la rebeldía ya se le había notado cuando la expulsaron de una escuela de monjas en Nueva Orleans. Los padres creyeron que estaba estudiando en la Universidad Iberoamericana de México, cuando empezó a tomar las primeras clases de actuación en secreto. Al principio, tampoco fue tan fácil. Quejándose en un programa de TV hispano sobre los estereotipos de personajes latinos de prostitutas o sirvientas, llamó la atención del entonces principiante director Robert Rodríguez, que la eligió para protagonizar sus primeras dos películas en Hollywood: «Desperado», con Antonio Banderas, y «Abierto hasta el amanecer», con George Clooney y Quentin Tarantino. Salma abrió su propio camino con un marcado y orgulloso acento mexicano. Con Russell Crowe protagonizó «Breaking Up». Con Matt Damon y Chris Rock apareció en «Dogma» y con Will Smith filmó «Wild Wild West».

Ya había ganado un nombre propio cuando logró producir su propia película sobre la vida de Frida Kahlo, convirtiéndose en la segunda actriz latina nominada al Oscar como mejor actriz (la primera había sido Fernanda Montenegro). Con Banderas volvió en otra versión de «Desperado» llamada «Once Upon a Time in Mexico» y se destacó con Pierce Brosnan en «After the Sunset». Imparable, este año piensa estrenar tres películas: «Pregúntale al viento», con Collin Farrell; «Paint» y «Bandidas», con su gran amiga Penélope Cruz.

– ¿Cómo ayudó en su carrera la nominación al Oscar por «Frida»?

– No me parece que «Frida» me haya convertido en actriz. Yo ya era actriz. Lo que pasa es que nadie me había dado la oportunidad, no tenía el papel para mostrarlo. Cuando hice «Desperado», era una actriz que podía tomar personajes de cierta complejidad, pero nadie me los daba.

– ¿Qué factores tiene en cuenta cuando acepta hacer una película?

– A veces me gusta pensar en las mujeres que de alguna manera influyeron en la vida de un hombre. Imagínese en la historia del mundo, en todas partes, las mujeres que ha habido sin proponérselo, detrás de las grandes cabezas, los grandes artistas, los grandes escritores. Y, en la mayoría de los casos, ellas ni siquiera saben cómo impactaron con su presencia. Yo he tenido suerte, porque cuando impacté en un hombre, me lo han dicho o me lo han hecho sentir.

– ¿Y los hombres influenciaron en su propia vida?

– La influencia es mutua. Pero las mujeres somos más directas para aceptar la influencia de un hombre en nuestra vida. Inmediatamente lo notamos y lo decimos.

Los actores Edward Norton (de 1999 a 2003) y Josh Lucas (entre 2003 y 2004) han sido las últimas influencias en su vida. Durante el rodaje de «Pregúntale al viento» en Suráfrica, también se habló de un romance con el protagonista, Colin Farrell. Y no se puede negar las fuertes escenas que les tocó filmar desnudos en la playa (en verdad fue a puerta cerrada en un complejo de Sin City, también en Suráfrica), pero el ambiente refleja la historia romántica que muchos prefieren imaginar en la realidad.

– ¿Es romántica?

– Medio romántica.

– ¿Medio romántica?

– Soy romántica y bastante sensible, pero cursi, no soy.

– ¿Colin Farrell es romántico?

– Colin es increíble. Yo venía asustada, porque la gente dice que le gustan las fiestas. No sé antes ni después de la película. Durante el rodaje fue completamente profesional, con mucha pasión por el trabajo. Es el único actor que se sabía el guión de memoria cuando empezamos a rodar la película. Sus líneas y las mías. Ya había leído el libro original tres o cuatro veces. Si le pedía que me dijera la página 42, me la decía con su acento irlandés, rapidísimo. No se le entendía una palabra.

– Tom Cruise también es el productor de la película. ¿La llamó?

– Esta película me la ofrecieron hace ocho años y yo la rechacé. Me la volvió a ofrecer otro amigo en común con el director. Warren Beatty me llamó para ir a cenar con Annette (Bening). A Tom (Cruise) lo conozco bastante bien, pero como productor le dio completa libertad al director, Robert Tawne.

«Pregúntale al viento» se desarrolla durante la era de la depresión de Los Ángeles, en los años 30. Cuenta la historia de amor entre dos inmigrantes que no logran cumplir el sueño americano. En la ficción, Salma se enamora de Colin Farrell, detrás de los personajes de una mesera mexicana y un arrogante escritor que ni siquiera sabe conquistar su propia máquina de escribir. Entre racismo, pobreza y sueños, la película intenta recordar la discriminación de la época en que uno de cada seis habitantes de Los Ángeles tenían sangre mexicana, una realidad que mantiene cierta vigencia.

– ¿Alguna vez se sintió discriminada en Hollywood por ser latina?

– Muchas veces, sí, pero a otro nivel.

– ¿En qué sentido?

– Cuando exigen que para cierta película una persona sea blanca. «Caucasean», como dicen acá.

– ¿Fue al principio de su carrera?

– Todavía hoy me siento discriminada. Les cuesta trabajo ver que al ser mexicana tengo acento. No asocian que una mexicana pueda aparecer como alguien poderoso en un personaje. Y eso lo veo como discriminación.

– ¿Nota hoy algún cambio?

– Algo ha evolucionado. Antes era mucho peor. Hollywood tuvo una etapa donde traían muchas estrellas extranjeras, sobre todo en la época del cine mudo. Justo en los años 30, las mujeres empezaron a tomar mucha fuerza y las grandes protagonistas eran las mujeres, no importaba tanto el acento. Ahora, Hollywood es otro mundo.

– ¿Pensó en hacerse ciudadana americana?

– Acabo de hacerme ciudadana americana.

– ¿Y conserva todavía la ciudadanía mexicana?

– Claro.

– ¿Qué pasaporte va a mostrar cuando viaje a México?

– La verdad, no lo sé. Supongo que usaré el mexicano. Llevo los dos juntos.

– ¿Dónde está la diferencia?

– Me va a entender bien. La razón por la que me hice ciudadana americana, es porque puedo traer familiares. ¿Verdad? (Se ríe). Y además, puedo votar. Tengo ciertas posibilidades, pero es importante que pueda votar.

– Cada persona tiene una definición diferente de la felicidad. ¿Cuál es su propia respuesta?

– Dentro de la misma respuesta que le voy a dar está la respuesta. Para mí, un factor importante para la felicidad es el constante cambio. La constante evolución es la base para ser feliz. Mucha gente está contenta con la estabilidad y yo no. Pero igual soy muy feliz.

FABIÁN W. WAINTAL

entrevista a SALMA HAYEK actriz

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