El pulso de cada día con el 'top manta'

Los chiringuitos del Port Vell, que pierden un 30% de facturación, negocian directamente con los vendedores que les respeten tres metros de margen que permita pasar a sus clientes

El Periodico, Ernest Alós / Guillem Sànchez, 04-08-2018

Para Jorge Álvarez, el empresario que gestiona la concesión de una decena de quioscos de helados y bebidas a lo largo del recinto del Port Vell de Barcelona, alguien acostumbrado a lidiar diariamente con el fenómeno del ’top manta’, la agresión a un turista americano no le acabó de sorprender. Lo que no significa que, en su opinión, una la reyerta entre vendedores del ‘top manta’ y un turista sea algo habitual. “Se atreven más con la policía, que en nuestra sociedad tiene mala fama, y a la que rodean y se arma la de Dios, que con los ciudadanos, con los que no quieren meterse en líos”, apunta. 

Las asociaciones de comerciantes llevan tiempo denunciando la competencia desleal que supone para ellos trabajar junto a manteros que ofrecen producto falsificado libre de impuestos. Los comerciantes de primera línea de mar, además, no solo ven caer su cifra de ingresos, sino que deben mantener un pulso cotidiano con la ‘manta’. En los quioscos de helados de Álvarez en los que ha conseguido “que respeten un margen de tres metros de distancia entre las mantas y los puestos” la facturación ha bajado solo “entre un 25% y un 30%”. Pero los puntos de venta que quedan completamente rodeados por vendedores ambulantes han sufrido un descenso “del 80%”, explica Álvarez, miembro de la plataforma contra el top manta. 

“A base de buenas palabras y negociación ellos han cedido y estamos conviviendo; les digo que ellos quieren vender y yo quiero vender, que mejor que no nos hagamos daño, y nos damos cada día la mano”, explica. Pero los márgenes que negocia cada día con los manteros para dejen el paso libre a los clientes no responden a ninguna normativa administrativa, ni a ningún acuerdo con las administraciones: “Esto es un sálvase quién pueda”, lamenta Álvarez, a quien a menudo se le puede ver negociando la posición de las mantas palmo a palmo para que no bloqueen el paso de los viandantes hasta sus comercios. Y que por la noche debe delimitar con cinta de precinto esos tres metros en torno a los chiringuitos, “y entre ellos se encargar de respetarlos”. "La última idea genial que propone el Ayuntamiento es que pongamos mesas y sillas para que no se nos pongan pegados", añade.

“Llevo 12 años de agente de la Policía Portuaria y algunos manteros llevan tanto tiempo como yo en el Port Vell”, explica un agente. La relación con la mayoría de ellos “es buena”, subraya, porque – los vendedores – son conscientes de que llevan a cabo una actividad “ilegal” y que “nuestro trabajo es impedírselo”. El problema se ha acrecentado a lo largo de los últimos años porque esta zona, competencia de la Autoridad Portuaria, se ha convertido en un terreno descontrolado de venta ilegal que ha superado la capacidad de contención de la Policía Portuaria. Una situación que ha provocado “un efecto llamada” que atrae a cientos de manteros cada día, sobre todo durante los meses de calor, hasta el puerto de la ciudad, para desesperación de los vendedores artesanos de Palau de Mar. 

Los conflictos, coinciden Álvarez y fuentes de la Policía Portuaria, suelen protagonizarlos los recién llegados. “A diferencia de los más veteranos, algunos más nuevos muestran una actitud desafiante, tal vez porque acaban de llegar y les ha costado una travesía de mil penurias alcanzar Barcelona y no están para tonterías”, aventura un policía de la Portuaria. “No conocen las reglas del juego”, dice Álvarez, quien añade que, a menudo, quienes sufren estas actitudes más agresivas por parte de algunos manteros son las vendedoras de los quioscos, “chicas filipinas, jóvenes, bajitas, también inmigrantes, que reciben insultos y vejaciones que las asustan hasta el punto de haber pedido la baja voluntaria”, explica.

En el Port Vell no hay ninguna mafia organizada. Este término, “mafia”, debería reducirse únicamente a las organizaciones que facilitan el material falsificado a los manteros, quienes lo compran casi siempre en almacenes chinos de Badalona. Otro empresario, que prefiere que su nombre no aparezca, cree que lo que sí existe en el puerto entre muchos de los manteros que ‘trabajan’ en esta zona cada dia es cierto grado de organización y una división “de agrupaciones por orígenes de los vendedores”. Un reparto de espacios e incluso de funciones que incluso incluye un servicio “de catering” para manteros que ofrecen “mujeres que acuden con una nevera y arroz hervido con carne y que lo cobran”.

Curiosamente, apunta Álvarez, “este verano hay tanta saturación, con gente que hasta deja un trabajo en Londres para venir aquí tres meses y hacerse el verano, que hasta el top manta se ve perjudicado por el top manta; en el Port Vell, donde parece que los habían inducido a venir, ya no caben; lo del otro día pasó delante del Zurich”.

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