Pocas fechas merecen un consenso tan amplio como la del Primero de Mayo. A lo largo y ancho del planeta, las movilizaciones en demanda de los derechos de los trabajadores se suceden, cada una aderezada por las particulares situaciones de cada país, pero con el componente común de recordar que, se diga lo que se diga, sigue existiendo una clase trabajadora con necesidades e intereses propios. Esa fotografía, que enfoca cada Primero de Mayo a la realidad sindical a escala mundial, tiene unas pocas zonas oscuras. La principal se sitúa en Estados Unidos, donde el Primero de Mayo no es festivo. Al igual que a Washington, a las autoridades de Indonesia las evocaciones ideológicas de la fecha le provocan sarpullido, de ahí que ayer acordara que no figure en rojo en el calendario. Pero del mismo modo que los trabajadores de Indonesia tomaron, pese a todo, las calles de Yakarta, en Estados Unidos millones de trabajadores, llegados de otros países americanos, bajaron la persiana en este Primero de Mayo. La decisión de organizaciones representativas de los 41 millones de latinos ­doce de ellos sin papeles­ de convocar un «día sin inmigrantes», vació numerosos centros de trabajo, estudio y comercio, y llenó las calles de trabajadores en pie de guerra contra la política migratoria. -