"Dame un buen trabajo y dejo la calle ya"
La Vanguardia, 20-04-2006Nos prostituimos por dinero y para sacarnos de la calle tienen que garantizarnos que podremos seguir manteniendo a nuestra familia. Un tiempo… seis meses quizás. Hasta que nos pongamos al día y encontremos trabajo". Montse no es la única que cree que el éxito o el fracaso del programa de ayudas para la prostitución que propone el Ayuntamiento de Barcelona depende en gran medida de la cuantía económica que se destine. Han oído hablar de unos 380 euros al mes, cantidad aproximada a la de la renta mínima de inserción sociolaboral (Pirmi), que perciben personas sin ningún tipo de recurso que se avienen a seguir cursos de formación. “Si pretenden lo mismo van por mal camino. No dejaremos la calle por 380 euros. ¿Quién vive hoy en día con ese dinero?”
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Las veteranas de la ronda Sant Antoni son escépticas con el plan del Ayuntamiento. “Cuando he tenido trabajo yo solita me he quitado de la calle y nadie ha tenido que decírmelo. No se me caen los anillos por ir a fregar suelos si la paga es buena. Sólo he vuelto cuando se me ha acabado el trabajo”, dice Rosana. E insiste: “Nuestras familias no saben a lo que nos dedicamos porque no lo hacemos por gusto. Ninguna de nosotras. Es un tema de dinero. Así de simple”. Lo demás – cursillos, ayudas para el acceso a la vivienda, agencias de seguimiento… – son para ellas “adornos con los que los políticos se llenan la boca” que sólo pueden tenerse en cuenta a partir de una cifra al mes.
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Sin perder el hilo de la conversación, Montse se levanta por segunda vez de un banco de la ronda para abordar sutilmente a un posible cliente. “Hay que comer”. Sin éxito, vuelve a sentarse junto a otras tres veteranas compañeras. “La verdad es que si me dieran el equivalente al salario mínimo interprofesional (513 euros) durante seis meses y me ayudaran a encontrar trabajo, yo me plantearía dejar la calle”. Una chica asiente apoyando a Montse. Las otras reconocen que podrían planteárselo. “No decimos que lo que propone el Ayuntamiento sea una mierda. Lo que decimos es que necesitamos algo más de 380 euros para dejar la calle porque tenemos familia que mantener, alquileres que pagar y comida que poner en la mesa cada día”, puntualizan sin saber que las ayudas serán personalizadas y oscilarán entre los 200 y los 600 euros, tal y como dio a conocer ayer por la tarde el propio Ayuntamiento (véase información en esta misma página).
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Unos metros más allá, Carmen monta guardia cerca de la puerta del teatro Goya. Tiene 45 años y se ve con nulas posibilidades de encontrar trabajo. Tampoco cree en las subvenciones. “No me parece que vayan a hacer nada para ayudarnos”, se sincera. “Todo es una campaña de maquillaje, y del malo. Nos quieren fuera y es la excusa que tienen para decir que nos están ayudando y que la que no lo deja es porque no quiere. Dame un trabajo como Dios manda y verás cómo dejo la calle ya”.
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Otro panorama es el que se plantea con más del 50% de la prostitución presente en la ronda Sant Antoni. La mayoría son rumanas que vienen una y otra vez con visados de turistas. Ejercen la prostitución durante tres meses y después vuelven a su país. Tras unos días, unas semanas o un mes de descanso, tramitan otro visado y vuelven de nuevo a las calles de Barcelona. Gina lleva ya cuatro visados agotados. Esta semana ha inaugurado el quinto. A ella, y a muchas como ella, le suena a “cuento chino” los planes del Consistorio. Lo que busca es dinero rápido y fácil. “No siempre he venido para ejercer la prostitución”, cuenta Gina. “Los dos primeros trabajé como camarera en un bar cobrando 600 euros al mes”. Ahora calcula que puede sacarse entre 150 y 300 euros al día dependiendo de la clientela. La diferencia es abismal y no hay pedagogía que consiga que esta joven de apenas 22 años se decante hacia otro mercado laboral. A su lado está Ann, una novata en el oficio que apenas acaba de aterrizar. Pero ella lo tiene tan claro como Gina: “Sabemos que no siempre nos podremos dedicar a ésto pero retirarnos en nuestros países con el dinero suficiente como para sobrevivir y no tener que trabajar nunca más de prostituta”.
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Lika, Violeta y Ela también acumulan varios visados en sus currículos con los mismos objetivos. También son rumanas y entre las tres apenas superan los 60 años. Aseguran tener bajo su responsabilidad varias bocas a las que dar de comer. Por eso se dedican a la prostitución. Saben, desde antes incluso de aterrizar en Barcelona, que las cosas se han puesto difíciles para ellas en Barcelona. Pero aún así, siguen viniendo.
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De la propuesta del Ayuntamiento para ayudar a la prostitución de la calle saben poco, pero no le dan ningún tipo de credibilidad. “No creo que nos ayuden, pero me gustaría que lo hicieran”, señala una desenvuelta Ela. Mientras cuenta su historia no deja de supervisar una ronda “prácticamente muerta” en busca de algún posible cliente. Pasa Karina con una gran bolsa de pipas para compartir. Es un vicio que comparten muchas de las se recorren la calle a diario. “Mata el hambre del mediodía, que es cuando algunos aprovechan el paro de la comida para echar un polvo”. Sonríen y vuelven al tema del Ayuntamiento. “De lo que dicen hasta que lo hagan va a ir mucho tiempo, mucho camino”, sentencia Violeta. “Y a nosotras, que somos inmigrantes, no creo nos ayuden mucho”, prosigue. Pero Ela mete baza en el asunto y asegura: “Si me dan un buen dinero claro que dejo la calle”. ¿Y lo de seguir un cursillo? Eso parece ser harina de otro costal, como denota el ceño que frunce tras la pregunta. Ellas tienen tan claro que el Ayuntamiento las quiere fuera de sus calles como que seguirán prostituyéndose en ellas mientras nadie las saque por la fuerza. Sólo el dinero les mueve por la ronda.
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