"Una, arreglada, está bien; la otra no vale nada aunque se pinte..."
La Vanguardia, 08-05-2006pantera con incrustaciones de piedras preciosas. Rocky confirmó que en España había trabajo de camarera. Le explicó que ella debía pagarse los gastos de viaje. “Si no te llega – dijo – , ya lo pagarás en varias veces”. Al día siguiente las tres chicas viajaron en coche a Eslovenia acompañadas de tres gitanos rumanos amigos de Rocky, que a su vez las seguía en otro coche. Durmieron en casa de un tal Chocolate, donde había más personas que pretendían pasar a Italia, y Rocky partió hacia su residencia en Brescia, Italia. Al día siguiente Chocolate las llevó a Italia. Rocky las esperaba y las llevó a su casa, de donde partieron hacia Barcelona el 27 de agosto de 1999.
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Aquí las esperaba Carlos, que las llevó hasta el club 340. Carlos y Rocky les enseñaron sus habitaciones, donde durmieron. Por la mañana, Rocky les anunció que tenían que ejercer la prostitución para pagar los gastos ocasionados y que ascendían a 650.000 pesetas (3.906 euros) cada una. Aquel día las chicas rusas del local avisaron a las recién llegadas de que Rocky se quedaba con el dinero. Poco después,Simone descubrió que amenazaban a las otras jóvenes con matar a su familia en Rumanía. Se asustó y se convirtió en una más del 340.
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Los guardias y la juez titular del juzgado de instrucción número 3 de Reus, María del Carmen Moreno, creyeron la historia y se inició la investigación. Las vigilancias, seguimientos y escuchas telefónicas permitieron comprobar que la rumana había dicho la verdad, pero que se había quedado corta. Los agentes comprobaron que las chicas no tenían libertad de movimientos – salvo una, cómplice y amante de proxeneta – y descubrieron que Rocky, llamado en realidad Sokol, era un vendedor profesional de mujeres en contacto fluido con Sandra y Verónica, temidas regentes del club.
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Las pesquisas evidenciaron que las explotadoras estaban muy preocupadas, porque varias de sus chicas tenían pasaportes y visados suministrados por Rocky en los que figuraba una misma identidad. Sandra y Verónica temían que la policía descubriese el pastel sólo con pedir la documentación. También sufrían porque tenían menos mujeres que otro club cercano que les hacía la competencia.
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Las conversaciones interceptadas fueron una mina. Las dueñas se delataron exigiendo más chicas a Rocky, con el que discutían de precios como si hablaran de objetos. En otras ocasiones las jefas del local mencionaban el temor a una fuga colectiva, hasta llegar a decir: “Todas querían marcharse a su tierra”.
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Fue entre septiembre y octubre del 2000 cuando se produjo el acontecimiento que los agentes esperaban: Rocky anunció que ya tenía dos nuevas mujeres preparadas que vendía por 6.000 euros cada una. Los guardias siguieron paso a paso la venta y comprobaron como José, el camarero, viajó a Brescia a buscarlas y oyeron cómo las describía: “Una está bien si se arregla, la otra no vale nada aunque se pinte…”. Los agentes le vieron llegar en autobús con las dos mujeres hasta la estación de Sants y cómo las llevó hasta el club entrada la noche. Al día siguiente dos guardias de incógnito entraron en el hotel y vieron a las recién llegadas. Allí estaban con ropa transparente, cara de miedo y sin hablar ni una palabra de español. Salieron decididos a detener a todo el mundo, pero surgió una novedad que aplazó la operación. Aquella noche, Rocky llamó y anunció su llegada a España. Esperaron 24 horas y los detuvieron a todos.
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Como suele suceder, las chicas, atemorizadas, negaron estar sometidas, pero cuatro de ellas explicaron una historia coincidente con la de Simone. Las recién compradas confirmaron haber sido engañadas, secuestradas, maltratadas, violadas, vendidas y obligadas a prostituirse. En el club había habitaciones con rejas y puerta de seguridad para evitar que las nuevas escaparan. Procedían de un país del Este y se dirigían a Italia, donde ya tenían trabajo. Como siempre, la falta de un visado legal les hizo caer en manos de Rocky, que les hizo pasar la frontera italiana a pie y las secuestró. Les retiró los pasaportes y les dijo que la mafia las cortaría en pedazos o les arrancaría los brazos y las piernas. Un cómplice las violó. Así lo declararon en el juzgado y nunca retiraron el testimonio, que fue básico para condenar a los del club.
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