Los nueve acusados del homicidio de Cuevas de San Marcos, todos ellos miembros de una misma familia de etnia gitana, se retractaron ayer de sus declaraciones iniciales y aseguraron ante el juez que ni vieron ni oyeron nada. En la primera sesión del juicio que se sigue en la Audiencia Provincial, seis de ellos llegaron a un acuerdo previo con la Fiscalía y la acusación particular y se conformaron con la pena de un año de prisión por un delito de lesiones y una multa de 2.168 euros por otro de participación en una riña tumultuaria.

El juicio continuó con la declaración del principal acusado que se enfrenta a quince años y cuatro meses de cárcel. El joven, S.J.J., negó que apuñalara a la víctima, J.M.J.J., y que participara en la pelea del 12 de agosto de 2002, que tuvo su origen en una discusión del día anterior. Reconoció, eso sí, haber huido a Casariche y luego a Barbate hasta que supo que se encontraba en busca y captura. El juicio continuará mañana con la declaración de nuevos testigos.