Salma Hayek: «No tengo dónde ponerme el botox»

La estrella mexicana visitó Madrid para presentar su nuevo filme, la

La Razón, 26-04-2006

Aaunque no le cuesta hablar, de pronto parece tímida, baja los ojos y
sigue añadiendo capas internas a ese corazón que dibuja con una
concentración desusada. Hayek es más guapa e igual de bajita al natural, y
posee eso que los franceses llaman «charme». En «Pregúntale al viento»
encarna a una emigrante mexicana que, durante los duros años 30, intenta
en – contrar su lugar en el mundo: «Decidí darle vida a este personaje
porque me hizo pensar en las mujeres que, a través de la Historia, han
inspirado a los hombres para crear una obra maestra, esas esposas o
amantes que ni siquiera se enteraron antes de morir de lo que habían
conseguido…». Con todo, no le importa reconocer que, hoy, escasean los
papeles interesantes para las actrices. Incluso tiene una teoría rara al
respecto: «Creo que hace más de un siglo nos escribían papeles más
interesantes porque el mundo gay no era tan abierto, de ahí que existiesen
grandes novelistas como Tennessee Williams que los concebían con tanta
profundidad. Cuando esa represión va desapareciendo ya no tienen la
necesidad de escribir. Nosotras tampoco estamos creando tanto, y, cuando
lo hacemos, es para que los produzca una maquinaria con mucha
testosterona. Mira, si no, las películas que se realizan…». Pocos en
esta profesión, pues, «saben escribir para las mujeres, salvo Almodóvar,
quizá porque los hombres nos entienden poco. Eso fue lo que me atrajo de
Camilla, su complejidad, sus colores».
   
   
«Como una ermitaña». Otro asunto peliagudo: la edad. Suelen
decir que por aquellos pagos no perdonan ser mayor, aunque una sólo lo
parezca. «En mi caso sucede al revés, ahora me va mejor que nunca en las
relaciones personales, en mi profesión… No me siento una persona de 40
años (los cumple el 2 de septiembre, quién lo diría…). Desde un punto de
vista espiritual, mantengo una relación con el tiempo distinta a la
mayoría, que suele emparentarlo con el deterioro. Yo lo hago con la
sabiduría». E insiste porque puede: «No me han salido arrugas, no tengo
canas, no se me ha caido nada por ahora… Quizá porque la edad está aquí
[y señala la cabeza] y la mía es otra actitud». Sin embargo, alguien
vuelve a meter el dedito en la llaga: ¿llegaría a retorcarse para no
perder ripio en su carrera? «Es que no tengo dónde ponerme el botox, ni
dónde hacerme cirugía… Además, a mis gallinas [porque Hayek vive en un
rancho «como si fuese una ermitaña»] no les importa si me he operado o
no». Y sigue dando envidia: «Estoy llena de creatividad, de inquietudes,
no me repito, y eso ayuda a no envejecer. Muchos deciden sentarse y
esperar a que una revista les diga qué hacer, sin ideas propias, de ahí
que cuenten para atrás: cuántos día me quedan… Ahí comienza la
decrepitud». Considerada como la artista latina más influyente de
Hollywood, Hayek es también cineasta y productora: «A lo mejor, lo primero
que dirigí [«El milagro de Maldonado», 2003] jamás lo habría hecho si no
me lo llegan a proponer. Luego vino el vídeo para Prince, donde la mujer
sale distinta a como suele aparecer en estos espacios [y, de pie, mueve el
trasero y pone cara de guapa boba], sino que la protagonista realiza
tareas domésticas como si fuese una diosa… Ahora tengo entre manos un
guión, aunque ignoro qué sucederá». Después de dibujarle al corazón una
nueva capa, Hayek dice que sí, que existe «un poco» de racismo en la
industria, aun cuando el tema «va más allá… No se trata de un asunto
fácil. Tengo amigas hispanoamericanas que se quejan de que los papeles son
para las estadounidenses, a pesar de que tampoco son tantos los que
surgen». Socialmente muy comprometida (con los inmigrantes, el
medioambiente… «El 50 por ciento de mi trabajo es activismo, pero sólo
se ve un 3…»), avanza que entre sus proyectos se encuentra financiar la
adaptación de la serie «Betty la fea». De «Bandidas», que llega a España
en agosto, indica que «lo pasé tan bien rodándola junto a mi amiga
Penélope Cruz que me resulta difícil hablar objetivamente de ella». Y
Hayek, que pinta por fin la peana y da, ella también, besos manchegos, se
marcha para el «photcall». A lo mejor sólo significa que es una mujer
satisfecha. Me refiero al corazón y la peana.

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