El Papa afirma que las diferencias «son una riqueza y no un daño o un peligro»
Diario Sur, , 26-12-2018El Papa clamó ayer por la paz en un mundo más justo y fraterno en el que las diferencias sean «una riqueza» y no «un daño o un peligro». Francisco reclamó paz y concordia para países castigados por la guerra como Siria, Yemen, Venezuela, Ucrania o Nicaragua. Lo hizo durante su tradicional mensaje de Navidad y tras criticar en la víspera con acritud el consumismo voraz. Desde el balcón de la Logia central de la basílica de San Pedro ofreció el pontífice la bendición ‘urbi et orbi’ (a la ciudad y al mundo) que sólo se imparte el día de su elección, en Navidad y en Semana Santa.
En su balance geopolítico del año, Francisco imploró que israelíes y palestinos «retomen el diálogo y emprendan un camino de paz». Clamó para que la «martirizada Siria» vuelva a encontrar la fraternidad y halle «una solución política» para que los refugiados «puedan volver a vivir en paz en su patria». Deseó que la tregua lograda en Yemen «alivie a tantos niños y a las poblaciones, exhaustos por la guerra y el hambre». Pidió con más intensidad la paz para África donde millones de refugiadas desplazados «necesitan asistencia humanitaria y seguridad alimentaria» y expresó su esperanza en que «acallen las armas y surja un nuevo amanecer de fraternidad en todo el continente».
El Papa instó a «encontrar de nuevo la concordia» en Venezuela y que la fraternidad social permita «el desarrollo del país, ayudando a los sectores más débiles de la población». Invitó a los nicaragüenses a redescubrirse como «hermanos» y a «favorecer la reconciliación para construir juntos el futuro del país». Asimismo, deseó que la Navidad fortalezca los vínculos fraternos que unen la península coreana y que «se continúe el camino de acercamiento en marcha». Se refirió también a Ucrania «ansiosa – dijo – por reconquistar una paz duradera que tarda en llegar».
En su homilía navideña de la víspera, Francisco criticó con dureza la «voracidad consumista» de la humanidad, y pidió reflexionar sobre el sentido espiritual de la vida y el hecho de compartir con los más pobres. «Ante el pesebre, comprendemos que lo que alimenta la vida no son los bienes, sino el amor; no es la voracidad, sino la caridad; no es la abundancia ostentosa, sino la sencillez que se ha de preservar», afirmó.
«El hombre se convierte en ávido y voraz. Parece que el tener, el acumular cosas es para muchos el sentido de la vida», agregó Francisco ante decenas de miles de fieles congregados en la basílica de San Pedro de Roma. «Una insaciable codicia atraviesa la historia humana, hasta las paradojas de hoy, cuando unos pocos banquetean espléndidamente y muchos no tienen pan para vivir», denunció.
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