LAS CLAVES / LA INMIGRACION EN EEUU
Los hispanos retan al 'sueño americano'
El Mundo, 01-05-2006Cónclave de hispanos bajo el elevado de la calle Roosevelt. A nadie se le escapa que andan tramando una gorda: hasta los oídos de todos llega el eco del Gran Paro Americano. Lo presagian los carteles pegados a la entrada del metro, y los panfletos que pasan de mano en mano, y los anuncios que escupe a todas horas la radio: «El 1 de mayo es nuestro día. No lo olvides: ni trabajo, ni escuela, ni ventas, ni compras».
- «¿Y tú qué harás?», le pregunta a un colega Ernesto Fuentes, 23 años, mexicano e indocumentado.
- «Pues a nosotros el jefe nos ha dicho que cierra el restaurante y que no nos preocupemos, que el martes será otro día», contesta Antonio, un joven colombiano, también sin papeles, que prefiere guardarse el apellido.
- «Suerte que tienes: nuestro jefe es coreano y nos ha dicho que quiere vernos a todos puntuales.
Ernesto Fuentes decidirá a última hora si sumarse o no al Gran Paro Americano. «Voy a esperar a ver cómo amanece el día», advierte, aunque todo hace presagiar que la Roosevelt, la bulliciosa arteria del continente hispano en Queens, se quedará hoy sin cumbia y sin rancheras, sin arepas y sin tacos.
Y el Gran Paro se extenderá por todo Nueva York, con sus dos millones largos de hispanos y su medio millón de ilegales, y saltará a Chicago, y a Houston, y a Phoenix, y llegará por último a Los Angeles, como la niebla de la película Un día sin mexicanos, que ha servido de guión para la jornada histórica de hoy.
¿Qué pasaría si los 40 millones de hispanos y los 11 millones de indocumentados desertaran por uno solo día en Estados Unidos? ¿Quién calentará los fogones, quién servirá en los restaurantes, quién llevará la comida a domicilio? ¿Quién regará los jardines, quién cortará las flores, quién recogerá las lechugas y los tomates? ¿Quién se subirá a los andamios, quién conducirá los camiones, quién cuidará de los niños?
El orgullo y el miedo librarán hoy un pulso en la geografía norteamericana, y quizás haya que ser cauto, como Ernesto Fuentes, y esperar «a ver cómo amanece el día» antes de certificar la jornada histórica de los hispanos en Estados Unidos, recogiendo el testigo de los negros, al cabo de 40 años.
Las grandes ciudades se han preparado para «el peor escenario posible»: mercados cerrados, restaurantes desabastecidos, camiones varados, obras abandonadas… El Gran Paro Americano tendrá su epicentro en Los Angeles, donde los hispanos son ya la mitad de la población, pero la onda expansiva hará vibrar a todo el país, como tiembla el suelo bajo el elevado de la Roosevelt, en el barrio neoyorquino de Jackson Heights.
Allí, la parroquia hispana ha ido creciendo hasta desplazar al Barrio del Harlem hispano y competir con Washington Heigths, el populoso rincón dominicano de Manhattan. Allí, el Gran Paro Americano será casi total, auspiciado por hispanos solidarios como el mexicano Raúl Sandoval, que fue ilegal antes que empresario: «Cuando necesito alguien que friegue los platos, le doy el trabajo al que primero aparece. La gente recién llegada ocupa los puestos que otros no quieren: siempre ha sido así en este país, la tierra de las oportunidades».
Sandoval echará hoy el cierre al Taco Veloz y ha animado a sus empleados para que salgan a la calle y se manifiesten, «porque si los republicanos se salen con la suya, si criminalizan a los indocumentados y penalizan a las pequeñas empresas, nos vamos todos al carajo».
Pero los indocumentados tienen miedo a dar la cara: de boca en boca corre el rumor de las redadas de la Homeland Security, y las patrullas ciudadanas de los Minutemen, a la caza de ilegales.«Yo salí a la calle el mes pasado, pero ahora tengo miedo a que me prendan», confiesa Ernesto Fuentes.
Ernesto cruzó la frontera hace tres años por Nuevo México y logró llegar hasta Albuquerque en una furgoneta. De allí partió hacia Queens, al encuentro de su primo Francisco. Ahora gana cuatro dólares a la hora como chico para todo en un deli (tienda de alimentación) y manda la mitad de lo que gana «de vuelta a la familia en Jalisco». Su sueño es traerse algún día a su esposa y a su hija de tres años, Nelia, «aunque tal y como van las cosas, no más voy a tener que regresar».
Su amigo Antonio, el colombiano, anda en trámites con un abogado para regularizar la situación, pero «ya van consumidos cuatro años y más de 5.000 dólares, y no acabo de ver un solo papel».Sus compañeros del restaurante – La Ropa Vieja – le están animando para que salga a la calle mañana y se una a las 12.00, hora del ángelus, a una cadena humana por los derechos de los inmigrantes en Queens.
«Hola, aquí Arturo Pérez, de la Coalición Primero de Mayo»…Emulando a los agentes de telemarketing, los organizadores del Gran Paro Americano tiran estos días de la agenda de telefónica para movilizar a los hispanos. «No vayas al trabajo, no lleves a los niños a la escuela, no compres ni vendas», son las consignas bilingües que deja en el contestador Arturo Pérez. Volverá a llamar.
«Estamos pidiendo a los indocumentados que se hagan visibles por un día», explica Pérez, «pero queremos extender el llamamiento a todos los latinos de este país que es el nuestro. Queremos la amnistía para los 11 millones que están sin papeles, queremos que no nos consideren delincuentes, y que no se construyan muros en la frontera… Queremos que se ponga fin a esta gran hipocresía».
Pérez vaticina el «éxito total» de la jornada de hoy… «Nada será igual sin los inmigrantes latinos Somos la minoría más fuerte del país, contribuimos con 7.000 millones de dólares a la Seguridad Social y ganamos 240.000 millones de dólares al año. Sin nosotros, sencillamente, este país no funciona».
Le preguntamos a Pérez por la falta de unidad, y por los mensajes ambiguos de otras organizaciones hispanas que han pedido a la gente que se sume a las manifestaciones pero que no secunde la huelga. «Nuestra diversidad es ahora mismo nuestra fuerza», asegura.«No tenemos un Luther King, ni un César Chávez, pero el pueblo hispano está unido, y vamos a aprovechar la fuerza simbólica del 1 de mayo para demostrarlo».
Jorge Rodríguez, coordinador de la gran marcha hispana que colapsó a finales de marzo Los Angeles, vaticina que esta vez habrá «entre dos o tres millones de manifestantes» en las calles, más los que confluirán en la emblemática Union Square de Nueva York, y en los centros de Chicago, Washington, Phoenix, Tucson…
La singular alianza entre las asociaciones proinmigrantes, las iglesias y los medios de comunicación hispanos volverá seguramente a dar hoy sus frutos. En Los Angeles, el cardenal Roger Mahony ha incitado a los parroquianos a que reivindiquen sus derechos en las calles (aunque les ha pedido que no falten al trabajo y que lleven a los niños a la escuela). En Chicago, el reverendo Charles Dahm se desmarcó también con una proclama: «Marcharemos por la dignidad humana, por nuevas leyes que reconozcan la contribución de los inmigrantes a nuestras comunidades y a nuestra nación».
El popular acalde de Los Angeles, Antonio Villaraigosa, hijo de mexicanos, dará sin embargo plantón a sus paisanos y no se sumará a la protesta. En su ausencia, la vara política la llevará la demócrata Gloria Romero, artífice de la resolución aprobada en el Senado de California en apoyo del Gran Paro Americano: «Será un día en que los inmigrantes del país puedan expresar pacíficamente que de verdad cuentan, que no son ciudadanos invisibles».
Aunque el protagonismo se lo llevarán seguramente actores como Edward James Olmos: «El 1 de mayo va a ser una gran lección para el resto de los americanos y los políticos en Washington». A su vera estará posiblemente el compositor argentino Gustavo Santaolalla, con el Oscar por Brokeback Mountain aún reciente: «Tenemos que exigir dignidad y respeto, porque todos somos trabajadores, y todos somos parte del ADN de este país». Antes de partir hacia Europa, la animosa madrina mexicana Salma Hayek incitó a los inmigrantes a que sigan «abriéndose camino» en el crisol norteamericano.
El director de cine Sergio Arau, que filmó hace dos años Un día sin mexicanos, se despertará tal día como hoy con la sensación de estar viendo una realísima secuela de su película… Mary Jo Quintana se despereza por la mañana, extiende sus brazos y se da cuenta de que su marido, Roberto, se ha esfumado sin dejar más rastro que su dentadura postiza. Al director de The Buenos Diaz Report, Joe Velázquez Díaz, también se lo ha tragado la tierra, o más bien la niebla espesa que parece encerrar el secreto de la repentina desaparición de los 14 millones de mexicanos en California.
Las cosechas se pudren en los campos. Los jardines se secan.Las casas se quedan a medio construir. Los niños no saben qué hacer sin su nanny hispana. Las escuelas se quedan vacías. Las tiendas, desabastecidas. Los camiones, en los arcenes. Los camellos se dedican a vender tomates. Los agentes de la migra se enganchan a los videojuegos. Y a los anglos no les queda más remedio que subirse las mangas y ponerse a freír huevos rancheros.
«Sin decir adiós desapareciste…», dice la canción. Y el caso es que desapareciendo, los inmigrantes se hicieron más visibles que nunca, y los norteamericanos valoraron por fin el trabajo invisible…
Juan Bautista García, 32 años, ecuatoriano para más señas, trabaja como descargador en el Meatpacking District de Mahattan y tiene muy claro que hoy no contarán con sus hombros para bajar del camión a los terneros y a los cerdos: «No va a haber carne fresca en los restaurantes ese día: eso te lo aseguro. Nuestro manager nos ha dicho que podemos tomarnos el día libre, que no llegarán siquiera los camiones».
Juan Bautista lleva seis años como indocumentado y ha hecho de todo desde que llegó de Quito… «Lo que mejor pagan es la construcción, pero yo tengo un problema en los oídos y me dan ataques de vértigo.En los restaurantes trabajas como un esclavo, no te dan un día para descansar, te pasas todo el día en un sótano y respirando humos. Al menos descargando ves la luz, y puedes descansar los sábados».
La industria cárnica echará el cierre hoy en casi todo el país.Tyson Foods fue la primera en anticipar la jornada de brazos caídos «ante la posible falta de personal». Cargill Meat Solutions ha dado a sus 15.000 trabajadores el día libre para que puedan participar en las protestas y Smithfield Foods, de Virginia, ha emitido incluso un comunicado de apoyo a las reivindicaciones, reclamando al Senado que facilite «un camino hacia la ciudadanía a los que quieren trabajar».
En Los Angeles, el Mercado Central de la calle 7, donde se abastecen la mayoría de tiendas y restaurantes del sur de California, permanecerá también cerrado. «No trabajaremos el 1 de mayo», anunció Pedro Astorga, por boca de los comerciantes. «No venderemos frutas ni vegetales».
Miles de pequeños comerciantes hispanos, como Robbie Méndez, de Santa Cruz (California), han decidido no sólo cerrar en solidaridad con sus trabajadores sino contribuir con cientos de dólares a la organización del Gran Paro Americano: «Los inmigrantes vienen aquí a ayudar al país, a hacer que la economía funcione, y es justo que se lo reconozcamos, aunque sea por un solo día».
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