Millones de inmigrantes sin papeles salieron ayer a las calles de más de sesenta ciudades de Estados Unidos para exigir una reforma migratoria justa que abra el camino a la legalización de casi 12 millones de indocumentados. Desde Los Angeles a Nueva York, de Chicago a Miami, los manifestantes abandonaron sus puestos de trabajo, cerraron sus comercios y dejaron vacías las aulas en una jornada bautizada como «El gran boicot americano» o «Un día sin inmigrantes».

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El seguimiento del paro fue desigual aunque los organizadores – que se cuenta por decenas y que no tienen un claro liderazgo – , aseguraban antes de hacer el balance definitivo al final del día que la convocatoria había sido todo un éxito. Lo cierto es que muchos inmigrantes decidieron manifestarse tras ir al trabajo y a la escuela.

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El objetivo se daba por cumplido: demostrar el poder de los más de 40 millones de inmigrantes hispanos, el 56% mexicanos, que residen y trabajan a lo largo y ancho del país. Una «realidad fantasmal» que sostiene uno de los pilares de la primera economía del mundo, con un poder de compra de más de 700.000 millones de dólares al año y que representa el 13% de la fuerza laboral de Estados Unidos, de los que casi un 5% son ilegales.

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«Sí se puede»

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Los manifestantes ondearon banderas estadounidenses – como señal de su integración – y corearon lemas como «Sí se puede», «Aquí estamos y no nos vamos, y si nos echan, nos regresamos» o «Nosotros hacemos Estados Unidos más fuerte». La convocatoria también pretendía mostrar el rechazo a la Ley Sensenbrenner aprobada el pasado diciembre en el Congreso y que sólo contempla medidas represivas para atajar este fenómeno. Entre ellas, construir un muro de 1.200 kilómetros en los más de 3.000 que forma la frontera con México o convertir en delito la inmigración ilegal.

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Numerosas cadenas de supermercados cerraron sus puertas en señal de apoyo, al igual que Tyson Food, el mayor productor de carne del mundo. El emporio de comida hispana Goya, fundada por españoles en 1936, cerró su cadena de distribución a nivel nacional para reconocer las contribuciones de los latinos. Sin embargo, otras como Dole Foods y Wal – Mart (con 3.900 tiendas) informaron que sus operaciones no se habían visto perturbadas. Los sin papeles también contaron con el respaldo del sindicato nacional AFL – CIO o los actores Edward James Olmos y Salma Hayek.

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En California, los puertos de Long Beach y Los Angeles, así como la Central de Abastos del condado, sintieron los efectos del paro. Según el Sindicato de Trabajadores Agrícolas, ninguna gran plantación de California pudo recoger frutas o verduras. «Hoy marchamos, mañana votamos y si nos echan brincamos», entonaban los manifestantes en el centro de Los Angeles, la megalópolis de California donde casi el 45% de la población es de origen hispano.

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En Washington el seguimiento de la huelga fue más irregular, aunque la manifestación fue multitudinaria.

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Algunas de las manifestaciones más numerosas tuvieron lugar en Chicago, donde se estima que participaron unas 500.000 personas, Los Angeles Milwaukee, Dallas o Miami.

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Por su parte, el 68% de los estadounidenses está a favor de una reforma comprensiva como la que se debate en el Senado – y que luego deberá ser armonizada con la del Congreso – que da la posibilidad para que unos siete millones de ilegales regularicen su situación. No obstante, el 57% de los norteamericanos creen que el paro tendrá más efectos negativos que positivos para la causa de los inmigrantes.