Mediación cultural y cooperación
La Vanguardia, 11-05-2006Probablemente el principal problema, al menos el que percibimos como el mayor, es la inmigración y el impacto que ésta nos produce. En un país como el nuestro, que ha sido tierra de inmigrantes a lo largo de su historia, la situación actual no debería ser especialmente grave. Pero algunos aspectos diferenciales y nuevos nos producen en esta ocasión una gran inquietud. Detectamos reacciones de grupo llenas de prejuicios, discriminación y recelo, cuando no de manifiesta aversión y rechazo. La masiva incorporación de población extranjera en muy breve lapso de tiempo y la diversidad cultural, en todos los sentidos, de estas nuevas migraciones son algunos de estos elementos. Por otra parte, las nuevas colectividades de extranjeros, más o menos numerosas, según en qué territorios y zonas – no existe una distribución uniforme de la población inmigrada – , también experimentan trastornos psicosociales. El desplazamiento traumático de muchos de ellos produce secuelas que dificultan su inserción y la obtención de trabajo, en un medio tan nuevo y distinto del de sus naciones de origen.
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La inseguridad legal y laboral en la que se encuentran ha producido una nueva denominación, los sin papeles,que favorece toda suerte de patologías, conflictos contraproducentes, y abusos, tanto dentro como fuera de los propios grupos de personas inmigrantes.
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¿Qué hacer en estas circunstancias? Está claro que hay que pensar más y mejor el fenómeno de la nueva inmigración, reconociendo y aprovechando todos los esfuerzos que se vienen desarrollando desde distintas organizaciones y ámbitos profesionales con gratitud, y para ser eficientes. Aquí hemos oído tantas veces – especialmente en los años sesenta y siguientes – que la inmigración recibida, y que protagonizaron personas del resto del territorio peninsular, habría mejorado mucho en su integración y satisfacción de haber contado Catalunya con medios para la acogida, inserción e integración… ¿Vamos a repetir los errores del pasado?
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Un instrumento genuino va adquiriendo fuerza en las sociedades más avanzadas y por ello las más conocedoras de estos fenómenos migratorios: la mediación cultural; mediación interétnica entre gentes de distintas procedencias para el desarrollo de formas alternativas y más saludables de negociar los conflictos, especialmente con las poblaciones que residían anteriormente en los mismos lugares, es decir, los vecinos antiguos y los nuevos. Hay que aprender de estas nuevas experiencias de relación humana.
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Nadie debería vivir ignorándola o apartándose de esta nueva inmigración, negándola. Es necesario facilitar la convivencia y el mutuo beneficio a través de profesionales de la mediación que intervengan en los conflictos sin tomar partido, aceptados por las distintas partes, y promoviendo que las partes en conflicto protagonicen la negociación y la cooperación. La función principal de los grupos de mediadores es facilitar con sus intervenciones y actitud profesional los pactos, convenios y los acuerdos entre las partes. Los protagonistas de las situaciones conflictivas inmersos en un proceso de mediación van conociéndose mejor, y con su voluntad y la ayuda de los equipos de mediación profesional pueden alcanzar pactos y comprometerse a respetarlos y cumplirlos, por lo que son los autores de su propia negociación.
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No olvidemos que necesitamos más equipos de mediadores culturales bien formados, preparados y profesionalizados. Es una necesidad urgente para todos, y una ocasión que no podemos desaprovechar para obtener la mayor satisfacción y cooperación posible, que nos permita mirar con confianza realista el futuro original y poco previsto que ya empezó.
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