LA INMIGRACION EN EEUU

Más dos millones de hispanos toman las calles de EEUU reclamando sus derechos cívicos

El Mundo, 02-05-2006

Cientos de miles de inmigrantes hispanos secundaron ayer el Gran Paro Americano del 1 de mayo y tomaron las calles de las pequeñas y grandes ciudades del país, ondeando banderas estadounidenses y dejándose la garganta en español: «¡Amnistía ahora!», «¡Sí se puede!», «¡Bush, escucha, el pueblo está en la lucha!».


El Día sin el Inmigrante arrancó simbólicamente en Homestead (Florida), donde miles de inmigrantes mexicanos dejaron sin recoger la cosecha y pisaron el asfalto reclamando sus derechos. La ola de protestas viajó de costa a costa y llegó a congregar a más de dos millones de manifestantes entre Los Angeles, Chicago, Nueva York, Denver, Houston, Boston y San Francisco.


En Nueva York, un raudal incesante discurrió durante horas por Broadway y colapsó el bajo Manhattan. Tan sólo en Chicago, la policía estimó que más de 300.000 ciudadanos participaron en la marcha más multitudinaria en la ciudad desde la era de los derechos civiles y las protestas contra la Guerra del Vietnam.


En Los Angeles, el epicentro de las protestas que sacuden el país desde el pasado 25 de marzo, se estimaba que más de un millón de ciudadanos tomó parte en las dos marchas convocadas en el centro financiero y en la avenida Wilshire, informa Ferrán Viladevall.Con la memoria de los disturbios raciales aún presente, cientos de comercios y de oficinas echaron el cierre. Para evitar problemas o para que sus empleados pudieran sumarse las protestas.


La plaza de Union Square, en Nueva York, volvió a convertirse como otras veces en la Plaza del Pueblo: allí se formó al mediodía de ayer una cadena humana que hermanó a hispanos y a anglos y se extendió a los cinco distritos.


Roberto Ortiz, 21 años, de Guadalajara (México) vino pertrechado con una bandera gigante de barras y estrellas y un cartel donde decía: «No somos criminales». «Trabajo en un grill americano, con estos seis compañeros que ves, y el dueño ha cerrado hoy para que podamos venir», confesó sobre la marcha. «Yo llevo aquí sólo dos años, pero no me jugué la vida en el desierto para que ahora me manden para atrás. Nosotros venimos para trabajar, no para robar».


«Apoye el calvario del inmigrante»… José Arévalo, también mexicano, empleado en una fábrica de ventanas, llevaba el cartel al hombro como una pesarosa cruz. «Trabajamos como esclavos y mira lo que recibimos», se lamentaba. «Yo no hago otra cosa desde que llegué a este país, y creo que ha llegado la hora de que nos den algo a cambio. Estamos muy unidos y esto va a seguir para adelante, olvídate».


Para calvario, el de los hondureños María Galiano y Gerardo Ruiz, que llegaron por el desierto de Arizona. Primero él, después ella, luego sus dos hijos «y los otros dos que nacieron aquí y que son americanos». María trabaja en la limpieza; Gerardo, en la construcción. «Llevamos ya siete años dejándonos la piel aquí», habla María. «Y no vemos la forma de legalizar nuestra situación, por más que paguemos a los abogados. Al revés, no discriminan cada vez más, y ahora no podemos siquiera salir a la calle».


Alex Hernández, un guatemalteco de 35 años, padre también de dos hijos que nacieron acá, dejó familia y trabajo en Connecticut para sumarse a la avalancha humana que ayer fue Broadway. «Yo he hecho de todo desde que llegué aquí: carpintero, pintor, técnico veterinario», se explicaba. «Este país me ha dado un idioma y una formación, y le estoy tremendamente agradecido ¿Pero cuál es ahora mi futuro? ¿Separarme de mis hijos que nacieron aquí?».


Entre la masa de manifestantes que recorrió Manhattan había también españoles como el santanderino Luis Gómez, 32 años, ondeando una bandera roja y gualda con el toro de Veterano. «El corazón me trajo hasta acá hace tres años», confiesa. «Estoy casado con una colombiana que tiene permiso de residencia y hace nueve meses tuvimos un niño que es americano. Trabajo como mecánico en Long Island, pero no tengo papeles, y si vuelvo a España me hacen quedarme allí diez años».


Rachel Sorey, una profesora norteamericana de 24 años, se solidarizó con sus estudiantes latinos. «Llevan aquí años, hacen trabajos que otros no quieren, hablan el idioma y contribuyen a la prosperidad».


En Coachella Valley, California, los campos amanecieron ayer desiertos. El mercado central de Los Angeles cerró porque los camiones no llegaron y gran parte de los restaurantes no abrieron.El alcalde, Antonio Villaraigosa, hijo de mexicanos, decidió ausentarse y viajar a Texas. Antes de partir dijo a sus paisanos que llevaran a los niños a la escuela y que, si se manifestaban, lo hicieran con la bandera de EEUU.


El cardenal Mahony pidió también a los vecinos que se sumaran pacíficamente a las manifestaciones pero que no participaran en el boicot. La senadora demócrata Gloria Romero, sí urgió sin embargo a los suyos a que secundaran el Gran Paro: «Tenemos que hacer ver a los líderes de Washington cuál es nuestra fuerza.Necesitamos que se nos trate con dignidad y respeto, y necesitamos que lo hagan ahora».


Editorial en página 3

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