La marea hispana inunda las calles de las grandes ciudades, aunque no logra paralizar EE.UU.
ABC, 02-05-2006
Los Angeles. Aspecto de la manifestación en una de las principales avenidas
de la ciudad californiana donde más acogida tuvo la convocatoria
MERCEDES GALLEGO. CORRESPONSAL
NUEVA YORK. Por un día, todo Estados Unidos estuvo ayer pendiente de lo que hicieran los hispanos. Las cadenas de televisión siguieron sus pasos en directo por las principales ciudades del país, mientras los inmigrantes llenaban las calles por millones, especialmente en Chicago y Los Angeles. Sin embargo, la convocatoria de huelga general en colegios y lugares de trabajo, que amenazaba con paralizar el país, no logró su propósito.
«Muy decepcionante», admitía en directo el corresponsal de la CNN instalado en el barrio chino neoyorquino, donde una buena parte de los que despachan el pescado o las verduras de los puestos son mexicanos. La cadena humana que se había convocado en una sola manzana de Canal Street no pasaba del centenar de personas, aunque la CNN la estimó en 400. Era una de las nueve que se dieron cita en Nueva York a las 12.16 horas, ni un minuto más, ni uno menos, para recordar la fecha del 16 de diciembre pasado, en la que la Cámara de Representantes aprobó la propuesta para castigar penalmente a los inmigrantes indocumentados y a quienes les asistan, en lugar de limitarse a multas y deportaciones.
Fueron las manifestaciones de la tarde, aquéllas cuya hora permitía que se oyera la voz de quienes protestan sin sumarse al paro, las que más seguimiento tuvieron. «Este movimiento apenas empieza ahora», justificaba María Flores, una maestra que hace 17 años pagó mil dólares a un «coyote» para que le cruzara la frontera. «Como todas las luchas por los derechos humanos, será una lucha larga, lo importante es que no decaigamos. Yo creo que va a ganar fuerza, porque aquí hay mucha gente que está dispuesta a perder hoy su trabajo por apoyarnos».
Ése era el principal miedo que llevó ayer a muchos inmigrantes a acudir a su lugar de trabajo, aunque su corazón estuviera en las calles. «Si no trabajo me botan», insistía Nancy Rodríguez, una dominicana que atiende una lavandería del Lower East Side neoyorquino. «Los dueños son judíos, ni se te ocurra faltar».
En su pequeña tienda de comestibles, Darío Collado departía con los proveedores con el aparato de «blue tooth» colgado en la oreja, mientras cobraba a los clientes del barrio. Uno de sus dos empleados no había ido a trabajar, y aunque Darío lo cuenta como una muestra de que apoya el movimiento, él no llegó a plantearse la posibilidad de cerrar la tienda, que mostraba ayer la misma afluencia que cualquier otro día.
Fiesta de las banderas
En uno de los supermercados de este barrio neoyorquino, el que más hispanos concentra en Manhattan después de Harlem y el Bronx, las cajeras decían no haber tenido tiempo para pensar en ello. «Salí de trabajar anoche a las diez y esta mañana estaba aquí de vuelta a las nueve», explicaba Walkikis Reyes. Sus compañeros del almacén habían acordado trabajar sólo las primeras dos o tres horas de la mañana, lo suficiente para dejar llenas las estanterías y las hojas de pedidos para el día siguiente. Después se irían a la manifestación. Reyes, sin embargo, ni siquiera se había enterado del plan.
«Si hubiera tenido el apoyo de alguien no hubiera venido, pero no me gusta señalarme», reconoce. «A mí lo que de verdad me gustaría es que no fuera nadie a trabajar y ni siquiera pudieran abrir los comercios, pero el Metro venía igual de lleno que siempre, y eso que en mi barrio todos son latinos».
Sus deseos sólo se habían hecho realidad en el sector agrícola. Según el Sindicato de Trabajadores Agrícolas, ninguna gran plantación de California pudo recoger ayer frutas o verduras. En las plantas industriales de la frontera, el sector cárnico también sintió la ausencia de trabajadores, y empresas Como Tyson Food, el mayor productor cárnico del mundo, tuvo que cerrar nueve plantas de ternera y cuatro de cerdo. Entre el sector avícola, Perdue Farm cerró seis de sus 14 plantas, y las Bodegas Gallo de Sonoma prefirieron dar el día libre a sus trabajadores.
En las calles, que es donde realmente se sintió el poder latino, los manifestantes siguieron las consignas de vestir camisetas blancas y agitar banderas americanas para recordar a la sociedad que «Nosotros también somos americanos», decían algunas pancartas. Pese a que los organizadores habían pedido que no llevaran banderas mexicanas ni cantaran el himno estadounidense en español, para no desatar las iras de los nacionalistas anglosajones, muchos no se resistieron a sacar sus símbolos nacionales. «Hoy sólo marchamos, pero mañana votaremos», amenazaban algunas pancartas.
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