Pacto mundial de migraciones

Y ahora, ¿qué?

Pedro Sánchez aportó más asistiendo en persona a la cumbre mundial sobre migraciones que con su discurso plano y continuista

El País, Gonzalo Fanjul, 10-12-2018

Pedro Sánchez vino a la cumbre migratoria de Marrakech. Vino cuando casi todos los demás líderes europeos se escondían bajo la mesa camilla o criticaban abiertamente un pacto en el que, paradójicamente, sus gobiernos habían estado trabajando durante dos años. Ese símbolo político es poderoso y, con seguridad, la principal aportación de España al accidentado comienzo de este proceso.

En todo lo demás, el discurso del presidente español ante el plenario ha sido perfectamente plano, casi marianista, fiel a la máxima de que todo cambie para que todo siga igual. El Pacto Mundial por una Migración Segura, Ordenada y Regular habla de los beneficios de un planeta en movimiento, de facilitar la movilidad laboral, de optimizar su impacto en el desarrollo o de reconsiderar las distorsiones éticas de las políticas de fronteras. Sánchez ha elegido ignorar todo ello para referirse a un vago plan de integración y pasar enseguida a lo que cuenta: lo que la UE va a gastarse en desarrollo para evitar que la gente emigre y cómo van a luchar contra las mafias, cuyo negocio fabuloso tanto le debe a las medidas de control que imponen los propios países europeos.

Vamos a necesitar algo más. La buena noticia es que este acuerdo no ha llegado para sostener el statu quo. Aunque se trata de un marco no vinculante y esencialmente cooperativo, el Pacto supone el primer esfuerzo multilateral por reconsiderar el modo en el que hemos trabajado hasta ahora. Como recordaba en su apertura el Secretario General de la ONU, António Guterres, su hipótesis de partida es simple: la gente se mueve, porque la aspiración a la dignidad, la seguridad y la prosperidad es connatural al ser humano. Nosotros podemos incrementar los riesgos y las amenazas asociadas a este proceso, o trabajar para que todas las partes afectadas ganen más de lo que arriesgan. Esto último es lo que pretende este acuerdo, que, pese al ruido, apoya la inmensa mayoría de los miembros de Naciones Unidas.

¿Qué va a ocurrir a partir de ahora? El Pacto cuenta con un mecanismo de seguimiento que permitirá evaluar sus avances cada cuatro años. También se establecerá una Red Migratoria de la ONU con la participación de todas las agencias bajo la coordinación de la Organización Internacional de Migraciones. Los detalles de estas medidas están aún por decidir. Pero cada uno de los países y las regiones pueden ponerse a trabajar ya para definir el aterrizaje de los 23 objetivos del acuerdo en su propio contexto. Esa suerte de planes nacionales pueden ser una excelente plataforma para definir objetivos propios, involucrar a actores no tradicionales como las ciudades y el sector privado, y realizar el ejercicio de innovación que va a necesitar el desarrollo de estas políticas.

Es solo el comienzo, pero a este primer paso en la dirección correcta pueden seguirle otros muchos en el futuro. Ahora solo falta que gobiernos como el español se lo tomen en serio.

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