CARAVANA DE MIGRANTES HACIA ESTADOS UNIDOS

“Regresar no es una opción”

La caravana migrante se enfrenta a la etapa más dura del viaje: 2.200 kilómetros por el norte de México;un tercio de sus integrantes son mujeres y niños

Deia, MARTA MARTÍNEZ (GUADALAJARA) - , 14-11-2018

TRASrecorrer más de 2.140 kilómetros, la caravana migrante se enfrenta ahora al desafío de atravesar el norte de México, la parte más dura de la travesía por sus condiciones climatológicas extremas, con un ánimo desigual. Mientras los hombres jóvenes quieren llegar cuanto antes a su destino, Tijuana, muchas mujeres llevan en su mochila el peso de viajar con niños muy pequeños y les quedan todavía 2.200 kilómetros por delante. Un tercio de las 5.000 personas que conforman la primera caravana que partió de la ciudad hondureña de San Pedro Sula hace un mes son mujeres y menores.

“Parte del recorrido lo he hecho con el niño a hombros”, explica Jocelyn, una mujer hondureña de Tegucigalpa que viaja con su hijo de seis años, Kevin Giovani. Ella quiso abandonar la caravana ya en Tapachula, cerca de la frontera con Guatemala, pero “la gente me animó a seguir”. Está cansada, recientemente ha conseguido calzado nuevo donado por la sociedad civil, pero le queda pequeño y “me están saliendo heridas en los pies”. Y su hijo tuvo fiebre la madrugada del lunes, cuando durmieron al aire libre en Irapuato, “espero que no se me enferme, porque entonces no sé lo que voy a hacer”. Muchos de los migrantes están enfermos. “Las infecciones de vías respiratorias altas, la gastroenteritis y la dermatitis son las principales enfermedades que se están dando”, explica el médico Diego Barrera, que se encuentra en uno de los puntos de la ruta para prestar atención sanitaria a los migrantes. Incluso se han dado tres casos de dengue en menores.

Jocelyn espera sentada bajo un puente a las afueras de Irapuato a que un camión la lleve hasta su próximo destino: Guadalajara. La mujer, de 26 años, espera reunirse en Estados Unidos con su marido y su hija mayor, de 10 años, que hicieron el mismo recorrido en marzo del año pasado. En Honduras, además, ha dejado “con mucho pesar” a otras dos hijas pequeñas. La violencia en su país les ha obligado a huir. “Mi marido era chófer y los cobradores (miembros de la mara que extorsiona a la población) le amenazaron tres veces. Una vez, incluso, se lo llevaron. Cuando regresó a casa me dijo que tenía que marcharse. Los chóferes en mi país están amenazados y muchos son asesinados”, explica la mujer. Cuando se quedó sola y comenzó a trabajar, las amenazas se extendieron a ella. “Por eso, cuando me enteré de la caravana me uní”.

Jocelyn se encuentra entre el grupo que se ha quedado rezagado, pero no tiene prisa. “No voy a correr por subirme a un camión, ya me caí una vez de boca y estoy herida”. Los camiones de carga se han convertido en el principal soporte del grupo en su travesía hacia Tijuana. “Cuando entraron a México, hacían una media de cuarenta kilómetros diarios, ahora son 200 kilómetros”, explica Gorka Ortega, vizcaino afincado en México y miembro del Servicio Jesuita al Migrante. En Irapuato, incluso la Policía se encarga de darles el alto y es entonces cuando varios hombres con megáfonos tratan de organizar al grupo: “Hagan fila, no corran, hay sitio para todos. Las mujeres y los niños vayan al camión del otro lado”, explica uno de los organizadores.

Finalmente, todos consiguen subir y ponen rumbo a Guadalajara. Entre ellos está Emily, una chica de 16 años que no puede evitar que se le escape alguna lágrima cuando habla del viaje. “En Ciudad de México le lloraba a mi mamá que quería regresar. Me gustaría llegar a Estados Unidos, pero el camino es muy duro”. La joven viaja desde la hondureña Colón con su madre, dos tías y tres primos pequeños. Tanto Emily como Joselyn dicen sentirse seguras en el grupo. Margarita Cardiel, coordinadora de la red de género y migración del Estado de Jalisco, explica que “en esta caravana vienen muchas mujeres en grupo, con hijos, madres, tías, primas, compañeras y se sienten más protegidas”.

“Las mujeres son más vulnerables en la ruta migratoria porque corren riesgo de sufrir abusos o que las secuestren tratantes de personas. Muchas de ellas salen de sus países de origen huyendo de la violencia de sus esposos y en el camino se enfrentan a más violencia. Hoy he platicado con algunas de ellas y me dicen que, como vienen acompañadas, se sienten más seguras, pero la que viene sola siempre está con el miedo de que la toquen en la noche, incluso de que la violen. En esta ocasión no se ha reportado ningún caso, pero son riesgos que existen”, sostiene Cardiel. “He visto, incluso, mujeres que traen hasta ocho hijos chiquitos. Muchas mujeres no se atreven a migrar con sus bebés y ahora lo han hecho. Que una mujer abandone su país con su bebé y se enfrente a esta travesía es porque no tiene otra opción”, analiza la mujer, voluntaria en el Auditorio Benito Juárez que las autoridades de Jalisco han habilitado en Guadalajara para dar acogida a la caravana. En esta línea, Andrea Villaseñor, del Servicio Jesuita al Migrante, sostiene que “la caravana responde a la gran inseguridad que suponen las rutas, juntos evitan los peligros”.

Y, en el caso de las mujeres, no son pocos. “Una persona del Triángulo Norte asume la violencia como parte de la vida y cuando una mujer hondureña sale del país, asume y acepta que va a ser violada en el camino, de hecho, muchas toman anticonceptivos”, explica por su parte Charo Hernández, de Alboan.

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