Los evangélicos de EEUU apoyan a los 'sin papeles'
El Mundo, 19-04-2006La judicialización del asunto migratorio ha desatado una tormenta. Medio millón de hispanos se manifestaron en Los Angeles. Otra decena de ciudades fue invadida por las concentraciones. Los gritos han sacudido el país. «No somos uno, no somos 10, somos millones». «Somos inmigrantes, no criminales». Aparte de la sugestión emocional que suponen las imágenes, pronto se subrayó que junto a los piquetes marchaban pastores evangélicos, cristianos renacidos del sector duro.
En poco tiempo las iglesias evangélicos reformularon la causa. Apoyan la pelea del pachuco mientras invocan el frondoso subsuelo espiritual de una nación piadosa. Su capacidad de seducción no puede subestimarse. Arden los púlpitos, los bancos, las aceras. Por las emisoras gospel un huracán amplía el campo de batalla. Empantanados en disquisiciones xenófobas, los ideólogos del Congreso jamás imaginaron semejante reacción. Creyeron enfrentarse a una avalancha caótica y despertaron con la cruz apuntando a su pecho. El paralelismo con el movimiento por los derechos civiles de los años 60 ya provoca jaquecas.
La fuerza religiosa
La poderosa Conferencia Nacional Hispana de Iglesias Cristianas – 10.700 parroquias y 15 millones de fieles – habló estos días por boca de su presidente, Samuel Rodríguez: «Cualquier cosa que no sea una reforma comprensiva irá en detrimento de la comunidad hispana. Debemos proteger nuestras fronteras, frenar la inmigración ilegal y promover, al mismo tiempo, un programa de trabajo que, sin resultar una amnistía, ofrezca soluciones dignas a un problema mayúsculo».
Al mismo tiempo, Rodríguez se refirió al hecho de que los evangélicos de origen europeo y afroamericano no hayan secundado sus movilizaciones. «O ahondamos en una relación que se ha mantenido durante décadas o existe la posibilidad de un cisma».
El que los evangélicos hispanos tomen partido anticipa terremotos políticos. No en vano siempre estuvieron junto a Bush, el hombre que derrotó su dipsomanía gracias al Altísimo. Desde finales de los 70, cuando los cultos evangélicos fueron promovidos en Latinoamérica para frenar el auge de la Teología de la Liberación, su credo resulta contundente: ascetismo, resignación piadosa y moralidad blindada frente a la relajación de costumbres y las motivaciones terrenas de los curas progresistas. En EEUU, donde su fuerza avasalla, representa un papel decisivo. Gracias a ellos, una buena porción del voto inmigrante era republicano. Hasta ahora.
Hilario Albert, reverendo de la Iglesia Episcopal San Pedro de Port Chester, abre estos días su templo a los manifestantes. «Las atroces proposiciones de ley permiten que reflexionemos sobre nuestro futuro. Es importante que la gente tome conciencia de la realidad que vivimos en Estados Unidos. Ahora hemos encontrado valor para salir a la calle».
«La diferencia entre los inmigrantes actuales y los primeros que llegaron es que los indios no tuvieron un código de leyes, una policía y unos congresistas a los que enfrentarse. Somos exiliados económicos. Si hubiéramos podido suplir las necesidades de nuestros hijos en nuestros países jamás hubiéramos venido. ¿Qué quieren? ¿Que sembremos en la frontera y después nos vayamos?», añade Albert.
Para José González, pastor de la Iglesia Baptista Nuevo Renacimiento, la duplicidad política y social invocada por los que tienen miedo al movimiento resulta infundada. «Cuando ves cómo sufren las familias, destrozadas por la separación, es cuando realmente te implicas; más que de política hablamos de caridad y justicia».
Según el reverendo Rafael García, de la Iglesia Metodista Summerfield, «tenemos derecho a trabajar, divertirnos, estudiar, aportar a la sociedad y recibir todos los beneficios que ofrece. La Oficina del Fisco sabe que los inmigrantes pagan impuestos. Las personas que los emplean son conscientes de que constituyen una mano de obra dos veces más barata y de excelente calidad. Los inmigrantes son esenciales. No todo el dinero que ganan va para sus países, sino que en buena medida se consume aquí. Contribuye a la economía. Nos estamos uniendo al boicot nacional del 1 de mayo para que no compren, no manden a sus hijos a las escuelas, no se presenten en sus trabajos».
Los círculos republicanos tiemblan. La suma de proyectos elaborados por el ala dura coloca a los hispanos enfrente. Entre medias, George Bush vive un periodo mortificante. Presionado por los halcones, atrapado entre polos centrífugos, insinúa inclinarse por el pragmatismo. Propone una ley compasiva, enfrentada a la visión apocalíptica de quienes satanizan al inmigrante. Sus calculadas dudas prometen regularizaciones por un periodo de tiempo; después, el trabajador regresaría a su hogar. Si los planes más crudos se aprueban, 11 millones de personas serán deportadas. El vuelco electoral podría ser tremendo.
En palabras de Juan González, reputado columnista del Daily News, «los hispanos han salido de las sombras. Sólo piden respeto por parte de un país al que aman».
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