Miedo

El Correo, , 21-07-2018

Escribir en periódicos conlleva a veces la gravosa encomienda de tener que atender y reflexionar sobre asuntos que a uno no le motivan personalmente, pero que, para bien o para mal, están ahí, en la sartén de los medios, chisporroteando como dientes de ajos machacados en aceite hirviendo. Como este engorroso asunto de las primarias del PP. A falta de unas horas para saber cuál de los dos candidatos a la presidencia del partido será finalmente el elegido, cualquier opinión lanzada desde lejos puede parecer malintencionada. Lo sé. De todas formas, por algunas cosas que estoy oyendo estos últimos días, la mayoría de la gente que no tiene mucha simpatía por ese partido (sino más bien poca o ninguna), prefiere secretamente que gane Pablo Casado, confiando en que la pujanza que exhibe y la determinación renovadora que promete sean aún más destructivas para sus propias siglas que el parsimonioso y autocomplaciente continuismo rajoniano que unge, aureola y canoniza a Soraya Sáenz de Santamaría. Que apenas un día antes de hacerse público el cómputo definitivo, ambos sigan alzando el mentón y atribuyéndose una victoria holgada, puede resultar más o menos torpe o chusco, pero hasta cierto punto es normal: es el juego en el que están atrapados y que no les implica y compromete solo a ellos dos, sino también a todo el equipo, personajes, entidades y grupos de presión que uno y otra tienen detrás (o por encima) y que no son pocos. Pero la cuestión, en el fondo, lo verdaderamente importante (lo que ninguno se ha atrevido a verbalizar con claridad), es el modelo de partido que defiende y que va a construir: las cosas que va a hacer (y que va a dejar de hacer, que es lo peor). Porque, vista la errática deriva de la Unión Europea y visto el avance de la extrema derecha, el auge de los discursos ultranacionalistas en todos los lados y por todos los países, vista la extensión del euro – escepticismo y de los partidos y organizaciones antiinmigración con mayor o menor dosis de xenofobia y violencia racista, tener al menos una cierta idea de la clase de partido moderno en el que supuestamente se va a convertir el PP es algo que tiene importancia, ya lo creo que la tiene. Y no solo para los afiliados y simpatizantes del PP sino para todos. Porque no nos engañemos, el PP puede gobernar otra vez, fingir no verlo sería estúpido. Hace apenas unos meses, en medio de la marea política que se creó en torno a las sentencias de la ‘Gürtel’ y demás, recuerdo que llegué a pensar que el PP se hundía y que podía incluso desaparecer. Qué ingenuidad. Cada vez me produce más estupor observar cómo olvidamos. No, el PP sigue gustando a la gente que tiene el dinero y eso, en un mundo como este, no es broma. A mí me está empezando a dar miedo el rostro de la nueva derecha europea (y mundial).

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