«Nos han hecho sentir como de la misma familia»
Hogares de toda Euskadi abren sus puertas para que familias de distintas culturas y procedencias estrechen lazos dentro de la iniciativa 'Bizilagunak'
Diario Vasco, , 12-11-2018La diversidad no es óbice para que se respire ambiente familiar en casa de Itziar y Patxi, matrimonio irundarra que abre las puertas de su casa a dos mujeres camerunesas con sus respectivos hijos. Evigel, de 34 años lleva ocho en Irun, ha acudido acompañada de Gift, un chico ágil y despierto de 7 años, y Daniela, niña coqueta de 4. Ya vivió el año pasado la experiencia solidaria impulsada por ‘Bizilagunak’ y recomendó a su amiga Merveille, de 26 años, que se sumara este año a la iniciativa con su bebé. Alrededor de una mesa, donde quedan los pasteles, el queso y el membrillo como restos del banquete que acaba de pasar, Evigel se sincera. «Cuando me hablaron de esta iniciativa no pensé que pudiera haber gente así. El año pasado estuve bien, pero hoy ha sido mejor. Me siento feliz. Como en mi país. No hay diferencias. Nos tratan como una más de la familia». El anfitrión, Patxi, le acaricia con ternura su brazo en señal de cariño ante su visible emoción. Una de las innumerables señales de confraternización entre familias separadas en su origen por miles de kilómetros y contextos sociales, culturales y económicos casi antagónicos, pero con ganas de integrarse y sumar en su destino actual.
Mientras Evigel se explaya, Patxi conversa con Gift de fútbol suenan nombres como Benzemá o Bale en uno de los momentos en los que deja las cartas del suelo. Irati, hija del matrimonio irundarra, sostiene en su regazo a Daniela, cual hermana mayor, y Merveille se acomoda en un cuarto para dar de mamar al bebé. Todo son gestos plácidos. De los que salen cuando uno se siente querido.
«No pensé que pudiera haber gente así que nos pudiera abrir las puertas de su propia casa»
EVIGEL, CAMERUNESA DE 34 AÑOS
«Hablar con ellos en torno a la mesa te sitúa en una realidad más profunda que no recogen los medios»
PATXI, ANFITRIÓN IRUNDARRA
Si el objetivo de ‘Bizilagunak’ era «conocerse alrededor de la mesa, disfrutar de la buena comida y crear vínculos que convierten nuestros pueblos en lugares de acogida y convivencia», ayer se cumplió de lleno en casa de Patxi e Itziar. La ama de casa reconoce que «la comida da mucho juego a la hora de conversar. Yo y mi hija somos vegetarianas, y se han llevado un alivio cuando Patxi ha dicho que él no. Ha dado pie para que nos hablen de que las calabazas son mejores en Camerún porque tardan más en madurar o que el pollo de allí también es más rico». Evigel vuelve a tomar la palabra, colmada de gratitud, para incidir en que «nuestros niños no tienen este tipo de ocasiones para relacionarse con otros hogares de esta forma».
La familia irundarra que ha abierto las puertas de su hogar a ciudadanos de distinta procedencia reedita la experiencia tras dar de comer el año pasado a ciudadanos ucranianos, compatriotas de los niños que acoge cada verano. También participa en la red de acogida de Irun. Conoce la temática de la inmigración, pese a lo cual cataloga la comida solidaria como de «experiencia enriquecedora». Patxi sostiene que «hablando con ellos en torno a la mesa aprendes más. Hoy, por ejemplo, nos han hablado de que su país está en guerra. Ha salido el tema del deporte, a raíz de la Behobia que les hemos puesto en la tele, y nos han comentado que ídolos locales como Samuel Eto’o exjugador del Barcelona están muy mal vistos porque no hacen nada por la gente de su país. Te sitúan ante una nueva realidad que no viene reflejada en los medios».
Anfitriones saharauis
La comida dista un par de kilómetros de la frontera donde se frustra el proyecto de otros migrantes con menos suerte. También de ello se ha hablado. «Siento ganas, pero no me suelo acercar porque tengo miedo de que el intento por interceder me pueda afectar a mí», confiesa Evigel. Con impotencia, cuenta que «a los que me encuentro a este lado les oriento al albergue de Martindozenea».
«Nuestros hijos van a la ikastola junto a los de la famila saharaui, pero esto vale para estrechar lazos»
IRANTZU, VECINA DE HERNANI
‘Bizilagunak’ también ha dejado iniciativas de inclusividad a la inversa, con invitaciones que han emanado de familias extranjeras. Baba Hama y El Aiza Mohamed, saharauis que viven en Hernani, invitaron ayer a su casa a Irantzu, con sus hijas Arai y Kima, y a Edurne, con su hijo Ekhi. Los críos invitados coinciden en edad con Hama y Lala, hijos del matrimonio anfitrión. Van juntos a Langile Ikastola, «pero este tipo de planes ayudan a estrechar lazos porque en el día a día cada uno tiende a hacer su vida», explica Irantzu.
El almuerzo de Hernani confirmó que «somos personas a las que, en el fondo, nos importan las mismas cosas, y a las que nos diferencian pequeños detalles o costumbres que quedan como anécdotas». En la conversación abordaron «las preocupaciones en torno a los hijos o los puestos de trabajo», e intercambiaron hábitos culturales. «Hemos comido con las manos el Cuscús», cita como ejemplo Irantzu.
La misma finalidad de unir generaciones llamadas a construir la Gipuzkoa del futuro al margen de procedencias dispares cumplió la comida que en el barrio donostiarra de Intxaurrondo unió a una familia local y otra de Mongolia, cada cual con dos hijos. Anfitriones y visitantes tenían mucho en común. Los vecinos de Intxaurrondo han pasado siete años en Alemania para empezar de cero en Donostia. Los de Mongolia llegaron hace siete aquí y sus hijos ya hablan euskera. Unos y otros valoran los gestos de acogida «y han hablado sobre todo del proceso de buscar un trabajo cuando llegas a un lugar nuevo», cuenta el dinamizador del programa ‘Bizilagunak’.
La cifra
127 Comidas
se organizaron ayer en Gipuzkoa entre ciudadanos autóctonos y extranjeros en las que participaron 900 personas. En el conjunto de Euskadi se celebraron 219 almuerzos solidarios con la participación de 2.542 personas
Valga como ejemplo de la huella que puede dejar este tipo de encuentro la cálida despedida que se brindaron ambas familias. «Se han intercambiado los teléfonos y se han citado para que los hijos compartan tiempo en el parque», señalaba el dinamizador. Como detalle final, el matrimonio mongol entregó una cartera al padre y la madre que les abrieron las puertas de casa. Y como su tradición manda que no puede regalarse sin dinero dentro, cada una de ellas contenía un euro dentro. Tan simbólico como inclusivo, como el propio evento que les unió.
Al igual que ellos, compartieron mesa e inquietudes interculturales un total de 900 personas en Gipuzkoa, citadas en 127 comidas. Los datos de Euskadi en esta séptima edición del evento elevan la magnitud de la experiencia a 219 almuerzos y 2.542 ciudadanos, de 58 orígenes culturales y nacionalidades.
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