La aldea recreada

El 'pueblo de los gitanos' es hoy un núcleo de población donde conviven los regeneradores de Melledes con las familias que quieren vivir en el campo

El Correo, 23-04-2006

Se puede decir que en 1988 Melledes no existía, era un fantasma del pasado. Apenas quedaba una casa en pie, donde habitó un agricultor de toda la vida. Hoy es un pueblo dormitorio con 34 habitantes y muchos excursionistas el fin de semana. Nació como un núcleo abandonado que compraron los gitanos de la asociación Gao Lacho Drom y ahora reúne a payos y calés en un ejemplo cotidiano de convivencia. «La gente que vino ya sabía que nosotros estábamos aquí», recuerda Bartolomé Jiménez, el patriarca de su raza en Álava desde hace tanto tiempo que casi no alcanza la memoria.

Al mediodía y entre semana no se oyen sino los sonidos de la naturaleza en este reducto inimaginable, tal como está, hace casi veinte años. A treinta kilómetros escasos de Vitoria, a tiro de piedra de Rivabellosa – capital del municipio, Ribera Baja – y con Miranda a la vista desde su magnífico mirador en lo alto. El pueblo que resurgió prácticamente de la nada se ve asfaltado, con rótulos grandilocuentemente humanos en sus calles – Solidaridad y Libertad – , pulcro y… vacío.

Sus residentes trabajan mayoritariamente en Vitoria y vuelven a los nidos – casas de pueblo y chalés de acuerdo con las últimas tendencias de traslado al campo – en el atardecer o con la noche echada. Para entender la regeneración de Melledes hace falta incidir en tres momentos de su historia moderna: 1988, finales de la década de los noventa y año 2000.

Contra la droga

Bartolomé y su etnia andaban preocupados por el nocivo auge de la droga entre los gitanos jóvenes. Con la luz de alarma encendida acudieron a las instituciones para analizar el modo de resolver el problema. Gao Lacho Drom obtuvo una subvención y el consejo de que ideara un plan para desintoxicar a sus muchachos.

Entonces miraron a Melledes, una aldea abandonada en lo alto de la estrechísima y bacheada carretera que sube desde Manzanos. Sólo una casa erguida, otras en ruina absoluta y el tejado de la iglesia derruido. Adquirieron el pueblo a dos contratistas «por cuatro millones de pesetas de entonces, muy baratito», recuerda Bartolomé en referencia a hace dieciocho años. La asociación gitana tenía en ese momento «una necesidad» previa al combate contra la droga. «Queríamos organizar cursos de Formación Profesional para albañiles, encofradores…».

Y llegó el momento de afrontar el escollo de la droga. Para ello levantaron «dos casitas» entre las actuales calles Solidaridad y Libertad donde durante dos años se ocuparon en diversas labores los chicos que seguían un programa de desintoxicación. «Fue muy bien. Tuvimos diez, doce o catorce chavales y la inmensa mayoría se rehabilitó».

Un pueblo «normal»

A partir de la labor social, Gao Lacho Drom se empeñó en el proyecto de que «Melledes volviese a ser un pueblo normal» tras rescatarlo del olvido. De paso, la asociación gitana veía en su idea la forma de conseguir un dinero. Vendió un terreno en el pueblo «a una inmobiliaria» que construyó seis chalés donde habitan payos, algunos desde hace cinco años.

Por ejemplo el de José Miguel Bermejo, actual vocal de la junta administrativa y montador aeronáutico en Gamesa. Él y su mujer, que ha abierto una peluquería en Rivabellosa, disfrutan de la vida calmada en Melledes. «¿Tú sabes lo que es levantarte y oír los pajaritos? Además aquí el clima es muy bueno», indica mientras su gata Kity se enreda entre las piernas de la gente.

A José Miguel le han sacado a voces de la casa donde pensaba darse una duchita antes de encarar el turno laboral de tarde. Menos mal que aún no se había marchado porque Melledes, al mediodía del jueves, parecía un lugar abandonado a la carrera. Afortunadamente, cuando Bartolo se presta para la foto junto al cartel en la carretera que señala la entrada al pueblo se observa un coche que accede por la calle de los chalés.

Del vehículo sale Maite Rabasco con las bolsas transparentes del Eroski abierto recientemente en Rivabellosa. Y también sus hijas Paula, añito y medio tiene la niña considerada la primera ‘de Melledes’, y Maite, una señorita de siete años. La madre precedió al patriarca gitano en la presidencia de la junta administrativa, la tercera pata del banco para la normalidad.

El concejo

Puestos los cimientos de la regeneración aún faltaba un instrumento político con el que reclamar mejoras para aquella aldea deshabitada doce años antes. Corría 2000 y se pensó en el beneficio que podría generar la organización del concejo. Hablaron con el Ayuntamiento de Ribera Baja y el semáforo mostró su luz verde. Entonces se acometieron servicios básicos como el alumbrado público, el abastecimiento y el saneamiento, según recuerda un rótulo de la Diputación a la entrada de Melledes.

Hace unos meses se celebraron las elecciones locales que otorgaron el bastón de mando a Jiménez, ayudado por Bermejo y otro vocal. Aquel pueblo llamado ‘de los gitanos’ es hoy una comunidad abierta en la que conviven los reinventores de la aldea con las familias payas deseosas de vivir en plena naturaleza.

«Mi marido es cordobés», relata Maite Rabasco. «Le tira el campo y queríamos vivir en un pueblo – pueblo, no en una urbanización de chalés. Y aquí se está muy bien». A pesar de que no existe un lugar cerrado de reunión, un simple bar ni una tienda. «Vivir aquí es como disfrutar de las vacaciones», añade Maite. ¿Y la convivencia? «Buena, sin problemas. No se trata de una cuestión de razas, sino del carácter propio de cada persona».

José Miguel interviene en el mismo sentido y, como Bartolomé, se refiere a las fiestas patronales – por San Juan – para subrayar el ‘buen rollo’. «No tenemos ningún problema. En fiestas tenéis que subir. Montamos una carpa…». «Y contratamos a uno que pincha discos en los bodorrios», continúa Maite. «Estás hablando con los campeones de mus», cierra Bermejo con una mirada cómplice a Bartolo.

Asuntos pendientes

Los habitantes de Melledes han dado pasos y confían en avanzar a zancadas. Ahora, según el presidente del concejo, quedan tres asuntos pendientes. El primero, la construcción de un centro social, empezará próximamente. «La manera de relacionarse la gente es en un lugar común. Si no seríamos como extraños en un sitio pequeño».

Allí irá la oficina de la junta administrativa, un pequeño bar y «ojalá tuviéramos teléfono para poner un ordenador y conectarnos a Internet», pide Bartolo. Lo siguiente, urgente a más no poder, el arreglo de la carretera. «Me acuerdo cuando una vez vino Ansola» – el ex – diputado general – «y tuvo un accidente». Eran tiempos en los que subía Atutxa y televisiones extranjeras tomaban imágenes del ‘pueblo de los gitanos’.

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