“Los libios nos pegaron”

Habla Josefa, la mujer superviviente a bordo ya del Open Arms

Público, ANNALISA CAMILLI (INTERNAZIONALE), 19-07-2018

Josefa tiene los ojos enormes, alargados. Me mira abriendo los párpados lentamente. Está tumbada en el puente del barco de Open Arms. La tripulación le ha puesto chalecos salvavidas bajo su espalda y la ha cubierto con telas térmicas que parecen de plata y oro. Su rostro refleja sufrimiento, abre los ojos de par en par como pidiendo socorro. Luego los vuelve a cerrar como queriendo descansar.

“Soy de Camerún, me escapé de mi país porque mi marido me pegaba. Me pegaba porque no podía tener hijos”, cuenta Josefa (no Josephine como se le había llamado al principio) con un hilo de voz en un francés dulce. Se toca la tripa. “No podía tener hijos”, repite. Es de cuerpo robusto y manos pequeñas aún arrugadas por haber pasado toda la noche en el agua.

Apenas consigue hablar, tiene dos ojeras profundas que le excavan los ojos, sus pupilas son de un negro intenso. Levanta el brazo para saludarme, luego me aprieta la mano. Sigue fría, parece que tuviera escalofríos. Giovanna Scaccabarozzi, la doctora italiana de Open Arms, que se está ocupando de ella desde la mañana dice que ahora está ya fuera de peligro, aunque sigue bajo shock. Tiembla, no consigue tranquilizarse, parece cansadísima.

Hay un gotero con solución fisiológica colgado del palo del puente del barco: gota a gota van hidratando a Josefa. “Hemos estado en el mar dos días y dos noches”, cuenta. No recuerda desde donde zarparon ni sabe dónde están sus compañeros de viaje. “Llegaron unos policías libios”, dice, “y se pusieron a pegarnos”.

No recuerda nada de lo que pasó después y tiene un único temor. No quiere que le lleven a Libia. “Pas Libye, pas Libye”, repite como rezando, una letanía susurrada con un hilo de voz. “Pas Libye”. Para tranquilizarla los voluntarios le dicen que ahora está a salvo, que pronto llegará a Europa.

Van acercándose a turnos para pasarle un pañuelo mojado por la frente: tiene el cabello lleno de un polvo blanco, quizá porque estuvo encerrada en una cárcel sin poderse lavar. “Si hubiéramos tardado alguna hora más, hubiese muerto también ella, afirma la doctora italiana oriunda de Lecco (Lombardía), que por la mañana la ha acogido en el puente del barco español y le ha diagnosticado una hipotermia grave.

“Tiene una fuerza increíble que le ha permitido recuperar rápido”, explica Giovanna Saccabarozzi, quien junto a Marina Buzzetti forma parte del equipo médico que atendió a bordo del Open Arms desde el primer momento. “Hemos procedido a calentarla y ahora la estamos hidratando”. A las dos doctoras les ha tocado la tarea de hacer el informe médico de los dos cadáveres recuperados. Uno es de un niño que tiene una edad de entre tres y cinco años. “El niño estaba totalmente desnudo, no sabemos si tenía algún vínculo familiar con las dos mujeres”, cuenta Scaccabarozzi.

Momentos decisivos

“Murió de hipotermia poco antes de que llegáramos”, confirma el médico. Esta es la noticia más dura de aceptar para todo el equipo de voluntarios que lleva años dedicando sus vacaciones y sus momentos libres de trabajo para socorrer a quien corre el peligro de perder la vida en medio del mar. “Llegar tan solo una hora antes podría haber bastado”: ser conscientes de ello atormenta a los voluntarios.

El barco Open Arms solicita que dejen desembarcar a Josefa y los cuerpos del niño y de la mujer sin nombre. “Hemos tenido que llamar a España, nuestro Estado de bandera, luego a los libios, luego a los italianos”, explica Marc Reig, comandante del Open Arms. Todo está bloqueado debido a una serie de discusiones y de rebotes infinitos. Las mismas discusiones y los mismos retrasos que decretaron la muerte de un niño sin nombre que ahora yace en un saco blanco en la proa.

Giovanna Scaccabarozzi pasa ahora un trapo mojado por la frente de Josefa, que susurra “Merci”. Gracias. Luego levanta el brazo y la saluda como una niña el primer día de escuela. En el brazo Josefa hay marcas de una quemadura. No me atrevo a preguntarle quién o qué se la produjo. Dice que le duele todo por todas partes.

Desde el principio del mundo, al menos desde que se cuenta la historia de Antígona y Creonte, la ley de los hombres se contrapone a la de los poderosos y elige el cuerpo y la voz de una mujer para decir que el poder jamás podrá cancelar la ley natural, la que trata de la vida y la muerte, la enfermedad y la sepultura. Josefa tiene los ojos grandes y una voz débil. Del paño que tiene sobre la frente despunta un mechón de cabello rizado y cano. Tiene cuarenta años.

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